Ocio y sociedad
La pandemia perjudicó hasta los "Amores comprados"
Como en la célebre novela de Gabriel García Márquez, las putas están tristes porque su trabajo se fue al piso, y ya no es acostado en una cama. Aunque es una frase fuerte, dura, cruel, y hasta caerán rayos y centellas por lo atrevido del tema, es un acto de humanidad mirar a las mujeres que buscan ingresos derivados del oficio más antiguo de la humanidad.
La pandemia que originó el Coronavirus (Covid-19), sometió al mundo al aislamiento social, a mantener distancia a más de dos metros, a evitar el contacto físico con personas externas al círculo familiar, por eso la pregunta: ¿Cómo viven las trabajadoras sexuales el aislamiento social?
A ellas, cuya actividad es relacionarse con los hombres que las buscan por un poco de placer, la pandemia las ha obligado a esconder su desnudez y no la han podido mostrar hace más de cuatro meses. Ya no tienen las acostumbradas visitas sin esperarlas, y no hay lugar a ‘reinventarse’ porque el acto es presencial.
Los testimonios pululan por doquier ante el aislamiento obligatorio que las mantiene escondidas porque el enemigo oculto las puede dejar acostadas para siempre y sin derecho a gemir.
Tragedia laboral
En este gris panorama de tristeza, agonía, amargura y desolación se encuentra Claudia Lucía, una joven de 25 años, nacida en Cali, pero que vive desde hace cinco años en Valledupar donde hace parte del gremio de las trabajadoras sexuales, porque en su tierra la competencia es bastante grande.
Claudia Lucía es una mujer atractiva, de buen hablar, cariñosa y sabe hasta dónde llegar cuando la confianza desborda los senderos de las acciones equivocadas de algunos hombres, según expresó.
Para ellas que desempeñan el arte de amar de manera rápida es toda una tragedia la situación actual porque el hambre las acompaña y no encuentran salida ante el peligro que las acecha. El futuro es incierto cuando las ganas están despiertas y las oportunidades dormidas.
Ella, quien tiene guardada su vestimenta adecuada para cautivar, contó sus pesares de manera pausada, y hasta habló de la última vez que trabajó en el campo del amor fugaz. Cuenta que desechó los besos, y solamente aceptó caricias para llegar al movimiento pleno de los dos cuerpos.
Después de ese encuentro con un joven de su misma edad, las noches han sido más oscuras, el recreo largo y las dificultades grandes. También el miedo le carcome hasta el alma, manifestando que ese es su oficio y no lo dejará hasta que a su cuerpo los años le llamen la atención, como dice la canción vallenata: ‘Mujer marchita’, de la autoría de Daniel Celedón Orsini.
Mujer marchita, de alma y fecunda
pobre criatura sin ninguna redención
sola entre la multitud
que comercia con tu amor
al irse tu juventud, baja tu valoración.
Mensaje de esperanza
Con una leve sonrisa asomada en su rostro, dijo que desea morir de “felicidad”. Ese deseo para ella es como tocar el cielo con las manos, poner de fiesta su corazón y pasear su elegante figura ante cientos de curiosas miradas. Ella perfectamente sabe que es un verdadero alimento a la imaginación.
En estos largos días se la pasa encerrada viendo películas, escuchando música, leyendo revistas y algún libro que le presta una amiga. Claro, también escucha las noticias del ‘bicho’ que la tiene quieta y sola como nunca. “Siempre he sido una lectora empedernida, porque así se aprende más”, es su comentario.
El diálogo no tenía receso, y entonces indicó que uno de sus ‘amores de turno’ le había mandado un mensaje al celular sirviéndole de gran aliento. Con voz pausada y los ojos más abiertos lo leyó: “Llegará el día donde todos los momentos malos, los días de tristeza y las circunstancias adversas serán testimonio de que Dios no te ha abandonado”.
Enseguida preguntó: “¿Verdad qué es bonito? Me gustó ese mensaje de esperanza”. Se le contestó afirmativamente, y ella de inmediato comentó que estudió hasta llegar a ser bachiller porque no daba para más.
Aprovechando su belleza natural de inmediato optó por esta ‘carrera’ donde se gradúa cada vez que la ejerce con gran profesionalismo.
Se detuvo un instante para hablar del ‘amigo’ del bonito mensaje, quien hace más de un año le propuso que se fueran a vivir juntos, pero ella sin pensarlo no aceptó, así él le insistiera con mensajes, serenatas y regalos.
