Ocio y sociedad

Héctor el Curioso

Álvaro Rojano Osorio

08/01/2021 - 05:35

 

Héctor el Curioso

 

La gente habla del cáncer como algo maligno, y resulta que es facilito de sacar. Acá donde me ve, he botado varios sin ayuda de médico. Para eso tengo mi formulita. Usted cree que puede haber enfermedad que resista dos tragos seguidos de agua de concha de guácimo. Tómesela en ayunas y, antes de acostarse, deje que haga su trabajo. Saca el achaque de cualquier rincón del cuerpo y, cuando usted menos cree, lo está botando. 

Ahora no vaya a salir con un machete debajo del brazo buscando un palo de guácimo para desconcharlo, porque eso así no sirve. Le voy a decir la manera de hacerlo, porque sé que es un hombre serio y no lo va a echar para adelante: para cortar la corteza, usted debe estar en ayunas y pies descalzos. La noche antes no vaya a estar con su mujer porque se pierde la cura. No se olvide de cortarla en cruz y amarrarla en la misma forma cuando vaya a cocinarla. Lo que se cocina es la parte blanca de la concha, pero antes de hacerlo hay que emplear unas oraciones. Me dice cuándo lo vaya a hacer para ir a su casa y aplicárselas.

El agua la pone al sol tres días y se la toma como le dije. Vea, uno empieza a expulsar vainas del cuerpo por la orina. Es tan bueno que me hizo salir una flojera que me tenía casi tullido. Es la misma que siempre ha tenido Edward Orozco, el de la esquina de los quedaos, que se ha dedicado a silbar discos que nunca han grabado y a importarle poco la vida. Le dije que para darle unos tragos de agua de guácimo y me dijo que para qué, si él ha vivido su vida feliz entre bostezos y estiraderas de cuerpo.

En estos días fui al hospital y me dijeron que, por mi edad, tenía que hacerme el examen de la próstata. Yo pregunté cómo era eso y me explicaron. Que me deje curucutear por atrás por otro hombre, eso no va conmigo. Para que después me vayan a echar en cara ese asunto tan maluco. Imagínese, tanto que me he cuidado de un pereque de esos. Se entera la mano de desocupados que se sientan todas las tardes frente a la oficina del acueducto, con la mamadera de gallo tocará irme del pueblo porque ya no me llamarán por mi nombre, sino señora. Además, para eso está el agua de guácimo que me cura sin dedo y sin curucuteo.

Héctor, ¿y el agua también sirve para la impotencia? Porque me han dicho que estás en esa lista en la que tarde o temprano todos los hombres estaremos incluidos. Le agradezco que me saque de ella. Y que conste que no necesito usar de esos frascos que vende El risitas, que llaman Toro Macho, que es el que utilizan varios profesores de este pueblo que viven en Barranquilla.

Héctor, perdona que te interrumpa, dame los nombres de alguno de los que toman Mero Macho. No señor, ese secreto está bien guardado. No ve que ellos me tiran de vez en cuando la liga para hacer mis negocios allá en el barrio.

Pero volviendo al tema, yo le digo una cosa: aunque no me vean con mujer de asiento y se burlen de mis bigotes y la boca como Cantinflas, de que las tengo, las tengo. Lo que pasa es que yo soy reservado y hasta de buenas porque me buscan, me llaman. Usted piensa que con ese tapabocas no se le ve la cara de que no me cree lo que digo.

Ahora que estamos hablando de mujer, yo no sé qué le pasa a un señor bajito, que permanece en las oficinas de aquí con unos papeles y unos libros debajo del brazo, bien vestido, zapatos brillantes y hombros parados al caminar, que creo es abogado. Lo menciono porque me he dado cuenta de que consigue mujeres jóvenes, bonitas, gasta su plata y al rato lo dejan. Voy a hablar con mi amiga la venezolana, que se llama María Lionza, para proponerle que le hagamos un trabajo para que dejen de pelarlo.

Aunque sé que usted es incrédulo acerca de todo lo que le estoy diciendo, le aseguro que esa mujer sabe. Fíjese ella fue la que le hizo el trabajo a Juan Palmera para que consiguiera mujer. Ese hombre era tan de malas en el amor, que en los tiempos de los pasquines que salían todas las noches, diciendo que fulano esta con fulana, nunca lo mentaron. Que lo iban a hacer si ninguna la prestaba atención. Tuvo que inventar uno mencionándose como mujeriego, eso me lo dijo su amigo El Quito, quien lo ayudó a redactarlo. Escribieron tanto que cuando los repartieron la gente decía que mejor hubieran publicado una revista.

Sépalo que hay personas que creen en mí y en María. En estos días me busco El niño bonito, para ver si ella o yo sabíamos de una oración contra el mal de ojos. Yo le pregunté que para quién era, me dijo que para un hijo. Si es uno maluco como él, quién lo puede ojear.

Eso está como el boletero y chancero que lo saludó ahorita, el que anda todo el día con un sombrero puesto y en bermuda. ¿Qué puede vender un tipo de esos que al caminar se le nota que lo están trabajando con talón rayado, para que no venda ni una aproximación? Se lo da una vecina en agua de panela, porque ella es chancera y le hace la competencia. Pero como él es hartón lo único que le interesa es tener el buche lleno.

Hablando de buche, usted sabe que yo iba a ver televisión donde su prima, la que vive frente al parque. Bueno, tengo días de no ir por allá por un comentario que hice. Ella le pidió a John Ramón, el marido, que le comprara una máquina para hacer ejercicios. Lo malo fue decirle que no gastara el tiempo en esas vainas porque lo único que le podía servir para bajar la tinaja que le colgaba en la cintura, era el agua de guácimo. Desde ese día no pude ver Pasión de Gavilanes, que estaba tan buena, porque más nunca me ha dirigido la palabra.

Por ahí vino un charlatán diciendo que tenía la cura para el Covid- 19, que había fabricado con cien plantas que trajo de la selva del Amazona. Lo anunció todo el día por radio “Pluta”, pero eso es pura quiebra. La formula la tengo yo, pero el que la quiera le vale un jurgo de plata.

Lo dejo porque tengo que charlar con una gente por allá que me está esperando. El día que necesite de María Lionza, de unos tragos de guácimo o de picha de zorro guache, avíseme sin pena, que ahí estoy para servirle. Y si quiere saber los nombres de los profesores tomadores de pastillitas hágale la cacería los sábados en el Paseo Bolívar de Barranquilla, que dos de ellos van a buscarlas donde un embolador que se las guarda.

 

Álvaro Rojano Osorio

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

1 Comentarios


Leonardo Fabio castillo 08-01-2021 12:59 PM

Joda vaina buena Alvarito, yo pienso que se debe pasar un rato agradable hablando con éste señor de todo su andar y de todas sus vivencias Felicitaciones por tan agradable relato

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