Opinión
¿Interculturalidad en el Cesar?
Cada vez que se habla, comparte, analiza y se discute sobre cultura, hay la tendencia a circunscribirla únicamente al campo musico-danzario; no es que no se tenga conocimiento de la amplitud del espectro que encierra dicho término: Esta reticencia obedece, tal vez, creo yo, a la información recurrente y distorsionada con que a diario nos bombardean los medios, con la intensión, o no, de visibilizar la cultura oficial, la cultura dominante.
Esa cultura oficial que es la misma que desde siempre nos han mostrado como —valga la expresión— “Cultura culta”, es la que desde Bogotá nos irradiaban, que era, bien la cultura europea, o la cultura andina, que los mestizos de la capital en el proceso de blanqueamiento cultural, implantaban como cultura dominante y que tiempo después los políticos de provincia replican y acompañan imponiendo la cultura de la capital provinciana.
Hoy quiero en forma simplista adentrarme en ese complejo mundo de definir la Cultura, la cual recibe definiciones desde todas y cada una de las ciencias sociales. Tomaré la definición de la UNESCO que la define como: “Conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social”. La que, llevándola a lenguaje común, se puede decir que, es el conjunto de rasgos que caracterizan a un grupo o a una sociedad, estos rasgos son entre otros: Valores, creencias, comportamientos, costumbres, lenguaje, tradiciones, modos de vida, artes y letras.
Se puede afirmar que la Cultura está centrada en una especie de mundo simbólico, representaciones, en la cual se dan unas conexiones que permite al individuo sentirse inserto a una comunidad, dicha conexiones están constituidas por la historia común, los medios de producción, el entorno natural donde se vive, el uso de un lenguaje común, y, el que más nos identifica a los pobladores del Caribe colombiano, la manera de entender, enfrentar y gozar la vida.
Para describir qué hace la cultura, en el mundo del hoy y el ahora, donde se pretende salvar al planeta, donde se reconocen como sujeto de derecho los seres no humanos (sintientes), tomo por su vigencia una expresión de Gilberto Cely Galindo, SJ. El cual sostiene que: «La cultura articula lo humano con lo que no lo es y eleva a conciencia colectiva el ser-en el-mundo-con-el-otro-y-con-lo-otro, logrando que lo otro (cada uno de los seres no humanos de nuestra casa terrenal} y el otro (cada uno de los seres humanos) sean reconocidos y aceptados afectivamente por el yo y por nosotros, lo que a su vez tiene un eco en el otro y en lo otro».
Obsérvese que dicho texto encierra no solo la visión del ethos vital (nuestra casa terrenal), sino, que, incluye el mundo simbólico mucho más allá de lo material, por cuanto implica, que esos códigos simbólicos, requieren un sistema que permita leer, escribirlos e interpretarlos, en ello encontramos que los individuos de la misma comunidad o territorio, tengan la clave interpretativa de todo el simbolismo que encierra la suya, esto lo pone en sintonía con los habitantes de su comunidad o territorio, esto lo hace parte integrante de su comunidad, caracterizándolo como “perteneciente” a ella y, por tanto, aceptado por los demás miembros de la misma, que comparte o utiliza los mismos códigos.
Lo anterior nos lleva a entender, el por qué, al individuo que no tiene los mismos códigos de referencia, la comunidad lo excluye de su pertenencia. (en una comunidad costeña es fácil diferenciar al individuo andino que vive en ella y viceversa), tenemos códigos de lecto-escritura simbólicas diferentes. Me llamó poderosamente la atención la siguiente afirmación: “El nativo de Aguachica en el sur es costeño, pero en Valledupar le llaman cachaco. (Vicente Baños, en el primer conversatorio sobre interculturalidad de la UPC de Aguachica. 15/11/24), donde compartí con él como panelista”
las ciencias sociales, sus disciplinas, últimamente han acuñado varios términos para la interpretación, estudio y comprensión de la cultura, tratemos de definir algunos (los más importantes).
