Opinión
Recuerdos del Valledupar de ayer

Hace algunos años leí un libro que, para entonces, fue un best-seller. Se trataba de una psiquiatra que, a través de la hipnosis de sus pacientes, los hacía recordar vidas pasadas. Mi caso es diferente, gozo de todas mis funciones mentales y, gracias a Dios, soy poseedor de una memoria extraordinaria, que me permite escribir lo que vi en el pasado y, además, lo hago como ejercicio para evitar la visita temprana del malvado alemán que nos hace olvidar todo.
Esta noche de desvelo recordé aquel Valledupar que conocí de niño, fue por allá a comienzos de los años sesenta. Estaba durmiendo donde papa Noé Martínez y su esposa mi tía Concha Araujo, recuerdo que esa casa era en forma de escuadra, la entrada principal era por la calle 16 pero tenía cuartos sobre la carrera octava, donde hoy queda el almacén ganadero, dormía plácidamente, cuando a eso de las cinco de la mañana me despertó un pregón, leña, leña leña…, otro detrás como si le hiciera un coro gritaba a todo pulmón, carbón, carbón…, eso me quedó gravado para siempre y cuando lo escuchaba sabía que ya despuntaba la mañana.
En las tardes, cuando ya el sol declinaba, un muchacho con una olla de aluminio en la cabeza y una botella de vinagre criollo en la mano, nos alborotaba las papilas degustativas, con sus gritos que hacían ecos en las calles angostas, recurríamos a su encuentro, pastelitos, pastelitos, pastelitos…, eran riquísimos hechos de maíz cocido y molido por quien los preparaba, por dentro estaban popochos de carne molida picantica. Quien se comía uno de seguro repetía con otros.
Ya casi oscureciendo, recuerdo a Eduarda, vivía en su casa de palma y bareque donde hoy queda el edificio de Afranio Restrepo, sus ojos oceánicos le indicaban el camino sin tropiezo alguno, se desplazaba tranquila y serena, como si no sintiera al pesado lío de ropa limpia recién lavada en el río que llevaba sobre su cabeza, Eduarda con su oficio crió a su prole, la recuerdo como si la estuviera mirando, si fuera pintor de seguro la pintaría, solo puedo describirla porque es lo que puedo hacer.
De aquel Valledupar, de gente trabajadora, honesta y servil no queda nada, cuando escribo estos recuerdos, sin poderlo evitar, de mis ojos se asoman algunas lágrimas, entonces suspendo para seguir contando todos esos recuerdos en otra ocasión.
Arnoldo Mestre Arzuaga
Sobre el autor

Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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