Opinión

Canal de Panamá: si no lo puedes defender, no lo puedes tener

Amador Ovalle

12/02/2025 - 04:50

 

Canal de Panamá: si no lo puedes defender, no lo puedes tener
Una perspectiva aérea del canal de Panamá / Foto: agencia EFE

 

El continente americano se extiende de polo a polo, erigiéndose en un formidable obstáculo para la libre navegación de los mares. Esta barrera ha desafiado a la humanidad desde la Era de los Descubrimientos, y su primera víctima fue Cristóbal Colón, quien no logró cumplir su sueño de abrir una ruta hacia Oriente. En su cuarto y último viaje, el almirante tuvo contacto con aborígenes del istmo de Panamá, quienes le hablaron de un mar al sur, pero sería otro intrépido explorador, Vasco Núñez de Balboa, quien finalmente lo descubriría.

Pocos años después, Fernando de Magallanes descubrió el único paso natural a través del continente americano. Sin embargo, su ubicación extrema, frente a la Antártida, lo hacía casi impracticable para la navegación comercial. Desde entonces, la construcción de un canal en el istmo de Panamá se constituyó en un imperativo histórico. En 1534, Carlos V dio la orden de “que personas expertas vieran la forma que podría darse para abrir dicha tierra y juntar ambos mares”. No obstante, la empresa era técnicamente inviable en aquella época, por lo que se recurrió al uso de recuas de mulas para completar ese tramo de la llamada Ruta del Oro, que enlazaba Lima con Sevilla.

El istmo de Panamá es un eje central en la geoestrategia mundial debido a su papel en el comercio internacional, su valor logístico y su importancia geopolítica. A lo largo de la historia, ha sido un punto crítico para la proyección del poder naval y comercial de las grandes potencias. Por esta razón, más allá de las formalidades jurídicas, ha permanecido en la mira de los actores globales. En la realpolitik mundial prevalecen leyes pragmáticas, más alineadas con el pensamiento estratégico que con el idealismo de los códigos nacionales. De ahí que la expresión «Si no lo puedes defender, no lo puedes tener» se haya convertido en un principio tácito aplicado a enclaves estratégicos como el canal de Panamá.

Desde su descubrimiento por los europeos, el istmo de Panamá estuvo bajo el control de la potencia dominante de la época. Durante los tres siglos siguientes estuvo bajo control del Imperio español. Sin embargo, cuando este comenzó a mostrar signos de decadencia, el territorio se convirtió en objeto de disputa entre las potencias emergentes. En el siglo XVII, los escoceses intentaron establecer un asentamiento en el Darién con el objetivo de independizar el istmo del dominio español y crear un emporio comercial. Este esfuerzo fracasó, pero no fue el último. Más tarde, William Patterson intentó colonizar el golfo de Urabá y el Darién, aunque tampoco tuvo éxito. Posteriormente, durante la Guerra del Asiento (1739-1748), el almirante británico Vernon logró capturar Portobelo, colocando temporalmente a Panamá bajo control inglés. Aunque España recuperó la posición, Inglaterra mantuvo su interés en la región. En 1780, incluso envió al famoso almirante Nelson, quien más tarde sería héroe de Trafalgar, pero su expedición no tuvo éxito.

El fin del Imperio español fue un proceso lento e inexorable. En algunos lugares, como Panamá, fue muriendo lentamente hasta desaparecer. Más que una independencia, Panamá fue abandonado por España, quedando sin preparación para gobernarse ni administrar sus propios asuntos, lo que lo llevó a buscar un tutor. Tres opciones se presentaron: México, Perú y Colombia, en ese orden de importancia. Finalmente, se inclinó por esta última, principalmente debido al prestigio de Bolívar y a su reciente gesta libertadora.

