Opinión

La Palabra

José Castillo

07/01/2025 - 06:10

 

La Palabra
En Babel se manifestó el libre pensamiento del hombre, según el autor / Foto: créditos a su autor

 

“En el principio era el verbo y el verbo era con Dios y el verbo era Dios”

Evangelio de San Juan

 

En Babel no hubo confusión de lengua. En Babel se manifestó el libre pensamiento del hombre para hacer valer su presencia en el mundo. Babel es el espacio del universo reclamado por el hombre como ser pensante hecho verdad a través de la palabra. Pienso que hemos llegado a un punto donde construimos análisis a partir del eco de una mera presunción de verdades a medias y de realidades inexistentes. 

Al momento de pretender hacer unas breves pinceladas escriturales sobre la palabra, este versículo del evangelio de San Juan no se puede soslayar, arrinconar o prescindir, sin que se caiga en una imprecisión de tamaño descomunal.

No puedo capotear el sentido y contenido de la palabra y menos no aludir el poder que adquieren una conjunción de letras y el peso del significado que está en relación directa con la sensación y el estado de ánimo del emisor y del receptor. 

Proceso éste que nos lleva a que cada uno de los interlocutores va creando y recreando su propio significado, significado que dibuja mentalmente imágenes y estas le dan forma a la percepción de una realidad posible no creada pero potencialmente real. 

La interacción comunicacional como su nombre lo indica, tiene como objeto precisamente intercambiar percepciones y manifestar sentimientos, emociones y pasiones que van surgiendo del intercambio de experiencias que surgen de vivencias emotivas unas y prácticas otras y luego se transmutan en el insumo necesario para producir la sensibilidad que se exterioriza como  sensación, que a su vez se transforma en conducta manifestada en acciones percibidas que denominamos personalidad.

En conclusión, nuestra personalidad está estrechamente determinada y moldeada por experiencias vividas por otros que se amalgaman con las vividas por nosotros. La conciencia de nuestra personalidad es la conciencia de quienes somos, que acicatea la necesidad de modificarnos constantemente, es decir, la conciencia de ser un ser insistente y no sólo existente.   

No pretendo con esto hacer un acto mistagógico[1], sólo quiero conjeturar como desde la noche oscura de babel, el hombre descubrió que la palabra y la respiración son dos conceptos que han engendrado dos aspectos ligados intrínsicamente en la vida espiritual y física del hombre. La primera como índice y cuna del origen del ser humano y del Universo, es decir, la palabra, sonido que suena y resuena en los confines del universo trayéndonos el eco de lo dicho y portando con él y en él la esencia divina de Dios y la constancia de ser, el otro como único medio que tenemos para permanecer y regenerar nuestro cuerpo a través de un proceso de rehacer en forma intermitente y constante la renovación  celular,  expelemos dióxido de carbono y lo intercambiamos por oxigeno donde las moléculas de oxígeno viajan desde el aire hacia la sangre y en esa dinámica, inhalar y expirar que se da a través de la respiración que no es más que  el proceso de intercambio de gases entre los seres vivos y el medio externo. Es decir, a través de la respiración surge y regeneramos la carne, cuna o matriz donde el verbo se encarna, se hace materia y toma cuerpo, todo en un concierto rítmico de vida-muerte.

La carne, templo divino donde se hace visible la creación, no es más que la cuna donde se mece en forma de sonido la esencia de Dios. 

Pienso que es hora de sacar la Palabra del nivel y el alcance que le dimos en Babel de ser un simple sonido que debía ser escuchado y oído por todos con la misma cadencia y sentido, no. 

Es hora que entendamos que hay palabras privilegiadas, en todos los idiomas, que tienen el don de sostener en el débil conjunto de sus letras, el peso de muchas significaciones.

Las relaciones sociales, las innovaciones de las costumbres, los nuevos oficios y otras mil circunstancias contribuyen a acrecentar el sentido de un vocablo, dotándolo de cierta flexibilidad para significar según el contexto, ya una cosa, ya la otra. Son palabras en todo semejante al alud; que en su carrera vertiginosa van arrastrando elementos que aumentan su volumen y perfilan sus contornos a proporción del tiempo transcurrido y la racionalidad en las distintas formas sociales.

Hay palabras que influyen en la conducta y la percepción del receptor que logran crear imágenes, sentimientos, emociones y pasiones de toda índole. 

Hay verdades y mentiras que se escuchan y otras que se sienten, todo depende de la emoción y la capacidad de transmisión del emisor y la emoción y capacidad de recepción del legatario, es decir, el intercambio está sujeto a la ausencia o no del ruido semántico.  De esa disonancia surge el “no te entiendo” o, “no sé lo que me quieres decir”, esto me lleva a afirmar que el receptor o destinatario no logra ver o escuchar la verdad detrás de la verdad, o mejor hay un ruido semántico que no le permite descifrar el sentido de lo que se transmite.    En más de una ocasión, la irrealidad o la quimera no está en el mensaje que se transmite si no en la afirmación o dicho en el cual se apoya ese mensaje.  

Hay verdades y enseñanzas que por más alto que sean los decibeles que se emitan, se escuchan, pero no se entienden ni comprenden, es el caso de muchos maestros (Jesucristo, Mahoma, Buda, etc…)

Hay palabras que no tienen la fuerza, el sentido, el contenido y la capacidad de tejer en el urdimbre del sentimiento y del entendimiento del recibidor, la trama de la emoción, el éxtasis, el paroxismo que siente el transmisor que emite y lleva en si la esencia y el alma de lo que el  emisor  quiere expresar. He aquí el ruido semántico.  