“Aunque él sabe quién soy porque me conoce por dentro y por fuera, nunca ha estado en mis planes ser ama de casa, menos tener hijos”. Se llevó las manos al rostro, y no pronunció más palabras. El ‘amigo’ enamorado le tocó con el dolor de su alma quedarse con las visitas furtivas donde el deseo no tiene escape porque solamente se mueve en un espacio reducido.
“Tengo un amor…”
Cuando se le preguntó si estaba enamorada de alguien, a pesar de que tenía prohibido hacerlo, sin pensarlo, susurró: “Tengo un amor, Valleduparrrrr. Qué ciudad tan bella. Esta ciudad enamora. Tiene un río bello, gente amable, cariñosa y me han tratado excelente. No he recibido insultos, sino elogios”.
“Déjeme contar más”, expresó. “La música de ustedes es linda y me gustan las canciones que cantan Iván Villazón, Silvestre Dangond, Jorge Celedón, Peter Manjarrés, Elder Dayan, Rafa Pérez, y el chacho Carlos Vives, a quien lo vi en vivo hace dos años acá en un concierto”.
Se sabe y canta algunas canciones vallenatas que le sirven de aliciente en estos momentos de aflicción, donde el calor de un amor ligero se le ha escapado de las sabanas.
Después de alegrarse con los artistas y los cantos vallenatos, regresó a la realidad diaria e indica el trabajo que está pasando ella y todas las mujeres que viven de la prostitución, que, aunque no es bien visto y sigue siendo un tabú para la sociedad, muchas veces llega para alegrar las soledades de los que le huyen al amor verdadero.
“Como he sido ordenada, tenía algunos ahorros, pero ya se agotaron y vivo de milagro. Además, la dueña del apartamento me espera a que todo cambie para volver a trabajar. Es buena gente, comprensiva conmigo y con otras compañeras”, dice muy convencida.
Dentro del entorno de la charla recalca que extraña brindar cortas alegrías que le producen pocos o muchos pesos. También los piropos que le regalan en la calle, como aquel dicho por un veterano en las guerras del amor: “Muñeca, eres la mejor receta para mi pobre corazón”.
Amor con avances
Sin dar mayores pistas contó su gran secreto para ganar terreno en el campo de los encuentros amorosos. Es su realidad inmediata y la estrategia ideal, según narró.
“Entre semana les pedía dinero anticipado a mis amigos (deja a un lado la palabra clientes), para estar con ellos los fines de semana o festivos. Eso me ha dado resultado porque soy cumplidora del deber. Nunca he quedado mal, pero ahora eso se acabó”.
Suelta una corta sonrisa, y retrocede a sus anteriores palabras para anotar: “Ah, se me olvidaba, debo un anticipo de 200 mil pesos a un amigo que a comienzos de marzo viajó y no ha podido regresar, pero le cumpliré con el favor de Dios”.
Con esas palabras se cerró el diálogo con la mujer que desde hace cinco años regala en Valledupar ‘pequeñas dosis de amor’ y que refleja en su rostro la nostalgia por no seguir trabajando, principalmente cuando la luna da la bienvenida y la noche arropa el pecado.
Ella, solamente espera que pronto el sol despeje el camino de la pasión, esa que tiene muchas rosas, ciertas espinas, para con gusto bien vestida y perfumada volver a sacar su tarea que algunos reseñan como amor comprado, caso de lo narrado en el canto del compositor Armando Zabaleta.
Ay, si yo tuviera pa' comprar tu amor,
yo lo compraba, yo lo compraba.
Cuando estuviéramos en lo mejor,
yo te olvidaba, yo te olvidaba.
Este episodio es la verdad actual. Se encuentra de frente con las soledades del destino donde unas mujeres esclavas del placer, desean que sus sueños se hagan realidad proyectados desde una cama que es el trono más grande que la vida les ha dado.
Mientras tanto, Claudia Lucía al lado de sus compañeras quienes siguen al pie de la letra las prácticas del autocuidado, esperan que el hambre no las borre del universo vallenato, sino que vuelvan a brillar sus ojos cuando den nuevamente las despedidas de amor detrás de las puertas.
Y todos felices, porque la vida enseña que pase lo que pase es mejor sonreír, después de practicar el ejercicio del que nunca nadie se ha cansado…
Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Sobre el autor
Juan Rincón Vanegas
Cultivo de folclor vallenato
Periodista, escritor y cronista, natural de Chimichagua, Cesar y ganador de distintos premios de periodismo con historias del folclor vallenato y sus distintos personajes. Actualmente se desempeña como Jefe de Prensa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.
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