Durante el período en que Panamá formó parte de Colombia (1821-1903), los avances técnicos e ingenieriles hicieron viable la construcción del canal interoceánico. Un antecedente clave fue la finalización del Canal de Suez en 1869. Paradójicamente, Panamá se había unido a la Gran Colombia debido a su falta de madurez política, pero su nuevo tutor tampoco la tenía. Colombia carecía de los recursos técnicos y financieros para emprender la obra y, más aún, de una visión política clara sobre su trascendencia global. En realidad, ninguna nación de la América hispana estaba en condiciones de liderar un proyecto de tal magnitud. Panamá se convirtió en la mayor prueba de la debilidad de la región en el escenario internacional: pese a contar con un canal de valor estratégico incalculable, fueron las potencias extranjeras quienes se encargaron de su control y administración.

Colombia siempre fue consciente de que, si no podía defender al istmo, difícilmente podría conservarlo. El historiador Lemaitre lo expresó de esta manera: “En otras palabras, la Gran Colombia (y posteriormente la Nueva Granada) comprendieron desde muy temprano que el istmo era indefensable sin ayuda exterior; y que Panamá, como las hijas casaderas y bonitas, se iría con otro tarde o temprano, o se la raptarían” (2003, pág. 85). Quizá por este temor, el gobierno colombiano optó por contratar con una empresa privada en lugar de negociar directamente con un gobierno extranjero. En 1878, firmó un contrato con una empresa francesa, sin embargo, la compañía quebró en 1894 y abandonó el proyecto.

Desde principios del siglo XIX, Estados Unidos comenzó a proyectarse como la nueva potencia mundial, posición que consolidaría en el siglo XX. En aquellos primeros años, sus gobernantes temieron que la América hispana se convirtiera en una fuerza rival, un posible imperialismo latinoamericano. Sin embargo, pronto advirtieron que estas naciones estaban sumidas en profundas crisis internas y que difícilmente representarían una amenaza para sus planes expansionistas. Paradójicamente, esta debilidad también implicaba un riesgo: la posible intervención de otras potencias en la región. Para prevenirlo, en 1823 se promulgó la Doctrina Monroe, cuyo lema, “América para los americanos”, justificó la conversión de América Latina en su esfera de influencia (en su patio trasero, prefieren llamarlo algunos) y la exclusión de potencias extranjeras de la región.

En este contexto, el estratégico istmo de Panamá quedó bajo control estadounidense, lo que permitió la construcción del tan anhelado canal interoceánico. Los detalles son secundarios, aunque vale señalar que Colombia quedó al margen del negocio, más por su propia torpeza que por una imposición directa del hegemón. El Canal de Panamá permaneció en manos de Estados Unidos desde su inauguración en 1914 hasta su transferencia a Panamá el 31 de diciembre de 1999, es decir, durante 85 años. La devolución se formalizó mediante los Tratados Torrijos-Carter (1977), aunque Washington se reservó el derecho de intervenir militarmente en caso de que la seguridad del canal se viera comprometida.

Desde una perspectiva geopolítica y militar, la devolución del canal se justificaba en la pérdida de su valor estratégico para Estados Unidos. A lo largo del siglo XX, el país dejó de depender del canal para su comercio y despliegue militar, gracias a los avances en logística y al fortalecimiento de su flota naval en ambos océanos. Su importancia militar también se redujo con el crecimiento del poder aéreo y la expansión de bases estadounidenses en distintas regiones del mundo. Sin embargo, esta percepción pudo haber sido un error, pues el control de las rutas marítimas sigue siendo crucial en la geopolítica global. La supremacía naval no solo define el equilibrio de poder, sino que también protege el comercio y permite la proyección de fuerza militar. Con la emergencia de nuevas potencias y tecnologías, los océanos seguirán siendo el escenario central de las grandes disputas geopolíticas del siglo XXI.

El mundo ya no es unipolar, pero tampoco ha alcanzado una verdadera multipolaridad. Nos encontramos en una fase de transición, con Estados Unidos perdiendo su dominio absoluto, China desafiando su liderazgo y otras potencias buscando su lugar en el nuevo orden global. En este contexto, la percepción de la devolución del canal durante la administración Carter como un error cobra mayor relevancia entre los estrategas estadounidenses. Es en este escenario donde adquieren sentido los recientes reclamos de Donald Trump a Panamá y su insistencia en la recuperación del canal. No se trata de un mero capricho presidencial —por más lenguaraz que pueda ser—, sino de una postura que emana de los círculos más influyentes de la inteligencia militar y estratégica.

