Ocio y sociedad
El reloj de Jorge Argemiro
Después del inolvidable paso por las aulas de la universidad del Quindío en el periplo de la formación académica universitaria, en 1977, llegué al exuberante Valle de Pubenza, la tierra conquistada por Sebastián De Belalcazar, en las calendas correspondientes a 1537, en su recorrido hacia el sur del continente, en busca del mítico Dorado.
En tan esplendoroso accidente geográfico resaltaba la hidalga ciudad blanca de Colombia, Popayán, históricamente culta y tradicionalista, integrada por gentes de estirpes patriotas, abolengos y formación religiosa católica por excelencia. En esta apacible urbe del sur occidente colombiano, propietaria del claustro de Santo Domingo, formadora de 17 presidentes de la nación, encontré a una nutrida colonia costeña y particularmente a un grupo de estudiantes vallenatos que, inmediatamente, me dieron su apoyo incondicional en mi segundo estado de primiparo feliz; era un grupo de compañeros y amigos, hoy distinguidos profesionales en la región caribe colombiana, así: Carlos Alberto Cabas Pumarejo, Elmer Díaz Martínez, José Alfonso Morón Núñez, Lucas Monsalvo Castilla, Fabián Orozco, Freddy Meza Daza, Dickson Quiroz Torres, Huberto Ustariz Armenta y Casimiro Rodríguez Chinchia. Aquella sana cofradía predicaba y aplicaba los principios básicos de la solidaridad, la unión y el compañerismo; aquello de “que no hay cama pa tanta gente” era una afrenta a su espíritu y hogar hospitalario, en donde un exquisito plato de comida provinciana, tenía poderes multiplicativos como el pan y pescado divinos, para acoger e invitar a los recién llegados
Dentro de ese conglomerado estuvo siempre en mancornado otro gran amigo, Jorge Martínez Montalvo, nativo de las tierras sinuanas fortín de los peces blancos y los caimanes negros, descendiente propio de los ancestros del gran cacique Té, que en su época manifestara su deseo y apoderamiento del territorio, indicando yo siempre seré Té, dando origen a la población de Cereté, otrora emporio algodonero de esa bella zona. A Jorge Argemiro, amigo inigualable con un espíritu de poeta, soñador Y enamorador empedernido, se le iba el tiempo en las remembranzas nativas incluyentes de la idiosincrasia Sinuana, cuestionada por aquello de las implicaciones negativas y la participación masiva del pueblo, en las controvertidas corralejas.
Igualmente se complacía evocando personajes de su terruño, como el torero Pepe Ruiz, Cupertino Ceba´, El Molino Humano, El Loco Doria y el barrio Santa Teresa. Compartiendo los temas académicos y culturales, logramos afianzar una relación de verdaderos amigos hasta este tiempo presente. En las residencias universitarias 4 de Marzo, zona de Tulcán, logré conocer tres de sus pertenencias con un valor sentimental grandioso: un sombrero vueltiao genuino, elaborado por las manos prodigiosas de los artesanos de Tuchín, una guitarra convencional, acompañante de sus ratos de solaz, interpretada curiosamente en los momentos imperiosos de las necesidades más apremiantes del organismo humano y un flamante reloj de pulso, exclusivo de un famoso fabricante de estos modelos en el mundo, Ferrocarril de Antioquia. La característica y valor fundamental de estos tres elementos era la disponibilidad inmediata para sacar de apuro a un menesteroso compañero, expectante por un giro o remesa, que siempre se tardaba en llegar. Las casas de empeño y compraventa conocían muy bien estos objetos, repito, siempre habilitados para suplir las necesidades cuando los financiadores de los préstamos estudiantiles estatales, dilataban los procedimientos de pago, y los compromisos estomacales de cada día, que no daban espera.
Refiriéndome exclusivamente al lujoso reloj, recuerdo que solo lo vi en tres ocasiones: a mi llegada a Popayán, en la fecha de graduación de mi compañero y en mi reciente visita a su pueblo en el año 2016. El reloj de Jorge Argemiro tenía en el fondo el escudo nacional, adornado por unas incrustaciones diminutas de diamante. Fue el regalo de su progenitor el patriarca Benigno Martínez, el viejo BENI, cuando finalizó su ciclo de formación secundaria en su natal Cereté, con todos los honores, incluyendo el mejor bachiller del departamento de Córdoba, auspiciado por Coltejer, en el año 1972. Tal vez la máxima afinidad con mi amigo cereteño era la complicidad y confluencia en los temas literarios, vocación todavía en ciernes, preocupados siempre por las novedades y autores de los libros que irrumpían en el mercado estudiantil, colmando los mínimos baches dejados por los temas de ingeniería
En el año 2016, en una corta estadía de complementación académica en la ciudad Heroica, me di una escapada a las tierras sinuanas a visitar a mi ilustre compañero, con ciertas dolencias de salud, incapaces estas de atajar el ímpetu de su prosa lírica y el espíritu festivo de camaradería perenne. En una bonita residencia de Montería lo encontré con su familia, ya casi retirado de los ajetreos laborales; en el recorrido por las amplias habitaciones, en una de ellas, vi por tercera y última vez el famoso reloj Ferrocarril de Antioquia, bellamente instalado en un nicho inmune a la acción de ladrones honrados que en cierta ocasión desvalijaron toda la casa, respetando la joya con un letrero a brocha gorda, bastante desconcertante e insólito: Señor Jorge, no somos capaces de robarnos esta preciosidad. Sabemos de su incalculable valor sentimental. Guárdelo por siempre. ¡Perdónenos el resto del robo!”
Álvaro Yaguna Nuñez
4 Comentarios
Muy buena la historia, narrada como mucha pulcritud y con detalles que te hacen ver cada uno de los personajes como si.los conocieras. Historia que me llevó a esas épocas donde lo.más atrevido que uno hacia, era "sano": Empeñar sus pertenencias.
Muy bien. Nostalgia. La persistencia de la amistad de un hombre bueno y querido ...
CON TU MAGNIFICA PROSA,NARRAS LA PURA REALIDAD DE ESOS MARAVILLOSOS TIEMPOS UNIVERSITARIOS, Y ALCANZAS A AHONDAR EN ELLA, CON LO FANTASTICO DEL SOMBRERO VUELTIAO, LA GUITARRA Y EL " FLAMANTE " RELOJ F DE A. ES DECIR; TRANSITAS POR UNA REALIDAD QUE ALGO DE FICTICIO TIENE. ALLI LO "REAL COEXISTE CON LO MAGICO "
Tengo ese mismo reloj me lo dejo mi padre tenia 86 años, cuanto puede valer esta joya
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