Opinión
Guacaó, Guacaó, Guacaó
“Guacaó: Que la voz de esa ave mitica y legendaria trascienda en la voz de sus herederos! Larga vida a Guacaó”,
Yarime Lobo Baute.
Llovía a cantaros, me hallaba en la esquina de la Carrera 8 con Calle 14, ya no había tiempo para resguardarse. El agua se vino con todo mientras miraba con detalle la fachada de la esquina que remata en el encuentro de sus puntas con una pequeña y ensanchada torrecilla de dos pisos que te recibe con puerta y balcón, y que bien podría asemejarse al balcón de la “Casa en el aire”.
Hay que precisar que dicho balcón deja la lectura de ser salida de la nada y a la inmensa nada de los aires, pareciera conducirte en medio de ese aguacero que pudiera navegarse sobre barquitos de papel danzando al compás de las brisas cargadas de gotas que condensan el rio frio que baña estos valles surcando gota a gota el alto cielo para llegar -por qué no- al puerto de los cielos, en aquella casa en los aires donde ahora habita quien se la inventó, pero no, es sólo un parecer propio de esos anhelos que nacen y crecen en los corazones de quienes viven y transpiran este territorio.
Detallé con mirada acuciosa aquel balcón, algo había en el barandal, con la lluvia parecía ser un punto con negrilla, un pequeño monumento tipo monolítico aferrado a un listón que a medida que mi mirada agudizaba la retina se iba haciendo claro que era más que un punto, mucho más que un monumento, era un enigmático pájaro que se posaba orondo y tranquilo sobre el barandal haciendo caso omiso al torrencial aguacero.
Mis oídos se hicieron más y más audibles a pesar de los rayos y centellas que le hacían complemento al sonido de las copiosas gotas que caían del cielo, entonces el sonido cogió un matiz distinto, como si aquel pájaro del barandal dirigiera una orquesta, era una orquesta de aves cuyos cantos salían del interior de esa esquina.
Mi sentir tomaba sustento al acordarme de aquella leyenda kankuama, que habla de un pájaro similar al de aquel barandal, lo llaman “el Guacaó, precisamente por ser un pájaro extraño del que nadie conoce su real figura y color, no se sabe con exactitud si es un punto o tiene color, tampoco dónde habita, pero lo que sí sabe es que inicia su recorrido en tierras planas de Badillo, Patillal y La Junta (Guajira) y a medida que va acercándose a la Sierra comienza a pregonar en su canto la suerte y el futuro de la región”.
A diferencia de los toches o turpiales, que se les suele ver en los humedales de agua dulce, en las zonas inundadas y en los bancos de los ríos, prefieren siempre los campos abiertos y son abundantes en esta región. Lo cierto es que el Guacaó y el toche son dos pájaros cantores y lo que mis ojos del alma estaban viendo era semejante a una orquesta dirigida por un Guacaó y cantando un sinnúmero de toches con sonidos que emitian armoniosos y embelesadores del interior de esa esquina de balcón.
Observaba las dos calles que enmarcan esa esquina, estaban cargadas de agua que corría falda abajo buscando llegar a encuentro de la Calle Ancha, en su correr se formaban estelas, muy similares a las que de niña aprecié desde las playas que bañan la Perla del Caribe, esas estelas que se formaban en el mar al paso de esas gigantes embarcaciones que arribaban día tras día el puerto de Santa Marta, cualquiera fuese el tamaño de la embarcación una estela dejaba a su paso reflejada en el olaje del mar, cual surco que marcara un camino dejado, rastros de espuma y agua removida dejados tras de sí en esa inmensa superficie del agua.
Algo similar ocurría aquí, los carros pasaban y a su paso dejaban esas estelas que como surcos marcaban el camino que mágicamente se estrellaban en las faldas de los andenes de donde se levantaba como faro esa torrecita de esquina donde esta posado ese pájaro enigmático. Siempre me llamó la atención el término “Estela”, bello nombre del griego, στήλη, stēlē; plural, στήλαι, stēlai y del latín stela; plural, stelae, cuyas mezclas terminan denominándolo para el entendimiento Universal un Monumento, que usualmente es monolítico con inscripciones, en forma de pedestal que se erige sobre el suelo y tiene una función conmemorativa, religiosa o geográfica. En ella se inscriben textos, signos, símbolos, y figuras, describiendo el porqué de su ubicación, constituyendo importantes documentos para arqueólogos e historiadores.
Las estelas conmemorativas se erigieron desde fechas remotas, por pueblos de diversas culturas y regiones. De hecho, en Valledupar tenemos un Monolítico a gran altura que llamaron Obelisco, una estructura de cemento de treinta (30) metros de alto diseñado por el colega Carlos García como un “homenaje a la vida” que nos recibe y despide cada vez que entramos y salimos por la vía que conduce a Bosconia (Cesar) dejando estelas que se prendan en nuestras visuales como ese hito grisáceo y grandioso que siempre allí nos recuerda eso: la vida que tiene Valledupar en el alma de todo aquel que le frecuenta una y otra vez.
El nombre Estela es de origen latino, es un nombre afectivo de origen medieval derivado del italiano Stella y en parte refleja la devoción por “Maria Santissima della Stella”. El significado del nombre Estela es “Estrella de la mañana”. ¿Por qué cuento eso? Porque nunca antes había visto formarse “Estelas en los llanos” y lo vi en el Macondo de mi Corazón, vi cómo surcaban las estelas en los Llanos que forman esas vías de la octava y la catorce, y María Santísima de la Stella. Ver eso me hizo comprender que ese pájaro extraño que apodan Guacaó era el mismísimo amor, que atraía esta simbiosis de estelas y llanos en pleno aguacero cual si fuese un cortejo que se magnificaba al posarse en las llanadas de donde emerge esa torrecita de esquina.