Multiculturalidad, algunos estudiosos lo definen como un término descriptivo, y se refiere a la multiplicidad de culturas que existen en un determinado espacio, territorio, región o nación, etc. Sin embargo, a pesar de coexistir en un mismo tiempo y lugar, las diferentes culturas no necesariamente tienen una relación entre ellas, (afros, indígenas y blancos en USA) y un ejemplo local, el caso del departamento del Cesar con las culturas: vallenata, indígenas, del hombre del río y de la ciénaga y la cultura de los santandereanos asentados en nuestro departamento. En el caso del Cesar, coexisten, pero no se relacionan culturalmente.
Pluriculturalidad. La definen como la coexistencia de varias culturas en el mismo territorio, y aunque diferentes en sus orígenes y códigos, mantienen una relación cultural dialógica donde sincréticamente intercambian algunos códigos simbólicos en su diario devenir. En la pluriculturalidad, la cultura dominante, por la fuerza de su poder (gobierno, política, presupuesto, medios de comunicación, educación etc.), trata de imponer sus códigos en detrimento de las demás culturas que coexisten, negándolas, invisibilizándolas e imponiendo normas y leyes que impongan el supremacismo cultural de la dominante. Un claro ejemplo, en el departamento del Cesar con la Ley 739 de 2002 en su artículo 3° literal c) determina: El Ministerio de Educación Nacional creará la cátedra Valores y Talentos Vallenatos "Consuelo Araujonoquera", de obligatorio cumplimiento en los colegios públicos y privados del departamento del Cesar, a nivel de la Educación Básica Primaria. (El subrayado es mío), esa parte de “obligatorio” se declaró inexequible por demanda interpuesta ante la Corte Constitucional, impetrada por: Diógenes Armando Pino Sanjur, Eguis Palma y Edelmira Martínez.
Interculturalidad. Se refiere al estudio e investigación de las culturas coexistentes, en cuyo proceso y dialogo se permite y se dan relaciones, negociaciones e intercambios culturales, se impulsa la elaboración concertada de programas de gobierno, leyes, normas, estudios, lo que propicia el desarrollo y las interacciones de individuos, conocimientos y prácticas culturales diferentes. Esto defiende y reconoce acciones económicas, políticas, sociales y de poder, que hacen que las instituciones posibiliten que el otro, sea tenido en cuenta como sujeto con identidad y poseedor de derechos (a pesar de las diferencias), se le reconoce el derecho a actuar, opinar, accionar dentro del territorio. Este es un campo propicio para que la academia haga el aporte, guardando la distancia ética de no tomar partido.
La interculturalidad, como análisis y teoría, es propicio para generar una profunda discusión que conlleve a reflexionar y tomar consciencia sobre las culturas que coexisten en el departamento del Cesar, y si, desde las instancias del poder, gobierno, política, medios de comunicación, academia, etc. Y los gestores y trabajadores de la cultura, propiciamos la pluriculturalidad, o, por el contrario, somos un departamento multicultural.
Dicha reflexión conduciría a cambios estructurales que modifiquen mañas de vieja data, donde sojuzgan las culturas diferentes a la del norte del Cesar, y propiciaría la resignificación y nueva lectura de la historia del departamento, la cual está permeada y manipulada desde Valledupar, con la implantación artificiosa de múltiples mitos fundacionales que desde la creación del departamento fueron difundidas e implantadas por una élite intelectual que manejaba la política y la cultura ante un renglón mayoritario de la población, pues en los municipios iniciales, incluyendo a Valledupar su población en alto porcentaje era analfabeta, por tanto no controvertía, no consultaba fuentes, por tanto era una versión histórica aceptada si o sí.
Esa visión histórica acomodada, ha perdido vigencia y credibilidad por parte de los pobladores de centro y sur del Cesar debido a que de dos o tres décadas hasta hoy en nuestra población han graduado muchos profesionales y personas capaces de confrontar, consultar fuentes, investigar y han encontrado que nuestra historia fue manipulada y acondicionada para darle músculo cultural a la capital.
Para cerrar. Una anécdota de un joven de González Cesar que llegó a trabajar a Valledupar en la tienda de abarrotes de su tío y unos muchachos de la cuadra llegan a mamarle gallo, uno en tono burlón le dice:
―¿Vos sos güicho? ― (a los santandereanos en la costa le decimos gúichos), —el gonzalense sonrió y respondió de inmediato ―Yo soy Carmito, Gúicho se quedó en González.
Diógenes Armando Pino Ávila
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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