Opinión
La ridícula equivocación de los ministros

Quién les habrá dicho a algunos ministros que, por el simple hecho de haber ocupado este cargo, están en condiciones de aspirar a la presidencia de la república. Estos ilusos están convencidos de que ocupar un ministerio es la antesala para escalar a la jefatura del Estado. Me refiero a esto porque desde el año pasado vengo oyendo el cuento que varios integrantes del gabinete petrista están pendientes de renunciar porque desean hacer parte del partido presidencial. Esperan cumplir con la norma constitucional que dice que “los funcionarios que deseen aspirar al Senado o a la Presidencia deben renunciar un año antes al cargo que desempeñan para no inhabilitarse”. Esto significa que los orondos aspirantes deben renunciar antes del 8 de marzo y del 31 de mayo, que son las fechas establecidas en el 2026 para las elecciones del Congreso y la Presidencia de la República, primera vuelta, por supuesto. En el siglo pasado, la cominería popular acuñó el cuento que, para ser presidente, primero había que ser alcalde de Bogotá. Y también otros, aún más ignorantes, inventaron el sermón que, para llegar a la presidencia, primero había que desempañarse como embajador de Colombia en los Estados Unidos.
El señuelo de las renuncias anticipadas para no inhabilitarse en una posible aspiración presidencial también ha pringado a varios ignorantes en el Congreso, la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría y las “altas” Cortes, como suelen denominarse estos elefantes blancos. Recuerdo que, en 1997, Alfonso Valdivieso Sarmiento, primo hermano de Luis Carlos Galán, renunció a la fiscalía un año antes para aspirar a la presidencia. Lo habían endiosado con el cuento que tenía “talla presidencial”. En ese momento, como el partido Liberal estaba dividido entre defensores y opositores al presidente Samper, por el caso que fue vox populi, Alfonso López Michelsen y Julio Cesar Turbay Ayala, jefes naturales del liberalismo, con el objetivo de bajarle los humos a Valdivieso, quien era adversario de Samper, convocaron una Convención Liberal para elegir el candidato. En ésta resultó vencedor Horacio Serpa Uribe con el 75 % de los votos asistentes. Hasta allí llegaron las aspiraciones de Valdivieso, quien en 1994 había sido elegido “con gaitas y papayeras” segundo Fiscal General de la Nación, en remplazo del primer Fiscal, Gustavo de Greiff.
Otro pisco que mordió el anzuelo de las renuncias anticipadas para no inhabilitarse en su aspiración presidencial fue el iluso de Antanas Mockus: renunció a la Alcaldía de Bogotá a comienzos de 1997, cuando aún le faltaba un año, para tener el camino despejado hacia la Casa de Nariño en las elecciones de 1998. Había sido elegido Alcalde de la Capital el 30 de octubre de 1994 para un periodo de tres años: 1995-1997. Sin embargo, no pudo aspirar como presidente, sino como fórmula “vice” de Nohemí Sanín Posada por el “Movimiento Si, Colombia”, y lograron casi tres millones de votos. Y así como Valdivieso y Mockus son muchos los que han abandonado “la gallinita de los huevos de oro”, para ingresar al mosaico del partidor presidencial. La lista es larga y serviría para organizar un grupo de posgrado, en cualquier universidad de garaje, titulado: “Posgrado en frustración a la aspiración presidencial”. Entre los alumnos más destacados, me basta mencionar a Humberto de la Calle Lombana, David Turbay Turbay, Carlos Lleras de la Fuente, Rodrigo Rivera Salazar, Andrés González Díaz, Rafael Pardo Rueda, Andrés Felipe Arias, Álvaro Leiva Durán y el polémico y avezado exprocurador Alejandro Ordóñez Maldonado.
