Opinión
La Cultura como un todo y para todos
Desde muy joven, ya lo he dicho en otros escritos, me llamó la atención el canto y el baile que practicaban nuestros mayores en la víspera de sus santos patrones (San Martin, Santa Bárbara, La Cruz de Mayo) y que, además, realizaban según lo manda la tradición, en una larga temporada que iniciaba, el día de las velitas, lo continuaban en la navidad y lo retomaban 31 de diciembre amanecer del año nuevo donde cerraban con una tambora de calle que los abuelos llamaban El Pajarito.
Decía también que antes de los años 70, Bogotá manejaba los hilos culturales del país, lo hacía impulsando una cultura europeizada, lo que cobijaba todas las formas del arte, pintura, poesía danza, música; intercalaban dicho flujo cultural impulsando la cultura andina y en las escuelas y colegios de la periferia, sobre todo en el Caribe colombiano, en los actos culturales, veladas, viernes culturales, los muchachos en el colegio presentaban, guabinas, joropos y otros ritmos del interior del país, amén de recitar poemas de Guillermo León Valencia, Julio Flórez, etc. Y algunas reseñas de escritores andinos.
La cultura vernácula de los pueblos del Caribe, cultura de resistencia desde siempre, muy a pesar de ser proscrita de las instituciones educativas y actos sociales, se negaba a morir, los abuelos la mantenían viva y palpitante, con unos ejecutores propios y un público nacido de las clases populares. En los barrios marginales la practicaban para regocijo y solaz del pueblo. Ese pervivir, la apropiación identitaria de nuestros mayores que contra viento y marea trataban de preservar el legado cultural de sus ancestros y que por responsabilidad social se aferraban tercamente a la tenacidad que les daba el conocimiento del valor social y cultural de sus bailes y cantos procurando preservarlos para legarlos como preciada herencia a las generaciones jóvenes.
El problema se agrava cuando las capitales de provincia descubren y comienzan a valorar su propia cultura y desde esa valoración copian la estrategia bogotana e inundan por todos los medios, el ámbito cultural de su departamento, desconociendo que partes del territorio tenía y tiene su propia cultura. Fue tan fuerte la campaña de divulgación de la cultura de las capitales de provincia que invisibilizaron las culturas vernáculas de los municipios, esto lo hicieron menospreciando las expresiones de los pueblos y tratando de implantar la de la capital.
Entre los años 70 a 75, en los municipios del departamento del Cesar, se realizaban festivalitos de música de acordeón, los gestores culturales copiaban el cliché del Festival Vallenato e instauraban concursos de canción inédita, piquería y ejecución de instrumentos (acordeón, caja u guacharaca), ese era el boom, y el pueblo asistía extasiado a dichos eventos, sobre todo los jóvenes. Esto motivó el desprecio por las expresiones culturales propias y generó un divorcio entre la juventud y la cultura de su pueblo.
En el año 78, tuvimos la feliz idea de realizar el Primer Festival de La tambora y la Guacherna en Tamalameque y años después en el año 86-87, San Martín de Loba asume la terea de realizar su propio festival, de ahí en adelante, se ha dado un efecto “dominó” donde cada uno de los municipios de La Depresión Momposina han venido creando y realizando año tras años sus propios festivales. (San Martin de Loba, Barranco de Loba, Hatillo de Loba, El Peñón, Río viejo, Arenal, Santa Rosa, Cantagallo, Morales, etc.). En lo concerniente al departamento del Cesar, el proceso ha sido más lento, lo que denota el grado de permeabilidad cultural que logró Valledupar sobre los municipios del Cesar.
No obstante, la publicidad, el impulso oficial al Festival vallenato, la difusión masiva de dicho folclor, el músculo financiero que el departamento le presta, la invisibilización de las otras expresiones culturales de los municipios, en un acto de resistencia, como siempre, la cultura popular se niega a desaparecer y poco a poco se ha venido abriendo su propio espacio en el territorio. Ya contamos con festivales de Tambora en Gamarra, Pelaya en el corregimiento de San Bernardo, La Gloria, El Paso, La Jagua de Ibirico. Ya se escuchan opiniones en Chiriguaná corregimiento de La Sierrita, Curumaní, Chimichagua y San Alberto (la colonia de Costilla corregimiento de Pelaya lo impulsa).
Esto quiere decir que los territorios que conforman al departamento del Cesar, comienzan a apropiarse del legado cultural de sus mayores, lo que propicia una hermandad cultural unida por formas identitarias de los municipios de centro y sur del departamento donde, si bien es cierto, escuchamos vallenatos, lo parrandeamos y bailamos, no es menos cierto que tenemos nuestra propia cultura.
Es necesario, el aporte departamental para fortalecer la identidad cultural de los territorios propiciando una pluriculturalidad que puede potenciar el turismo en el Cesar. Es necesario que la academia investigue, publique y visibilice la riqueza cultural que poseemos, es apenas justo que se acabe la tendencia supremacista de la cultura de la capital del Cesar sobre la de los municipios, es necesario el diálogo intercultural que establezca sinergias entre las culturas que coexisten, para así propiciar un evento pluricultural que haga grande a nuestro departamento y se le pueda mostrar al país que somos ricos en cultura.
En dicho evento caben los indígenas (Arhuacos, Wiwa, Koguí, Kamkuamo Yukpas, Ette, Ennaka, Chimilas), Afros, pardos y mestizos. También entrarían los de origen santandereano, los del río y la ciénaga, los vallenatos. Sería un encuentro interesante con poetas, escritores, pintores, oralitores, cuenta cuenteros, artesanos, investigadores, grupos folclóricos, conversatorios, conferencias, recorridos turísticos por los municipios aledaños al evento cultural, etc. Este encuentro se podría realizar año tras años, teniendo como sede rotatoria, norte, centro y sur; la idea sería realizar algo incluyente, algo así como La COP de Cali.
Diógenes Armando Pino Ávila
Sobre el autor
Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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