Ocio y sociedad

Los Visionarios del barrio San José: pioneros de Codazzi

Luis Carlos Guerra Ávila

08/09/2023 - 05:15

 

Los Visionarios del barrio San José: pioneros de Codazzi
Monumento a las guitarras en Codazzi / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

“Él está sentado sobre la bóveda de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina y los despliega como una tienda para morar” (Isaías 40,22).

 

Siempre que rememoro mi barrio, no puedo dejar de imaginar los mejores momentos de mi vida: la infancia, la juventud y el comienzo de mi etapa adulta. Evoco a los personajes y descubro que, aunque fue una época difícil, superamos obstáculos para lograr el futuro que hoy es nuestro presente.

Me impresiona la forma en que se construyeron sus calles, viviendas y el agradable, aunque a veces ruidoso, entorno durante los fines de semana cuando había farras, parrandas y fiestas. También recuerdo cómo cada individuo se distinguía por su personalidad y cómo cada persona se hacía notar con sus propias características, ya sea por sus modales o su comportamiento en el ambiente social del sector. Esto se debía a las circunstancias de los oficios que desempeñaban, empezando a vivir en carne propia la historia de nuestro querido barrio San José.

Estos personajes se diferenciaban del resto de los habitantes porque adquirieron rutinas en su comportamiento que los identificaban y, de una u otra forma, contribuyeron de manera notoria al desarrollo de la cabecera del municipio. Algunos se volvieron famosos, entre comillas, en los corredores, pasillos y esquinas, que eran verdaderos centros de tertulias e información. Uno de estos personajes fue el señor Fernando Gómez, quien tenía un televisor donde toda la gente del barrio íbamos a ver los programas de esa época, como "El Libro Gordo de Petete", "Vida del Siglo XX" y otros.

Lo peculiar de nuestro vecino se manifestaba los fines de semana cuando tomaba sus tragos. No era raro que en cualquier momento saliera con un balde de agua y nos mojara o soltara a sus perros guapos que tenía en su casa para asustarnos. Cada vez que lo hacía, se reía y nos burlaba. Luego, se montaba en una camioneta que tenía y le decía a un mudo que trabajaba con él de ayudante que se montara y recorría a alta velocidad todas las calles del sector, intentando estrellarse con las casas y frenando en las puertas en seco, lo que causaba temor entre los vecinos. Después soltaba carcajadas y se burlaba de forma jocosa y amigable de sus amistades. El mudo se ponía de color amarillo con ganas de hablar. A pesar de esa actitud, nunca tuvo un accidente en el barrio y gozaba de la simpatía de todos. Esta personalidad llevó a los moradores a apodarle "El Loco Fernando".

El barrio comenzó a crecer y llegó Pedro Herrera, quien venía de la región del Magdalena junto con su esposa, la señora Delmira. Colocaron una colmena y comenzaron a vender petróleo, carbón y guineos maduros. A Pedro, por cariño, le decíamos "Pellito". Fue el primero en tener un congelador de tabla forrado con zinc y emprendió el negocio del hielo. Era una persona maravillosa, noble y sencilla.

Su característica más notable se manifestaba cuando se embriagaba. Contrataba un carro de mula por horas de un señor que vivía al lado del cementerio. Con una botella de caña y una radio de la época, recorría todas las calles de San José. Eso sí, bebía solo, y cuando se emborrachaba, se quedaba dormido encima del carro. Luego, en horas de la tarde, lo llevaban a su casa después de haber visitado a varios amigos y haber estacionado el carro de mula frente a las casas para brindar un trago.

Además, a las seis y media de la tarde encendía una lámpara que tenía una caperuza y alumbraba alrededor de dos cuadras alrededor de la tienda, lo que nos motivaba a reunirnos muchos jóvenes hasta altas horas de la noche.

A la vuelta de mi casa llegaron unos vecinos que venían de Chibolo, Magdalena. Eran varios, y la calle se conocía como la "calle de los chiboleros". Siempre andaban juntos con sus mujeres. El jefe de todos ellos se llamaba Elías, y su señora era Alicia, razón por la cual nunca quitaba el disco "Alicia Adorada" de Alejo Duran. Cuando ya estaban bastante bebidos, se iban en grupo hacia lo más alejado de San José. No sé por qué les gustaba beber por allá. Solían jugar dominó con el grupo de los ladrilleros, una familia que se había establecido en las afueras del barrio, al final de la calle.

