Opinión
El hombre de las palabras de seda

Ahí, frente a la cancha de fútbol de la entonces Escuela de artes y oficios, de cara al hotel de Turismo de la señora Julia Alarcón, me lo presentó mi papá, aquella mañana sesentera, cuando lejos distaba el viejo Valle de erigirse en capital. El monte estaba cerquita, irrumpía la ‘civilizacion’ más allá de La gran vía, el comisariato de Héctor Plata, enclavado donde hoy opera el banco Colpatria, a pocos pasos de la actual sede del gobierno departamental.
Desde entonces, a pesar de mi cortísima edad, aprecié en él la levedad admirable, en cada palabra que compartía, en las frases con tono suave, como pisadas de gato sobre alfombra mullida, sin pretender imponer su criterio, pero seguro de que, cada expresión suya tenía una carga de profundidad basada en hechos vividos y, cuando se trataba de política, fundada en la admiración que profesaba, sin disimulos, a amigos de toda la vida, sin pregonarlo ni ‘sacar pecho’ por ello.
Cualquier día de aquellos, me saludó con la mayor formalidad, al encontrarnos en la bomba de Nuñez V., mientras hacía tareas con Rubén, cuando cursábamos la primaria en el glorioso Ateneo El Rosario. Como si adivinara, me regaló un níspero, de los del ‘palo’ frondoso del patio de su vecino, el ilustre Clemente Quintero. De ahí en adelante nos encontrábamos en todo lado, en la plaza Alfonso López, en “La Bolsa”, por la calle del Cesar, a la entrada de los salones carnestolendicos…
Muchos años después, nos reencontramos, luego que regresé a la ciudad, desempeñándome como subdirector de la Cárcel de distrito judicial de Valledupar, donde conté por muchos años con la gran ‘Tota’ Uhía de Baute, su suegra, colaboradora de primer orden en el apostolado carcelario, con las inolvidables Pema Hinojosa, Omaida Eljach de Campo, Alma Bonfante Cañate, la esposa de don Fermín Medina y más damas de buen corazón que ayudaron, sin reservas, en esos tiempos de precariedad presupuestal y de inacabables necesidades; como recuerdo la labor mesiánica y silenciosa, en ese sentido, de la señora Elvia Cerchar de Gnecco y la servicial, Nurys Cerchar.
Cada día y noche afianzamos nuestra relación desinteresada, sin encuentros concertados, pero disfrutándolos cuando se producían, conversábamos felices, cuidándose siempre de destacar las condiciones de mi padre, la inteligencia del, poste emocional que destacaba, Doctor Álvaro Araújo Noguera, las capacidades de Alfredo Cuello Dávila, el soporte primigenio que fueron para la región, el Cacique Upar, Pedro Castro Monsalvo, Rafael Escalona, mi padrino Crispín Villazon de Armas, Aníbal Martinez Zuleta, José Antonio Murgas, Alfonso Araújo Cotes, Pepe Castro, La cacica Consuelo Araújo Noguera…
Le complació, en grado sumo, cuando en 2014, en uno de esos “arrebatos” del alma, organizamos con Sarita Araujo, desde la Oficina de Cultura Municipal, durante la pulquérrima obra de gobierno de Fredys Socarras Reales, la Casa del Festival, con realización de exposición de pintura y más eventos culturales, incluida La Palabra Encantada, uno de cuyos ‘convites’ más elogiado, fue encuentro conversacional con el maestro Jorge Alí Triana y el exitoso escritor vallenato, Loncho Sánchez Baute, pese a lo cual, cada vez que me (re)encuentro con él me toca presentarme, y por eso, me pregunto: ¿cómo sería si yo tuviera la estatura del queridísimo Pinde García?
Caso aparte era hablar con él, de don Guillermo Baute, hombre de bien, de servicio y de buenos ejemplos, primer gerente de la lotería La Vallenata, en gracia de esa circunstancia, cuando laboré en esa querida entidad, varias veces conversamos en la sede, aprovechaba la ocasión para ponderar de quién fue, más que suegro, un hombre a quien admiraba sin reparos. Surgía de inmediato un punto de encuentro afectivo, relacionado con el dirigente de futbol más eficiente y desprendido que ha tenido Valledupar, Nolberto Baute, cuya égida no ha alcanzado todavía los homenajes, que no recibió en vida, pero sigue mereciéndolos, desde su dedicación al equipo de balompié comarcal, Millonarios, el mejor organizado, con numerosos logros y gravísima recordación.
Permanece en mi recuerdo el racimo de llamadas que me hizo, apenas escuchó, por vez primera, Las cosas Del Valle, el segmento de los viernes, en La Verdad y Punto, por Radio Guatapuri, gracias a la generosidad del emancipador, Carlos Cadena Beleño, el hijo epónimo de Zapatosa, resiliente pueblo del Cesar, a orillas de la majestuosa ciénaga que lleva su nombre. Reconoció la importancia de abordar temas del viejo Valle, para que las actuales y las nuevas generaciones conserven y enriquezcan la tradición cultural, la oralidad, el ser vallenato como actitud de vida y robustezcan la gratitud, el reconocimiento de quienes hicieron y hacen, tanto, por nuestra tierra amada, para confirmar lo que afirma la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata: ¡Honor a quien honor merece! Me obsequió el libro, Mitología vallenata, de su hijo Alonso, algunos recortes de prensa y sus puntos de vista acerca del tema inicial. Lo llamaba, me llamaba y hasta poco antes de partir, nos encontrábamos en centros de salud, siempre con el ánimo dispuesto, hasta cuando llegó su momento de atender el llamado de Dios. Con Astrid, sus hijos, familia y amigos, sentimos su partida. Don Loncho Sánchez Mejia, disfrute su merecida estancia celestial, gracias infinitas por su cariño, por su ejemplar condicion de hombre de bien, por su afecto impostergable, ¡misión accomplished!
Alberto Muñoz Peñaloza
Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.
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