Opinión
Dios, Bergman y Schütz

Ingmar Bergman parece haber leído a Schütz.
Antonius Block, un caballero que acaba de regresar a su natal Suecia después de 10 años de estar en las cruzadas, reta a la muerte a una partida de ajedrez para intentar salvar su vida: si le gana, no tendrá que irse con ella. Prolonga la partida. El conflicto entre razón y fe lo tortura. Teme la muerte. Quiere la cercanía de Dios –o del científico social– quien cumple la función comprensiva qué Schütz opone a la descriptiva, como la función por excelencia de la sociología.
Antonius Block hace trampa en la partida de ajedrez. Quiere tiempo para reconstruir su significado del mundo. Ve a su escudero Johs, para quien no es más que un bufón:
-caminar sobre sus pies
-girar la cabeza sobre su cabeza
-decir <>
-sin dejar de mirar sus pies
-sin dejar de decirse <>.
Ve a María y José, artistas acróbatas, con su pequeño hijo como signos del arte y del amor. También, como signos del futuro.
La muerte sigue a María, José y su pequeño hijo, quienes viajan en una noche tenebrosa. Antonius Block distrae a la muerte, la conduce hacia él. Su encuentro y conversación con la familia de artistas –la simultaneidad– le ha hecho comprender. Le ha hecho ser Dios. Jaque mate.
Orietta Sofía Cotes
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