Hay palabras como feliz Navidad que la unión de sus letras no tienen la fuerza, el contenido ni el sentido de lo que el alma siente, por tanto no busquemos en esta conjunción de letras los deseos sinceros del emisor de dicha y felicidad, siente la vibración del sonido y siéntelo en el centro de tu corazón por la sinceridad con  la que van cargadas estas palabras. 

Sin cuerpo la palabra no tiene la posibilidad de mostrar su magia que se resume en la sensibilidad como madre del amor, que a su vez genera emociones, sentimientos y a partir de ahí percibe y siente el mundo que nos tocó vivir y surge entonces la necesidad de moldearlo, reconstruirlo y hacerlo a su imagen y semejanza, es decir repite en la cosmogonía la misma facultad y virtud que nos fue dado por su creador a través de la palabra.    

La encarnación del Verbo

Juan 1:14 es uno de los versículos más importantes de la Biblia ya que habla de la encarnación del Verbo. Juan se refiere a Jesús como el Verbo, que es la Palabra eterna de Dios.

Esta breve pincelada que pretendo dibujar en el espectro del mundo de la fe y la creencia en Dios, persigue si se quiere, en aquel o aquellos que lean esta breve nota pictográfica hecha en letras como imágenes convencionales para la representación de ideas, sin palabras fijas que se encarguen de su significación. (no pretendo verdades)

Por  tanto, puede resultar quimérico pero no ausente de una percepción personal que se transmuta en mi realidad y mi verdad, se busca con ello,     construir otra  realidad conceptual o dicho de otra  forma crear otra percepción -sin abandonar a la de San Juan-,   que  ayude de alguna forma tomar conciencia del yo soy y sirva de bastón para construir y reconstruir las distintas etapas del  desarrollo y superación interior y en proporción equivalente de equilibrio no sólo psicofísico sino de transformación espiritual,    en cada una de las personas que logren ver este pensamiento transformado en signos, no con el fin de desconocer una realidad, (como ya se dijo) sino la de crear otra forma de ver la misma realidad, es decir otra percepción de lo mismo sin que se altere la primera es si se quiere reforzar la fe de que somos imagen y semejanza de Dios.

 Sin el ánimo de rebatir o controvertir con San Juan, siento que las Iglesias cristianas al darle alcance y significado a este versículo me excluyen en mi esencia divina y me arrebatan mi semejanza e imagen con Dios, pues si hay algo que me acerca a Dios es saber que al igual que a Jesús yo también provengo de un rayo de luz y de un soplo divino hecho sonido que luego se constituyó en mi esencia como ser espiritual que soy. He ahí mi equilibrio psicofísico, he ahí mi espiritualidad, he ahí mi fe hecha realidad por la causa de la cual soy su efecto. 

Si Cristo y yo tenemos el mismo origen, entonces Cristo es mi referente para alcanzar la verdad, pero, si Cristo tiene una naturaleza y una causa diferente a la mía entonces Cristo es un imposible de alcanzar y seguir.   

La palabra como fuente creadora

Jorge Adoum dice en su libro la magia del verbo que: “Que existe una leyenda que afirma que hubo un tiempo en que el hombre poseía una palabra mágica que, al pronunciarla, adquiría el poder de realizar fenómenos maravillosos, tales como hacerse invisible, obtener una alfombra mágica para transportarse a lugares lejanos, otorgar la salud, multiplicar sus fuerzas, conocer lo oculto y lo manifestado y obtener todo lo que desea su corazón . Pero al hombre de hoy olvidó la manera de pronunciar es palabra, desde el momento en que su codicia le hizo olvidarse del buen uso que tal poder le concedía. Esta palabra se llama hoy la palabra perdida”. 

En el libro “Biografía de las palabras” de Efraín Gaitán Orjuela

La palabra "abracadabra" es una de las palabras mágicas más antiguas y reconocidas. Se cree que proviene de la frase hebrea ebrah k'dabri, que significa "creo mientras hablo". También se piensa que proviene de avra gavra, una frase aramea que significa "crearé al hombre". 

La palabra "abracadabra" es una palabra cabalística a la que se le atribuyen efectos mágicos. Se ha dicho que precede a la bíblica Torre de Babel. 

Por último, hay en nuestra lengua un sin número de palabras a las que se le atribuyen poderes, efectos milagrosos, mágicos, que dependiendo del rito donde se digan así será el efecto que de ella -la palabra- se espera. 

A manera de ejemplo: Abracadabra, Magia blanca, Magia negra, Mantra, Exorcismo, Mistagogia, Conjuro, Oración y, una expresión de amor sincero que modifica y crea sentimientos.

 

José Castillo

 

[1] Mistagógico es un adjetivo que se refiere a un discurso o escrito que pretende revelar una doctrina oculta o maravillosa. 

2 Comentarios


Samary Misaa 14-01-2025 11:32 AM

Me encantó cada una una de las expresiones del autor, la profundidad de sus palabras, el mensaje que resuena y lo mágico de sus sentir.

JOSE GUILLERMO CASTILLO 20-01-2025 08:13 PM

Gracias Samary Misaa Es un estimulo para seguir

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