Opinión
El espíritu guajiro
Todas las muertes duelen, entre el círculo familiar o entre el círculo social, pero hay unas que, además de la conmoción, motivan la reflexión sobre las circunstancias de la sociedad en donde se producen.
Por lo anterior y motivado por el suceso de la muerte del ginecólogo, Ricardo Rafael Rodríguez Brochero, a mano de su primo “hermano”, el abogado Nilson José Solano Brochero, me ha llegado la motivación para comentar sobre algunos sucesos que han marcado la vida en el departamento de La Guajira, al cual estoy vinculado por mis ancestros, que reflejan un espíritu un poco generalizado y que ha producido muchas muertes y con ello, naturalmente, mucho dolor y división social en una región donde la inmensa mayoría de sus habitantes es gente buena.
En la vida de la Guajira colombiana, han "crecido" muchos personajes que han encarnado el espíritu violento que, de manera irracional, han conducido a sus familias y parientes por el despeñadero de la desgracia, a causa de la siniestralidad que encarnaron. En cada pueblo de La Guajira “nacieron” o “crecieron” elementos que, tal vez, llevando al extremo la patología del machismo, han llenado de temor y dolor a sus coterráneos. También se han dado múltiples casos, en que los propios “padres” hacen grupos delincuenciales con sus hijos, que terminan naturalmente, exterminados por el delito y la desgracia aciaga, a la que los mismos “aspiraron” y, también, han trasladado a otras zonas del país esa violencia que surgió en sus pueblos de origen, no pocas veces, por alguna trivialidad que consideraron una ofensa irreparable.
“Se amontonan en mi mente” y, seguramente, de los que lleguen a leer este artículo, los nombres de esos sujetos siniestros y desgraciados (bellacos), que han hecho de la vida de este pueblo, mayormente hospitalario, un campo minado y donde la vida pende de la misericordia de Dios y el espíritu demoníaco que se encarnó al interior de esos seres que nacieron para amenazar la convivencia humana. Seres que a través de las armas esconden sus impotencias, distorsiones del carácter, frustraciones, carencias y debilidades.
Esto ha permitido que, en La Guajira, escenario qué nos ocupa, se hayan entronizado acciones delictivas, como el contrabando, el atraco a mano armada, el robo, el marimbeo, antes, y el narcotráfico, ahora, la corrupción y todo tipo de atropellos y agresiones; como medios "ilícitos", para alcanzar los objetivos económicos, poder y evitar la vida incómoda que, finalmente, arrastra el odio y a todo lo que de él se deriva.
Familias enteras, de La Guajira, han visto morir sus esperanzas en el gatillo de un siniestro personaje al que le provocó segar la vida de un hombre o una mujer buena; llenando de luto y dolor donde debía florecer el amor y el esfuerzo: recuerdo un estudiante de Derecho en Los Haticos, un Abogado en Villanueva…un Médico en Barrancas, entre otras muertes inútiles e irracional.
Ser denominado popularmente con el apelativo de “El Guajiro”, sin más prefijos ni sustantivos; en cualquier parte de Colombia, es ser tenido por un ser peligroso, del que es mejor ser “amigo” que enemigo, un vecino incomodo, de carácter indescifrable o dispuesto a todo, y siempre acompañado de un arma de fuego. Por este pequeño grupo de indeseables, La Guajira ha sido “tierra fértil” donde han “florecido” todos los fenómenos violentos que han azotado a Colombia y donde han sido famosas las venganzas entre familias, en las que unos cuantos bellacos han condenado al resto de la prole, y relacionados, al exterminio.
Por lo anterior, para algunos oriundos de La Guajira, un altar para la idolatría y la representación de su espíritu puede estar representado por: tres botellas de “trago fino”, dos armas de fuego, un carro de alta gama y un equipo de sonido, en donde suena un vallenato con un volumen lo más alto posible; cuyos adoradores difícilmente se pueden mantener en pie, por lo efectos del licor. Así fue el “altar” que la víctima de aquella infausta “parranda” le había enviado a su esposa, a través de un vídeo, minutos antes de morir por una bala que salió, accidentalmente, de la pistola de su primo “hermano” a quien, supuestamente, estaba protegiendo de una tragedia, pero que, dolorosamente, resultó ser su propio victimario.
Lamentablemente, las mujeres oriundas de La Guajira, padecen con frecuencia de la angustia de los “malos presentimientos”, como lo manifestó, después, la hoy viuda del infortunado Ginecólogo, por el conocimiento del ambiente en que se montan los “compartir” en La Guajira. Son innumerables las ocasiones en que, no solo en La Guajira, sería injusto desconocerlo, en que una reunión, que se ha planeado para celebrar, termina dejando impresionantes casos para lamentar, porque quienes disponen lo necesario para pasarla bien, no se dan cuenta cuando, también, convocan al espíritu del mal.
"No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos" (Martín Luther King)
Juan Cataño Bracho
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