Ocio y sociedad
La pelea del siglo
Tan pronto como salíamos del Ateneo El Rosario, íbamos a la casa del viejo Jorge Avendaño, en la entonces calle trece, que hoy es la diecisiete, ubicada frente a la sede de la Anapo, hasta cuando inició labores la planificadora Servipan, famosa por la calidad de sus productos y por un masato excelente que servían con rociado breve de canela en polvo.
Por cuenta de Tavo y Jorgito Avendaño, instalamos un cuadrilátero imaginario en el garaje de la casa, nos calzábamos los guantes en procura del estrellato, movidos por la magia boxeril de Bernardo Caraballo, Mario Rossito, Mochila Herrera y otros de no menor recordación en el plano nacional.
Tiempo atrás, después de ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1960, Cassius Clay se coronó campeón de la categoría “pesos pesados” en 1964, ganándole a Sonny Liston, quien ostentaba los títulos de la Asociación Mundial, y el Consejo Mundial de Boxeo, por lo que se le consideraba el más temido boxeador del momento, mientras que al cuasi novato Clay se le tildaba de simple bocón. Lo llamó “oso horrible”, mostró, en la puerta de su casa, una trampa para cazar osos y cumplió su vaticinio, lo noqueó en el octavo asalto.
En el solar de la incansable Meme Quiroz, en la boca calle al callejón “Pedro Rizzo”, gracias al tesón humanista y empresarial de Orlando Barranco Quiroz, fue instalado un ring de boxeo llevándose a cabo algunas programaciones con “vaciadas” por parte de las progenitoras de los derrotados y alegría imparable de los “ganadores”, igual su séquito.
El Benny Caraballo, primer boxeador colombiano en figurar en un escalafón universal dentro de los 10 primeros como 9 en la categoría mosca en 1962, permaneció invicto hasta el 27 de noviembre de 1964, cuando el brasileño Éder Jofre, en desarrollo de la primera pelea por campeonato mundial en Colombia con la participación de un colombiano, lo derrotó por nockaut en el séptimo asalto. Después, el 4 de julio de 1967, peleó por el título con el campeón Masahito “Fighting” Harada y perdió por puntos en votación dividida. Se retiró entonces del boxeo, se vinculó a la empresa Puertos de Colombia donde fue jubilado muchos años después. Acerca de por qué no logró ser campeón mundial, un día le dijo a El Heraldo: “No nací para ser campeón mundial, yo ganaba las peleas y me las robaban. Fui el primer colombiano en pelear por un título mundial. En 1964 fue mi primera pelea por los títulos gallo de la Asociación Mundial de Boxeo y del Consejo Mundial de Boxeo, fue en Bogotá contra el brasileño Eder Jofre, pero me la hicieron en esa pelea. Recuerdo que yo me pesé en la mañana y estaba a solo una libra de dar el peso, luego en la tarde en la hora del pesaje me pesé en la misma báscula y estaba bastante pasado, así es que me hicieron subir Monserrate, me metieron en un sauna y otro montón de cosas que me hicieron llegar sin físico a la pelea. En el séptimo asalto ya no daba más y tuvieron que parar el combate. Luego, volví a pelear por esos títulos en Japón contra Fighting Harada; él le había quitado los títulos a Jofre. A él le gané, pero me robaron la pelea”
El auge vallenato
De pronto, apareció Manuel Prescot en Valledupar y comenzó a tejerse la nueva realidad en el deporte de las narices chatas. Poco a poco se logró respeto para el Cesar, por su participación en juegos nacionales, con buenos resultados.
A la par con el despegue del festival vallenato y la organización de la capital departamental, jóvenes entusiastas como Jesús Penso, Camaleón Ustáriz, entre otros, madrugaban todos los días, entrenaron con denuedo, fe y persistencia, uniéndose a la efervescencia que boxeadores de la talla de Horacio y Ricardo Cardona, despertaron como ilusión colectiva. El Torito Rosales, el Manco Martínez, en gracia de que a Juancho Monsalvo Castilla no le pasó por la mente serlo, incursionaron con buenos resultados. Era una fiesta deportiva presenciar los entrenamientos de la tarde, en la Broadway como en Los Cardones. En ese tiempo, Riquito Gutiérrez acertó: lastima, la mejor pinta para campeón mundial mini-mosca la tiene el Cota Murillo, pero él se queda con la salsa.