Actualmente, los personajes que vienen sonando desde el año pasado, que piensan retirarse del gabinete petrista, porque desean entrar al partidor presidencial son: Gustavo Bolívar, director del DPS, y los ministros Juan Fernando Cristo del Interior, Luis Gilberto Murillo de Relaciones Exteriores, Mauricio Lizcano de las TIC, Susana Muhamad de Ambiente y Guillermo Alfonso Jaramillo de Salud. A ellos se suma Andrés Camacho de Minas, quien aspiraría al Senado. Nada más equivocado y más erróneo para este sexteto: aspirar a la Presidencia de Colombia sin tener ninguna tradición política, ninguna historia representativa y ninguna relevancia popular que los ampare. No son más que simples funcionarios de escritorios que, de alguna u otra manera, han estado ligados con la corrupción. Y seguramente, el Presidente, desde sus reflexiones íntimas, está convencido de que ninguno de ellos tiene el talento ni la aureola personal para ocupar la Presidencia. Por el contrario, debe estar deseoso de que abandonen los cargos para remplazarlos por personas más idóneas o por “petristas purasangre”, que es lo que necesita el Presidente para impulsar las reformas que tiene pensadas en el último año de su mandato presidencial.
A grandes rasgos se observa que estos arribistas son de pensamiento ligero y de aspiraciones frívolas. Consideran que llegar a la Presidencia es tarea fácil y que, por el simple hecho de haber sido ministros, ya tienen el camino expedito para ello. Olvidan que “los ministros son nombrados, más no elegidos popularmente”. Y es posible que piensen: “Como Petro fue Presidente, yo también puedo serlo”. Desconocen estos ilusos que Gustavo Petro alcanzó la Presidencia después de cuarenta años de estar luchando por ella, y todos los cargos que desempeñó antes de llegar a la Casa de Nariño, salvo algunos años que permaneció en la línea diplomática, fueron de elección popular. Desde 1980 y 1984 cuando fue personero y concejal de Zipaquirá, Petro comenzó a alimentar su aspiración presidencial. Luego, su tránsito destacado, dos veces en la Cámara de Representes, entre 1991 y 1994 y 1998 y 2006, después, en el Senado, entre el 2006 y 2010, donde tuvo un desempeño estelar, jamás visto en ese recinto, gracias a su tremenda capacidad oratoria y a su extraordinaria elocuencia, le canalizaron la admiración colectiva, la simpatía nacional y el sentimiento patrio, que lo llevaron a la Presidencia en el 2022.
A esta flamante trayectoria, también la ennoblecen sus dos aspiraciones presidenciales anteriores, en el 2010 y 2018, en las cuales tuvo la oportunidad de recorrer el país a lo largo de los cuatro puntos cardinales. En la campaña de 2010 aspiró por el Polo Democrático Alternativo, tuvo como fórmula electoral a Clara López Obregón y alcanzó 1.329.512 votos. En el 2018, fue candidato por la Colombia Humana, con el distintivo “Gran coalición por la Paz” y realizó una campaña fuera de serie que lo catapultó como un firme aspirante a la Presidencia de Colombia. Ese año lo acompañó como fórmula electoral Ángela María Robledo y alcanzó la segunda votación con 4.885.069 sufragios, lo que le permitió pasar a la segunda vuelta, compitiendo con Iván Duque, en la cual alcanzó 8.040.449 votos. En esa contienda electoral quedó escrito que Petro sería el ganador en las elecciones de 2022. Y así sucedió: obtuvo en la primera vuelta 8.542.020 sufragios, y en la segunda, en la cual se enfrentó a Rodolfo Hernández, lo derrotó con 11.291.987 votos. Y también, a finales de octubre de 2012 fue elegido Alcalde de Bogotá con 721.308 votos, con los que venció a Enrique Peñalosa, Gina Parody, Carlos Fernando Galán y David Luna.
Con algunas excepciones, como sucedió con Iván Duque Márquez en el 2018, quien se había iniciado en la política sólo cuatro años antes, al salir elegido senador en el 2014, todos los Presidentes que ha tenido Colombia desde comienzos del siglo pasado han realizado un recorrido electoral que los ha relacionado con las masas populares. Gracias a una reforma de la Constitución de 1886, firmada en 1910, quedó establecido que a partir de 1914 el Presidente sería elegido por el voto directo del pueblo, no por el Congreso, como lo estipulaba la carta Caronuñista, por un período de cuatro años. Esta reforma la estrenó José Vicente Concha, 1914-1918, y desde entonces todos los ganadores se han fogueado en las urnas, compitiendo en distintos cargos de elección popular. Muchos empezaron siendo concejales de sus pueblos natales, después fueron diputados, representantes y senadores. En esa ápoca aún no se había aprobado la elección de alcaldes y gobernadores. Entre ellos puedo citar a Alfonso López Pumarejo, Laureano Gómez Castro, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen, Julio Cesar Turbay Ayala, Virgilio Barco Vargas y Belisario Betancur Cuartas.
