Ocio y sociedad
Valledupar: entre la pandemia y sin festival vallenato
Instrucciones para leer este artículo: busque su reproductor de música de preferencia, ponga la canción “Nació mi poesía” interpretada por Jorge Oñate. Disfrute.
Es mucho lo que ha cambiado Valledupar desde los tiempos remotos que canta y narra Jorge Oñate en su magnífica interpretación de “Nació mi poesía”, aquella hermosa canción compuesta por Fernando Dangond Castro en el año de 1981. Para ese momento, la composición fue ganadora absoluta de la canción inédita en la edición XIII del Festival de la Leyenda Vallenata; en los versos ya se empezaba a denunciar los cambios culturales y socioeconómicos que tendría la ciudad: “ya no hay casita de bahareque, se llenó el Valle más de luces; no venden arepita e’ queque, merengue, chiricana y dulce” …
Las circunstancias actuales de Valledupar no distan mucho de lo que se denunció en su momento con la canción; quizá con el único agravante de que se nos metió la pandemia del COVID-19, una versión moderna del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, por sus siglas en inglés) el cual causa la enfermedad del Coronavirus. La estricta necesidad de parar nuestras vidas en relación, para detener el avance y propagación del virus, destapó otra pandemia: la crisis del sistema económico, político, moral y social de los vallenatos y del país entero. No es suficiente nuestro sistema de salud público ante cualquier eventualidad como la que estamos viviendo; no estamos preparados como sociedad y como país para asumir grandes retos: nuestros gobernantes no han tenido una visión clara de lo que somos como ciudad y como país.
Valledupar, que al parecer se especializó únicamente en vallenato y más nada, no tiene en la actualidad empresas o industrias arraigadas para generar los empleos suficientes que repercutan en la calidad de vida de sus habitantes, esos mismos, que en estos momentos de pandemia mundial no tienen qué hacer para comer, sino rebuscarse en las calles de la informalidad, calles que están prohibidas por ahora.
Mientras tanto, la gente se muere de hambre encerrados en sus casas (el que tenga), sin poder salir a “camellar”. Es tanta la desesperación de nuestro pueblo, que en masa se acudió a sacar trapos o banderas de color rojo a las fachadas de las casas como señal de alerta y necesidad; esperanzados en que el gobierno o alguna empresa privada les lleve un mercado con el que puedan palear el hambre que los carcome.
Los gobiernos nacional y local, muy vulnerables a cualquier crítica sana que se pueda hacer, acuden a medidas bien intencionadas, pero en muchos casos ineficientes o permeadas por el clientelismo y la corrupción general, esa pandemia nacional que nos mata lentamente y en mayor medida, tanto como el coronavirus.
“Pero el folclor perdura, como el arhuaco en la serranía, como el Río Cesar en lozanía”, continúa cantando Jorge Oñate y así recordamos que el Festival Vallenato, ese gran evento anual, también se convierte en una gran vitrina informal donde muchos y muchas valduparenses (y foráneos) tienen la oportunidad de rebuscarse vendiendo sus productos o servicios a quienes vienen en busca de fiesta, vallenato y trago: sinónimos de nuestra economía local. El Festival es un momento donde los más vulnerables, esos mismos que la pandemia está permitiendo observar con mayor detalle, salen a trabajar de la única forma que se puede en la ciudad: anualmente y con un “autocontrato” de prestación de servicios por casi una semana que se extiende la celebración.
Lamentablemente, esta oportunidad comercial y económica no se podrá aprovechar este año. Por cuarta vez en su historia, el Festival de la Leyenda Vallenata, tendrá que aplazarse y esta vez por motivos mayores. Con el aplazamiento del Festival, se aplaza la oportunidad y la esperanza que tenían muchos para producir el dinero suficiente que les permita sobrevivir en condiciones de vida normal, condiciones de vida que se traducen en el olvido de dirigentes y la apatía de empresarios para estas mismas fechas.
No queda otro camino distinto al de buscar soluciones de empleo y salud (por lo menos) para los habitantes del Valle; ampliar el horizonte cultural y económico de la ciudad, apartándolo un poco de su enamoramiento irrevocable con el vallenato, para acercarnos más a las distintas disciplinas laborales, sociales y artísticas que tienen arraigo en nuestro territorio, con el fin de dinamizar la economía de este hermoso pueblo lleno de creatividad desbordada; “mi tierra gloriosa de acordeones, región laboriosa y con mil dones”.
Andrés Cuadro (Simón Dähil)
Sobre el autor
Simón Dähil
El charlatán
Simón Dähil es el seudónimo de Andrés Cuadro (Agustín Codazzi, 1993) Novel escritor caribeño, estudiante de derecho de la Universidad Popular del Cesar; autor de los libros inéditos: La avenida de los vencidos (Relatos); Ensayos de prosa rebuscada (Poesía). De igual forma ha publicado la serie "Vallenato bravo", junto a artículos y ensayos de opinión juvenil. Es miembro fundador del Colectivo Literario El Manjol, donde publicó artesanalmente las plaquettes de poesía "Chinchurrias para el alma"; actualmente trabaja en su libro de narrativa "Pesadillas de un niño cuando se despierta".
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