Ocio y sociedad

Somos más que acordeón

Diógenes Armando Pino Ávila

26/03/2021 - 05:15

 

Somos más que acordeón
Imágenes del 18º Festival Internacional de Poesía de Bogotá sede Valledupar, organizado el 26 y 27 de mayo de 2010 / Foto: archivo personal de Diógenes Armando Pino Ávila

 

Monitoreando en la prensa nacional e internacional los eventos significativos que hacen de la Cultura algo de dignidad y orgullo para las personas, países y gobiernos, no sin el pesar de lo que ocurre en el plano nacional, departamental y municipal, me encontré con que el Ministerio de cultura de Francia condecora en Montevideo a la poeta uruguaya Ida Vitale, otorgándole el grado de «Commandeur de la Orden des Arts et des Lettres» como reconocimiento a su obra poética y como traductora de libros del francés al español y viceversa.

La noticia me alegró y al mismo tiempo me llevó a recordar con algo de nostalgia la realización del 18º Festival Internacional de Poesía de Bogotá sede Valledupar, organizado el 26 y 27 de mayo de 2010. En que compartimos con un selecto grupo de poetas de talla internacional, entre ellos: los uruguayos Ida Vitale y Enrique Fierro, el brasilero Ledo Ivo, el cubano Pablo Armando Fernández, los mexicanos Marco Antonio Campos y José Ángel Leyva, el venezolano Juan Calzadilla, el chileno Jaime Quezada. Al año siguiente vinieron cubanos, guatemaltecos, españoles, cubanos, etc.

La nostalgia me invadió, por cuanto en ese entonces, durante la gobernación de Cristian Moreno Panezo, la Biblioteca Departamental Carrillo Luque tenía un presupuesto acorde a las actividades que requería y aún requiere la cultura. En ese entonces, la Biblioteca departamental bajo la dirección de la doctora Mónica Morón lideraba una serie de actividades a nivel departamental que iba desde compra de libros a escritores del Cesar para dotar a todas las bibliotecas de la red con textos patrimoniales dando a conocer e impulsando la ardua labor de escribir en un medio donde no hay cultura de compra de libros.

Encuentro entre poetas durante el 18º Festival Internacional de Poesía de Bogotá sede Valledupar (2010) / Foto: archivo personal de Diógenes Armando Pino Ávila

La Biblioteca Departamental había dividido el departamento en tres nodos (Norte, Centro y Sur) cada nodo de éstos bajo la dirección de un coordinador que a su vez supervisaba a profesores y escritores que dictaban todos los sábados un taller de “Lectura recreativa y escritura creativa”, en forma continuada en todas las bibliotecas municipales del Departamento, taller que recibían más de mil niños cesarenses, para sustraerlos del clima violento y convulso de los territorios, donde, según palabras del siempre recordado amigo (ya fallecido) Carlos Guevara, encontrábamos que muchos niños habían involucrado en su vocabulario el mundo de la guerrilla y los paramilitares y hablaban con naturalidad de masacres, cilindro bombas, estopines y mecha lenta.

La biblioteca Carrillo Luqúez, organizaba taller de escritura dirigido a los jóvenes escritores del departamento, estos se realizaban en Valledupar y asistía una camada de jóvenes poetas, estudiantes universitarios y profesionales interesados en la escritura. La biblioteca era el tertuliadero permanente de poetas, escritores, teatreros y pintores de Valledupar y el departamento. Ahí en esas tertulias y las noches tomando café en el Parque de las Madres se intercambiaban temas, libros y poemas que mantenían el flujo cultural activo.

Ahí descubrí que Valledupar y el Cesar, en cuanto a cultura se refería, era mucho más que vallenato y acordeón, allí encontré una ebullición de talentosos jóvenes que escribían poemas, que soñaban con clepsidras detenidas exudando versos, con pintores de pupilas multicolores y de iris deslumbrados con la vista fija en horizontes pincelados de tonalidades aún desconocidas. En ese Valledupar, me encontré con narradores de plumas exquisitas que escribían historias inéditas de mundos creados al interior de su burbuja de fantasía cuyos personajes pugnaban por escapar de la ficción y convivir con la realidad. En ese Valledupar, había noches donde la luna se convertía en esa celestina que bajo sus plateados rayos permitía el encuentro de poetas y público amantes del poema en lo que se llamó “Recital de luna llena” que se hacía en un patio de una casita de bahareque con techo de palma en ese Valle viejo.

La biblioteca perdió su presupuesto y, por tanto, perdió la capacidad de liderar y auspiciar estos eventos. Ojalá el señor gobernador Luis Alberto Monsalvo y la Duma Departamental miren sin prevenciones lo que se hacía en el pasado y retomen sin recelos estos programas, con ello le harían un gran bien a la cultura del Cesar y mostraríamos ante el mundo que Valledupar y el Cesar tienen un potencial cultural inexplotado y, que, si bien es cierto que la música de acordeón existe, es buena y valiosa culturalmente y nos conocen por ella, también es bueno que conozcan que hay algo más.

La literatura, las artes plásticas y demás manifestaciones culturales del departamento no pueden seguir ocultas, hay que rodar un poco el acordeón y la parranda y mostrar que somos más que eso.

La poeta uruguaya Ida Vitale junto a los escritores cesarenses Diógenes Armando Pino Ávila y Pedro Olivella / Foto: archivo particular de Diógenes Armando Pino Ávila

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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1 Comentarios


Álvaro Maestre García 27-03-2021 10:51 PM

El primer gran error de las administraciones posteriores a la de Moreno, fue invadir de nuevo a la biblioteca de oficinas burócratas, quitando espacios a la cultura y cerrar la Sala de Exposiciones para dársela a una empresa de comunicaciones privadas.

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