Ocio y sociedad
Formas de vivir el confinamiento
Ahora que el confinamiento es la vacuna para neutralizar al COVID-19, veo en las redes sociales a mucha gente vociferando su ansiedad, su angustia. No, no me refiero a esas familias que sufren por la falta de comida, el pago de los servicios públicos domiciliaros y la desconexión del mundo virtual, sino a las personas que, aunque tienen como cubrir sus necesidades básicas, se dejan poseer por el tedio, la desidia y la zozobra.
Desde que el presidente Duque declaró la cuarentena nacional, he tratado de explorar nuevas formas de vida, disfrutar la soledad y valorar más las pequeñas cosas. El teletrabajo ha sido un escape, un desafío que exige abrir la mente y tener mucha disciplina. Las clases virtuales, esas que siempre miré con antipatía, me han permitido seguir construyendo conocimiento con mis estudiantes de la UDES y la UniAndina: no hemos suspendido la deliberación. Los correos institucionales que nunca abría ahora son mi salvación, los grupos de WhatsApp que tanto detestaba me permiten tener un contacto más eficiente con quienes laboro y Skype, Zoom y Blackboard se han convertido en mis oficinas.
Durante estos días de encierro he pasado más tiempo con mi madre, hablo con ella a cada rato, siento sus pasos de mando invadiendo cada rincón de la casa. Ahora valoro más los espacios de mi hogar: el cuarto, el estudio, el balcón. Confirmé su verdadero valor: no solo acogen la intimidad de mi familia, sino que son la guarida de mis reflexiones, mis deseos y mis locuras. A mi novia no he podido verla desde hace varios días, mis ansias por ella aumentan sin control. Esto me resulta intenso, muy bonito, cuando nos volvamos a ver nuestra piel brotará juegos pirotécnicos.
Estoy leyendo tres libros al tiempo: Limbo: una historia de horror en el Caribe, Latinoamérica criminal y Emmanuelle II. Veo al menos una película por día: El hoyo, Hogar, Un buen año… He visto varios documentales y reportajes sobre el golpe de estado de 1981 en España. Trabajo en un libro de cuentos que publicaré el otro año y escribo columnas, reseñas y entrevistas. Debato con mis amigos sobre política, derecho y el COVID-19 a través de WhatsApp, Twitter y Facebook. Busco ejercitar la mente, mantenerme razonando. Eso sí, debo encontrar la manera de poder hacer ejercicios en la casa, y de comer menos chucherías, pues me estoy engordando.
Con este relato no pretendo convertirme en un ejemplo a seguir, ni que otros cambien su forma de afrontar la peste. Sólo quiero manifestar que también detesto el encierro, la falta de contacto físico con los demás y el silencio de las calles. Como buen idealista y libertario, pienso que la libertad es más valiosa que la vida. Así que este aislamiento no sólo va contra mis principios ideológicos, sino que acuchilla mis ánimos y mis instintos. Sin embargo, comprendo que no puedo transgredir la salud de mi familia y de la sociedad. Por eso trato de ser libre en mi casa con el teletrabajo, la escritura, las lecturas, las redes sociales. Procuro estar siempre activo, mis días empiezan a las seis de la mañana y terminan a las doce de la noche.
Creo que esto me ha servido para combatir la angustia, para no salir al balcón a gritar con desespero: “Sáquenme de aquí”. Debo reconocer que me agrada esta otra manera de ejercer la libertad, me parece más íntima y serena. Claro, no tengo hambre ni estoy preocupado porque me echen del trabajo, eso lo facilita todo. Pero, ¿qué pasa con esas personas que viven del diario y que no tienen comida, ni Netflix, ni internet, ni libros? Me imagino con dolor sus días de verdadera zozobra, hambre y sed. Ellos no son libres ahora, ni lo eran antes de la pandemia. Por eso, aquellos que tenemos las necesidades elementales resueltas para esta primera cuarentena, debemos buscar la forma de no dejarnos aniquilar del aburrimiento.
Carlos César Silva.
@CCSilva86
Sobre el autor
Carlos Cesar Silva
La curva
Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.
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