Ver Estelas en los Llanos que asemejan esas vías fue para mí idílico y majestuoso, sentí la voz, la voz de ese pájaro Guacaó hacerse sentimiento y tornarse suave y femenina al extenderse en una nota prolongada y apacible a lo largo de esos llanos inmensos en perspectiva que envolvían en su extensa pradera hecha vía bañada en aguas que corrían esa voz inmaculada que no cesaba de cantar teniendo como coros esos turpiales que secundaban su canto, lloviese o hiciese sequía ese espacio de la esquina escondía tras de sí el embrujo de aquella voz que todo lo hacía primavera eterna así lloviera y corriera por los llanos de las vías que lo cruzan en un torrencial diluvio.
Me quedé unas temporadas de corto y a su vez largo alcance. Me mojé toda, toditita, al mejor estilo de aquellos cantos infantiles que solía cantar emocionada cada vez que podía bañarme bajo la lluvia: “Que llueva, que llueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan. Que sí, que no, que caiga el chaparrón…”. Literalmente, caía el chaparrón y yo allí feliz como típica niña de barrio de los tiempos de la cometa, observando y observando la fusión de la Estela con los Llanos con el consentimiento del pájaro extraño y vi otro milagro que extasiaba mi ser e insaciable deseo de ver más allá de lo aparente: tres pájaros tipo turpiales emergieron de tal conexión, parecían hermosos pedestales cada uno con estilos distintos, pero en definitiva llevando consigo aquella extraña y maravillosa mezcla que emerge cuando las estelas se adentran en los llanos.
Son estas aves al mejor estilo de los frutos el equivalente a esos monumentos que describen entre signos, símbolos y figuras la existencia de esta bella historia de amor del cruce entra una estela y unos llanos que trajeron como resultado el hacer de aquel pájaro extraño una voz audible y sentida que se puede ver y escuchar en esa esquina cuya construcción parece un pedazo extraído de aquella casa que queda en los aires y habita a sus anchas el pájaro Guacaó.
Abro y cierro los ojos, ya no estoy al frente, ahora estoy dentro de ese espacio, me acompañan mis padres Elfido y Elizabeth, saludamos literalmente a los anfitriones de ese espacio, son ellos Estella Durán Escalona y Carlos Llanos, la una el fiel reflejo cuando canta de un pájaro turpial y el otro un gestor cultural indeclinable, amigo y esposo de esta bella mujer. Nos saludan también sus hijos, Lía, Amia y Mario, verlos es ver esos tres turpiales cada uno a su estilo y estella, con sus llanos trazados buscando cada uno por separado pero juntos ser felices, principio y final de estar y permanecer en estas tierras.
Ese espacio de esquina es un emprendimiento cultural, que contiene dentro de sí una oferta cultural compuesta por presentaciones que convocan a representantes de la familia de aquel que llamaron pájaro guacao: Rafael Escalona, son ellos Santander Durán Escalona, Stella Durán Escalona, Mario Llanos Durán y Amia Escalona; apoyados por otros amigos y reconocidos cantautores del género, como Rosendo Romero, Sergio Moya Molina, Isaac Carrillo, Gustavo Gutiérrez, Ivo Díaz, Rita Fernández y Freddy Peralta. Qué regalo y privilegio estar allí, no sólo para mí, sino para todo nativo y todo aquel que desde afuera quiera disfrutar la esencia, el origen y el piso y peso de la Leyenda Vallenata.
Tenía hambre, era tarde noche ya, para mi alegría pude ver que también era un restaurante, un bar y una preciosa galería donde podía extasiarme viendo fotografías de la gran mayoría de esos turpiales que momentos antes escuché haciéndole coro al Guacaó, eran fotografías de cantautores, compositores y acordeoneros que han alimentado este vallenato tradicional y que han dejado parte de su vida y existencia en el apoyo y en la promoción de esta expresión cultural, de ese vallenato valioso, poético, romántico y costumbrista.
Sentí nostalgia, ensoñación, vi a la entrada unas escaleritas plegadas al costado de la entrada principal, las observé y me adentré en ellas, conducían a aquel balcón, subí y cuando abrí la puertecita para ver el balcón todo se hizo color, ese pájaro extraño tomó unos colores mágicos y desplegó sus alas al infinito cielo que se hacía un bosque plagado de estrellas de la mañana en plena noche, era increíble lo que mi espíritu experimentaba, pude apreciar el trayecto que en ascenso buscaba el enigmático pájaro Guacaó, la luz de las estrellas por momento iluminaron su destino final, era una casa similar a la de esa esquina, tenía el mismo balcón y barandal donde muy orondo se volvió a posar, pero quedaba en los aires, era eso, la Casa en el Aire del pájaro GUACAÓ.
P.D. Esta columna es un homenaje al loable esfuerzo emprendedor que viene haciendo una preciosa pareja de todos los tiempos, Estelita Duran Escalona y Carlos Llanos, un homenaje a ellos y sus tres maravillosos hijos, larga vida a su maravilloso emprendimiento llamado Guacao´, porque la leyenda vive, vive a través del canto de ustedes.
Yarime Lobo Baute
Sobre el autor
Yarime Lobo Baute
Obras son amores
Soy la que soy: Mujer, Artista desde mi esencia, Arquitecta de profesión, Fotógrafa aficionada, Escritora desde el corazón y Emprendedora por convicción. Una convencida de que la OBRA está más allá de los cementos, son cimientos que se estructuran desde el SER, se traducen en el HACER y traen como consecuencia un mejor TENER.
Las OBRAS son esos AMORES intangibles y tangibles que están por encima de las mil y una razones.
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