Opinión
Las voces en mi cabeza

Sentada debajo de un árbol de cotoprix en un día de verano sofocante, observaba a los vecinos en busca de sombra bajo los árboles, charlando entre ellos, mientras yo me perdía en mis pensamientos. Dentro de mi mente, dos voces peleaban por hacerse escuchar, una lucha interna que me oprimía el pecho.
Había logrado algo importante aquel día, pero aún no tenía respuesta. Entonces, apareció la primera voz. Era fuerte y bulliciosa, llena de reproches:
-Has perdido el tiempo…Tal vez no es tan importante como crees… No te van a contestar… Lo hiciste mal… Tú no eres suficiente…
Cada palabra retumbaba con más fuerza. Sentí mi cuerpo tensarse, mi respiración se aceleró y el sudor me perló la frente. Sabía lo que venía: un ataque de ansiedad. Cerré los ojos, inhalé profundo, intentando calmarme. Fue entonces cuando escuché otra voz, más suave, casi un susurro:
-Eres capaz… Lo hiciste bien, pase lo que pase…
Por un momento, sentí alivio. Pero la voz ruidosa no se callaba. Gritaba con más fuerza, llenándome de dudas, consumiendo mi ánimo. Algo en esas voces me resultaba familiar. No era la primera vez que estaban ahí. Aparecían cuando intentaba algo nuevo, cuando fallaba, cuando quería expresar mis sentimientos y sentía que no me entendían.
Perdida en mi mente, apenas noté cuando Antonia pasó frente a mí, protegiéndose del sol con su sombrilla. Con su característico saludo alegre, me libró de mis pensamientos. Se detuvo al verme y, sin preguntar, se sentó en la silla vacía a mi lado.
Antonia era una mujer sabia, de esas personas cuya sola presencia transmite paz. Era conocida en el barrio por su fe inquebrantable y su conexión con Dios. Siempre tenía las palabras correctas en el momento indicado, y por eso, cuando hablaba, la gente escuchaba.
No le di tiempo a hablar.
-Antonia, ¿te ha pasado alguna vez escuchar voces en tu cabeza?
Ella sonriendo con ternura me preguntó: - ¿Qué tipo de voces?
-Las que te dicen que no eres capaz, que no puedes, que nada es suficiente… pero también están esas otras, que te dicen que sí, que puedes, que eres suficiente. Como si estuvieran luchando entre ellas. ¿Por qué siempre escucho más la que me hiere?
Antonia colocó su mano sobre mi pierna con afecto y dijo:
-Querida, déjame contarte una historia. La historia de Juan. Juan creció en una familia disfuncional. Sus padres, aunque juntos en teoría, vivían separados. Su madre suspiraba por la ausencia de su esposo, mientras él, de niño, ansiaba tener a su padre cerca. Pero su padre vivía con otros hijos. Cuando finalmente pasó más tiempo con él, Juan creyó que las cosas mejorarían. Sin embargo, lo que encontró fueron comparaciones constantes. No importaba cuánto se esforzara, siempre había un "lo puedes hacer mejor", y un ambiente lleno de quejas y sentencias.
En la adolescencia, entregó su corazón a alguien que no valoró su amor. Lo dejaron por otra persona. Juan comenzó a preguntarse si era suficiente, si merecía ser querido, si hacía algo bien. Con los años, la frustración y la negatividad se volvieron parte de él, como un reflejo automático. Así nacieron las voces en su cabeza, las mismas de las que me hablas.
No era fácil para él callarlas, cuando durante toda su vida eso fue lo que vivió. Juan era inteligente, bondadoso, talentoso, pero su propia mente le jugaba en contra. Las voces pesimistas siempre parecían tener la razón.
Terminando su historia, Antonia suspiró, como si las palabras que iba a decir pesaran, pero también como si llevara toda una vida reflexionando sobre ello.
-No es fácil cambiar la voz que nos lastima -dijo con calma-. Desde pequeños nos han enseñado a ser duros con nosotros mismos, a castigarnos antes que a comprendernos. Pero dime algo… si Dios, que es perfecto, nos ama tal como somos, ¿por qué nos cuesta tanto amarnos a nosotros mismos?