A primera vista, la idea de que China se apropie del canal puede parecer inverosímil, pero la historia demuestra que toda potencia emergente busca asegurar los puntos estratégicos clave del planeta. China necesita un canal interoceánico en América y, tarde o temprano, deberá decidir entre construir uno nuevo o disputar el control del ya existente. Esta es la verdadera razón detrás del reciente viaje de Marco Rubio a Panamá y de la presión que ejerció para que el presidente Mulino cancelara el acuerdo de la Ruta de la Seda con China.

El Canal de Panamá es, en esencia, un bien latinoamericano, pero su verdadero control seguirá en manos de la potencia mundial reinante. América Latina podrá reclamarlo como suyo solo cuando abandone la subordinación, la pobreza y el subdesarrollo, y se convierta en la potencia mundial que debió ser desde hace mucho tiempo.

 

Amador Ovalle

 

Referencias:

Lemaitre, E. (2003). Panamá y su separación de Colombia. Bogotá: Intermedio.

Sobre el autor

Amador Ovalle

Amador Ovalle

Líneas de fuga

Nacido en San Diego, Cesar (1963), es médico y escritor. Ejerce la medicina en Bogotá, mientras cultiva la literatura. Ganador del concurso de cuento de ciencia ficción “Isaac Asimov” (1996). En 2024, publicó Entre fronteras, finalista en el Primer Premio Internacional de Novela Inédita Palabra Herida. 

3 Comentarios


Enoniaza 12-02-2025 12:32 PM

Excelente análisis histórico y geopolitico, sin tenerlos presentes no se puede entender el suceso actual.

Jairo Erneys Arzuaga Guerra 13-02-2025 01:02 PM

Felicitaciones a Nuestro apreciado Amador Ovalle por el Artículo donde deja ver su conocimiento del tema Canal de Panamá, realizando, primero, un recorrido histórico por las etapas de construccion y dificultades de la misma para sacar adelante el proyecto por los paises y empresas que acometieron el proyecto En Segundo término, el Autor realiza un análisis de la situación Geopolítica y Comercial del Canal, resaltando la Importancia Militar y Económica desde los tiempos de su construccion Y termina con un tercer aspecto, que por supuesto pone de relieve este Artículo, y es la importancia de las pretensiones actuales de Estados Unidos frente al Canal. Ma parece acertada la postura de Amador frente a su visión del asunto, lo cual lo sitúa estratégicamente en el contexto de la Política Global en este Orden. Pero además, el Artículo deja ver entre Lineas, la actuacion torpe de nuestra Política Exterior, a cuya ingenuidad y fracaso se suma, digo yo, otra derrota, infringida, muchos años después, en la Corte de la Haya por la Delegacion de Nicaragua en el diferendo de Aguas Limitrofes. Amador simplemente Feñlicitaciones por este paseo y contexto del Caso Canal de Panama

Huber Enrique Oñate Mejia 15-02-2025 07:35 AM

Excelente ensayo histórico-político. Presenta una consistente argumentación y estructura clara sobre la historia del Istmo de Panamá y el Canal desde la época de los descubrimientos hasta la actualidad. Asimismo, el texto destaca acertadamente la importancia geopolítica del Canal en el comercio internacional y su papel en la dinámica del poder mundial. Si bien el título del texto: “Canal de Panamá: si no lo puedes defender, no lo puedes tener “refleja una realidad histórica de que el poder y la capacidad de defensa son determinantes para mantener el control sobre recursos estratégicos de los países, no se debe interpretar esta afirmación, aunque históricamente cierta, como una sentencia definitiva para desarrollo de América Latina. La región ha experimentado cambios significativos y cuenta con las herramientas y mecanismos para negociar y defender sus intereses en el nuevo orden internacional en transición. La conclusión del ensayo transmite un mensaje de acción y de grandes desafíos. Por tales razones, la responsabilidad recae en manos de la ciudadanía y las clases dirigentes en superar la dependencia histórica de las grandes potencias mundiales para construir un futuro próspero y sostenible para asegurar la administración y control sobre los recursos estratégicos. Un abrazo y feliz día, Amador.

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