Un día de febrero, apareció Paquito Monsalvo con bermuda, rojo encendido, a la rodilla, zapatillas blanquirrojas y camiseta ‘esqueleto’ verde intenso. Entrenó a todo vapor, se declaró seguidor a ultranza de Clay, informó de su primera gira boxeril: Los Brasiles, Caracolicito, Valledupar, Ciénaga, Barranquilla, Cartagena y dentro de dos años, “estaré Nueva York fajándome a fondo por el título mundial. Tres horas después se le vio con Poncho López Yanet, degustándose una canasta de cervezas. Al verme y recordar su anuncio de la tarde, aseguró que, meter frías es mucho más bacano, viejo Beto, el boxeo es para animales.
Su efímera gestión boxeril quedó en el olvido mientras seguía el furor en nuestra tierra y no faltaron buenos resultados en torneos nacionales. Mientras la música vallenata ascendía, el boxeo cautivaba adeptos con logros y medallas.
El peleón
Por aquellos días se anunció el matrimonio de mi tía Fidelina, con el patillalero y secretario de la Notaria única de Valledupar, Tomas Rodolfo Acosta, hijo de la queridísima vieja Macha y el señor Nicolás. Llevaban un tiempo largo de noviazgo, con visitas diarias, durante la prima noche, en las que no faltaba uno que otro ‘mandado’ con propina y ñapa incluidas. De tal acontecimiento se enteraron en el Ateneo y una mañana cualquiera, comenzó la mamadera de gallo con el tema. Ni mis hermanos, ni quien esto cuenta, préstamos atención. Pobre mujer, decían, ¡esa va’ sé mucha prendía! Y ese hombre que la tiene grande…
Mi primo no se aguantó y estuvo a punto de ‘embojotarse’ con dos o tres. Hasta que apareció Santa Mejía, con cuerpo de peso pesado, discutieron e iniciaron una cadena de dimes y diretes, desde el callejón de la Purrututú hasta la casa de la señora Juanita Escobar, poco antes del supernocturno de Francisco Felizzola. Por ahí estaba el negocio del papá de Santa. Se abrazaron, para no despertar sospechas, y entraron al solar previo a la cada d los Brito.
Sin contemplaciones, ni falsas modestias, se encendieron a muñeca limpia. Las opiniones estaban divididas y cada cuatro minutos y medio paraban, para tomar agua, respirar en paz y soltarse un par de hijueputazos, que incendiaban otra vez la contienda.
Llegó un momento en que Santa, por su sobre peso, pedía “time” para volver a respirar, mi primo Checha se le acercaba a echarle fresco con la carátula de su libro de biología, mientras Santa le repetía: mañana se comen a tu tía… Infeliz, le decía mi primo, ésa te la voy a castigar, reiniciándose el combate.
Santa tenía registro de una sola pelea, ganada en franca líder, después de más de dos horas, a Ofo Felizzola, mientras que mi primo tenía un recorrido de combates evitados en el último momento.
Al final, se pusieron de acuerdo, para declarar empate, sin opción de revancha, firmaron la paz y se compraron un turrón de leche, donde la siempre recordada Aminta Monsalvo, convencidos de que no valía la pena continuar en el boxeo sin dedicación exclusiva al estudio.
De un tiempo para acá, mi primo se alegra porque el Mono Mussa, es buen amigo con él. “Si no, sería un problema, ese mono pega muy duro, al que coge lo priva”. Y añora mi primo, que regresen los viejos tiempos, para volver a votar por Santa.
Alberto Muñoz Peñaloza
Sobre el autor
Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.
4 Comentarios
Beto, hermoso relato pugilato vallenato , te sugiero charlar con Poncho--mi hno-- para que a tu crónica la alimentes , de fino humor Cheverongo ,con las anécdotas del "Manco Martínez " ( El " Manco" merece un aparte especial en este relato tuyo sobre el Valle de los buenos tiempos) Fuerte Abrazo ,Betoven.
Buenisimas "Las Cosas del Valle" mi doctor. He sido asiduo lector suyo.
Bien Beto, eso de " mañana se comen a tu tía" será como dicen en Mexico, se la llevó la chingada?
Muy bueno como todo lo que escribes. La prima noche, el mandao y la ñapa me llevò a esos tiempos. Un súper abrazo
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