En las horas de la madrugada, solían salir peleando y se lanzaban piedras. Los ladrilleros las arrojaban desde el sitio donde se encontraban, sin acercarse, y cuando llegaban a la esquina de sus casas, salían el resto de los Chiboleros con sus mujeres y se desataba una batalla campal. Afortunadamente, nunca se hicieron daño, ya que las piedras caían y rompían los techos de las casas.

No puedo dejar de pensar en la primera vez que escuché un bolero. Claro, en la esquina opuesta se mudó Don Hugo de Brigard, quien jugaba al billar todos los domingos, siempre con sus amigos del barrio: Efrén, Laureano, Ospino y unos mecánicos que tenían un taller. Cuando regresaban por la tarde, él sacaba un equipo de sonido y ponía rancheras y boleros. Esto se volvió una tradición. Pero antes de que él llegara en la noche, su esposa, la señora Esther, ponía porros. Sin duda, es imposible no recordar estos momentos que dejaron una huella en todos los residentes y vecinos.

Más abajo, construyeron los Lafaurie, cerca de los Becerra, una mujer trabajadora del barrio y su hijo Jorge, quienes también eran moradores y contribuyeron al desarrollo, al igual que los Gutiérrez y los Lara.

Había un señor que fabricaba bloques de arena y también arribó en esa década, la verdad nunca le supe el nombre, le decíamos Cartagena, porque era de allá, no se le conoció familia, siempre vivió solo. Tampoco se necesitó médico, pues se mudó una señora que le decían la Doctora Ana y era la curandera, recetaba y curaba a través del Doctor José Gregorio Hernández.

Conocí muchas Familias que llegaron, pero se marchaban, no duraban viviendo, caso puntual Los Fierro, Los Henao, Los Chacón, Los Cala, otra familia que llegó y fue acogida fue la señora Dorlisca y su esposo Efraín Velandia quien tenía un almacén en el centro, llamado la “Repela” y lógicamente su hijo Franky quien era el que jugaba con nosotros.

Imposible terminar esta historia de estos ilustres personajes, que sobresalieron de alguna forma en su arraigo cultural, sin nombrar a Barrera, excelente maestro de obras y la señora Telmira, mujer pujante y servicial; a Chenga, como cariñosamente le decíamos, y a mi papá José Camilo Guerra con mi madre Edilsa Ávila, por supuesto, fundadores de las Fiestas Patronales del San José. Mi padre era parrandero, pero gozaba de una particularidad, todos los habitantes lo querían, recuerdo que el médico Hugo Soto Cabrera le decía “el Chacho del San José”, pues en época de elecciones políticas le colocaba una buena cantidad de votos.

Todos los amigos del barrio tenían su apodo a mí me decían “el tachi”, apodo que aún llevo con orgullo, y una vez cuando iba a ingresar al Banco de Colombia, una trabajadora social, llegó hasta la casa y mi papá estaba sentado en la puerta, por lo que la señorita le dijo –“¿buenas tardes?”- mi padre le contestó –“buenas tardes, señorita ¿que se le ofrece?”- dijo ella –“gracias, ¡mire! busco al joven Luis Carlos Guerra Ávila”- como buen San Diegano , torció la boca, frunció la frente tratando de colaborarle a la muchacha, pero con un gesto negativo le respondió, -“!mire! Yo vivo hace mucho rato en este barrio y le aseguro que ese señor no vive por aquí, búsquelo más abajo, este barrio ha crecido mucho”-.

Mi mamá estaba oyendo la conversación y le gritó desde adentro: - “¡ve… José Camilo! Ese es el tachi… ¡tu hijo!”-

Posdata: El barrio comenzaba en la casa del señor Llanos, en la carrera 17 calle 15, y se extendía hasta la esquina de Laureano, antes del colegio Club de Leones, en la carrera 21. Después, muchas familias se mudaron, incluyendo al señor Julio Olivella, los Mesa, los Lafaurie, los Gutiérrez y otros. Sé que en estos recuerdos a veces se olvida a alguien, lo cual queda en la imaginación de los lectores.

 

Luis Carlos Guerra Ávila

Tachi Guerra

Sobre el autor

Luis Carlos Guerra Ávila

Luis Carlos Guerra Ávila

Magiriaimo Literario

Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).

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