Ocio y sociedad
El jinete loco
No quiero decir su nombre, porque a veces mis escritos causan ampollas sentimentales a descendientes y familiares de los personajes a los que me refiero.
En este caso, no mezclo la creatividad con lo real, para que al lector la verdad le parezca mentira y la mentira la confunda con la verdad. Sucedió por allá en los años treinta, en un pueblo de hermosas sabanas, de floridos árboles de polvillos y puyes, que con sus flores amarillas, anunciaban la temporada de lluvias, allí nació nuestro hombre del cual vamos a ocuparnos.
Saboreó en las primaveras las frutas de cerezas y de las pastelillas, vio a bandadas de mujeres cortar leña y cargarla sobre su cabeza. Después de hacer un nido de trapo que separaba la carga con sus cabellos, recreó su vista con las miles de ovejas blancas que pastaban en los exuberantes pastos naturales.
También fue testigo presencial de las inmensas ganaderías de la hacienda santa Bárbara de Las cabezas y de Leandro. Tuvo camaradería con sus vaqueros y conocía los nombres de los caballos que montaban, por eso, en el mundo vacío en el que quedó más tarde, sólo anidaba en su mente vagos recuerdos de esa época.
Entonces, de la vara más recta de Guayacán que encontró, la cortó y se hizo a la idea que era su caballo, pero no un caballo cualquiera, el de él, era el caballo caminador de Urbano Pumarejo, así que todas las tardes salía en su hermoso corcel a pasear las calles de su pueblo.
Más tarde, cuando su ausencia mental aumentó, se compró un machete al que le sacó buen filo, y portando su nueva funda, lo lucía colgado en el cinto. Muchas veces invitaba a alguna dama o amigo a que se montara en las ancas de su caballo para pasear el pueblo, si el invitado se negaba lo amenazaba con su filoso machete, de esta manera el invitado tenía que ir detrás de él imitando que estaba montado en un caballo y pasear por todo el pueblo agarrado de los hombros del jinete.
A veces galopaba, otras veces emprendía una veloz carrera. Como también hacía un remedo de desmontarse, le entregaba el pisador al compañero y le advertía:
–Cuidao´ me lo dejas suelto, porque te doy un machetazo.
Arnoldo Mestre Arzuaga
Sobre el autor
Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
0 Comentarios
Le puede interesar
Los premios Nobel: más de 120 años laureando talentos
El pasado 10 de diciembre se cumplieron 120 años de los inicios en Suecia de la institución de los famosos Premio Nobel: el singu...
¿Cómo es la vida de las escorts en Cuenca?
Hay una vida desconocida en el amor y la compañía. Las escorts -o acompañantes- son quizás algunas de aquellas figuras que más...
Un sanfernandero de pequeñas cosas a lo grande
Hace mucho tiempo vengo escuchando noticias suyas y ya no me sorprende. Y lo mejor de él es que hace las cosas porque le sale del cora...
El éxito rotundo de ExpoComfacesar: más de 200 millones de pesos en ventas en la primera edición
Con resultados positivos se llevó a cabo ExpoComfacesar, la macroferia organizada por la Caja de Compensación Familiar del Cesar,...
Santa Claus: el gran invento de Coca-Cola
Las fiestas decembrinas son una excelente época para el marketing gracias a uno de los íconos comerciales más importantes de la ...