Y no podemos ocultar que, también, son varios los oportunistas a quienes les ha “sonado la flauta” para llegar a la Casa de Nariño, o como dicen en algunas partes, “se les ha aparecido la virgen”. El ejemplo típico de ellos es el pereirano César Gaviria Trujillo, quien llegó a la Presidencia por una ligereza inconsulta de Juan Manuel Galán, el hijo mayor de Luis Carlos Galán Sarmiento, fundador del Nuevo Liberalismo, asesinado por la mafia antioqueña en 1989. Otro beneficiado con la misma flauta fue Andrés Pastrana Arango, quien era conocido como un simple presentador de televisión. Su imagen se fortaleció por haber sido víctima de los narcotraficantes, llamados “los extraditables”, quienes lo tuvieron cautivo varias semanas. El secuestro le sirvió para ganarse la simpatía popular y salir elegido como primer Alcalde de elección popular de Bogotá en 1988. Y otro al que se “le apareció la virgen” fue Juan Manuel Santos. Nunca había participado en una elección popular. En el 2010, descartada la pretensión de Uribe de coronar un tercer período, Santos supo ganarse toda su confianza, y el exmandatario antioqueño se las jugó todas y terminó apoyándolo. Santos resultó elegido el domingo 30 de mayo de 2010. Quince años después, el pueblo aún corea el estribillo: “Los votos de Santos se los puso Uribe”.
Por otra parte, también encontramos en Colombia muchos personajes que, durante varias décadas, tuvieron una trayectoria política ejemplar, que se caracterizaron por ser verdaderos hombres públicos que gozaron de la admiración nacional, y, a pesar de sus esfuerzos, no pudieron ser huéspedes de la Casa de Nariño. Aspiraron varias veces, pero la suerte les fue adversa. Un ejemplo histórico lo representa el ilustre doctor Álvaro Gómez Hurtado, quien fue un hombre altamente preparado, un verdadero estadista que aspiró tres veces a la Presidencia por el Partido Conservador y no logró su objetivo. Otro ejemplo similar lo tipifica el doctor Horacio Serpa Uribe, quien siempre fungió como un verdadero demócrata y cumplió un recorrido de 40 años, en los cuales tuvo representación en las tres ramas del poder público. También se presentó tres veces a la Presidencia y le falló el electorado. Y menciono otros personajes, que, teniendo una súper talla presidencial, sus nombres quedaron en el sonajero: Hernando Durán Dussán, Augusto Espinosa Valderrama, Germán Zea Hernandez, Alfredo Vásquez Carrizosa, Juan Lozano y Lozano, Otto Morales Benítez, Víctor Renán Barco, Carlos Holguín Sardi y Eduardo Mestre Sarmiento.
Finalmente, como dijo en una ocasión el doctor Carlos Lleras Restrepo: “Para ser ministro, lo único que uno necesita es que lo nombren, no que lo elijan”. Por eso, en relación con los ministros que no desean inhabilitarse para ingresar al “partidor presidencial”, hago una pregunta: ¿Qué trayectoria política, qué admiración popular, qué tradición nacional, tienen, por ejemplo, Luis Gilberto Murillo, Guillermo Alfonso Jaramillo o el tal Mauricio Lizcano para aspirar a la Presidencia de Colombia? Ninguna, por supuesto. Son totalmente desconocidos. Debe ser que ellos simplemente se basan en el citado Artículo de la Constitución que dice: “Para ser Presidente de la República se requiere ser colombiano por nacimiento, ciudadano en ejercicio y mayor de 30 años”. Como vemos, este “articulito” es el que les despierta las aspiraciones a muchísimos ministros, ministricos, embajadores, magistrados, senadores y otros altos funcionarios que son sacados del anonimato, y, desde luego, son totalmente ignorados en el panorama nacional. Y, si analizamos el “articulito", para que cualquier mujer pueda aspirar, es procedente asignarle el género femenino al término “ciudadano”. De no ser así, las damas, de todos los partidos y bancadas, estarían impedidas para adornar con su figura el “tarjetón electoral”.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor

Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
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