Sus palabras me tomaron por sorpresa.
-Juan no eligió escuchar esas voces que lo hirieron -continuó-. No fue su decisión dudar de sí mismo, sentir que no era suficiente. Creció en un entorno donde esas palabras estaban en el aire, donde su valor siempre era puesto en duda. Y cuando uno escucha lo mismo una y otra vez, termina creyéndolo. Es como cuando repites una mentira hasta que parece verdad.
Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras.
-A veces pensamos que sentirnos así es nuestra culpa- prosiguió Antonia-, pero no siempre es así. Muchas veces, lo que nos duele, lo que nos hace dudar, es el reflejo de lo que nos enseñaron a creer sobre nosotros. pero, así como aprendimos a escuchar las voces que nos hieren, también podemos aprender a escuchar la voz que nos salva.
-Y ¿cómo se hace eso? - pregunté, con un nudo en la garganta.
Antonia sonrió con ternura.
-Para empezar, con paciencia. La voz negativa ha estado ahí por años, no se callará de un día para otro. Pero cada vez que la escuches, responde con amor. No con más dureza, no con odio hacia ti misma, sino con compasión. Dile: “entiendo por qué estás ahí, pero hoy elijo tratarme con amabilidad”. Al principio parecerá forzado, pero con el tiempo, esa voz que ahora se siente débil, la que te dice que eres suficiente, empezará a fortalecerse.
Asentí en silencio.
-También ayuda rodearnos de personas que nos recuerden nuestro valor -siguió Antonia-, pero, sobre todo, debemos recordárnoslo a nosotros mismos, porque al final, la verdadera batalla está dentro de nosotros.
Sentí un nudo en la garganta, y ella se quedó en silencio un momento, dejando que sus palabras hicieran eco en mi interior.
-Recuerda esto, querida -dijo finalmente-: en la vida siempre habrá voces que intenten hacerte dudar de tu valor, incluso la tuya propia. Pero al final, la decisión de cuál escuchar siempre será tuya.
Respiré hondo.
El sol seguía igual de fuerte, los vecinos seguían conversando bajo la sombra de los árboles, pero dentro de mí, algo había cambiado.
Y por primera vez en mucho tiempo, elegí escuchar la voz que quería salvarme.
Keilys Rosellón Guerra
12 Comentarios
???????????????? por muchas más antonias en la vida
Una es mejor que la otra , orgullosa de ti wakara.
Buena reflexión
Sabio y brillante. ????????
talentosaaa
Que maravillosa reflexión, eres una dura escribiendo. Tu Tata se siente muy orgullosa de ti. Fortalezcamos esa voz que ve lo.mejor que llevamos dentro. Un abrazote mi pelaita hermosa.
Nosotros no somos nuestros pensamientos, somos el ser que observa esos pensamientos, tampoco somos nuestra mente, la mente solo es una memoria cargada de cultura, traumas, religiones, tonterías de la sociedad, tu ser es capaz de observar esas nubes cargadas de pensamientos del pasado y del futuro, te invita a vivir en el presente. Toma conciencia de tus pensamientos, diviértete con ellos, eres la obra maestra de tu propia vida, nuestros pensamientos deben ser escogidos por nuestro ser interior. De lo contrario tendrás una patología llamada diarrea mental.
Se puede ver cómo muy corto el texto para expresar la gran batalla de sentimientos y sensaciones que se pueden tener en esos momentos, Pero en su escrito lleva algo muy grande, un aterrizaje a ese lugar oscuro en el que mantenemos embueltos de nuestra autocrítica influenciada por terceros donde solo entre un pequeño rayo de sol el cual parece desvanecerse en ocasiones, en dónde ese rayo de sol representa quien eres en realidad, tu esencia, sin perjuicios, sin miedo, tus ganas y el sin números de virtudes y destrezas que tenemos y no vemos. Cree en ti sin temor de los resultados...
Te atreviste! ????????????????????????
Me encanto. Excelente. Me alegra mucho por ti
Eres un bálsamo a través de tus palabras, eres un sol lleno de luz y de magia ????
Ay que orgullosa me siento de mi amiga, literal todos hemos escuchado esa voz que nos paraliza???????? te quiero mucho amiga
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