Opinión

Vivir para servir

Alberto Muñoz Peñaloza

28/04/2025 - 05:35

 

Vivir para servir
Una vista aéra de la plaza Alfonso López en Valledupar / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

Fue precisamente un fonsequero, José María "Chema” Gómez, aquel que le dio vida musical y cultural al hombre vallenato renombrado como el “Compai Chipuco”, quien poetizó la semblanza nocturnal cercana a la realidad de esa tierra hermosa, musical y verdorosa,

"Allá en Fonseca donde brilla la luna

entre cardón y tunas suena un acordeón

canta la vida de un pueblo y sus montañas

llanuras y mujeres de noble corazón;

cuando estés triste cántale a tu tierra

así darás a ella grata contribución

 cantale a tu provincia risueña y bullanguera

que de la costa entera es tierra de promisión".

El territorio nativo de “El pollo Vallenato”, Luis Enrique Martínez, a quien los mejores consideran el rector de la escuela musical vigente en el Vallenato, como género musical. La patria chica del maestro, Carlos Huertas, quien de su tierra natal le comunicó al mundo,

"Soy tan fonsequero como cualquiera que así se sienta

porque llevo dentro de mis entrañas sabor a tierra

a esa tierra donde nacieron mis ilusiones

inspiradas todas por sus ideales y sus pasiones;

aquel que no recuerde a Fonseca

no ha escuchado en sus acordeones

el bello son de Carmen Gómez

y el paseo de Bertha Caldera;

no ha bailado con sus morenas

ni ha amanecido en El Hatico

ni ha parrandeado con Tabaquito

en carnaval o en noche buena".

Siguiéndole las parolas al brillante compositor y guitarrista, Julio Vásquez, en su aventura travesística plasmada, en su bello canto El Viajero:

"Yo salí de Fonseca y pasé por La Distra

pasé por Buenavista lo mismo por Sanjuan

en El Molino Villanueva y Urumita

me daba tristeza recordar al cardonal;

al fin llegué a La Paz…".

Hasta la capital almojabanera le siguió el ritmo itinerante, trazado por su paisano, desviándose hasta Valledupar, en directo a la esquina de la carrera novena con la entonces calle trece. Pero, antes de su arribo a la novena, descendió del apoyo vehicular frente al mercado público de la época, sintiéndose 'un animal' extraño, por la armonía existencial de los que iban y/o venían, en un orden y organización admirables, como si él no cupiera allí. Nada de tiempo pudo dedicarle a esa 'idea', porque de una se puso al frente un individuo de unos cincuenta años, viejísimo entonces, con vastísima experiencia en la detección del corronchismo. - Hola amigo, qué tal el viaje, vienes de Casacará o del otro lado…o, ¿eres guacochero?

Emocionado, respondió con prontitud y confianza: "vine de Fonseca, nunca había venido por aquí, este pueblo es bien grande". Pero eres de buena, le dijo varias veces Menancio, uno de los ladrones más experimentados en la aplicación del "paquete chileno"; --aquí tienes que saber la hora precisa, para que no tengas problema con nada, necesitas un buen reloj y es éste, yo soy amigo del que los hace en Suiza, por eso te lo vendo barato. El man es sobrino de Georges Schaeren, el fundador de la marca Mido, éste es un Multiford, es antimagnético, a prueba de golpes, puedes hundirte con él puesto en el río y nada le pasa, es totalmente automático. Te lo doy barato, porque vienes de Fonseca, ésa es la mejor tierra de La Guajira, de allá es mi compadre Ñaño Pitre, quien tiene un puesto de venta aquí en el mercado, si quieres te llevo allá. Dame catorce pesos, ni uno más, ni uno menos.--.

Sintiéndose afortunado, sacó cuentas, sumó lo que sabía en el bolsillo derecho, lo del izquierdo y "los chavitos"  que trajo en la relojera' del pantalón Fuge, maicaero, color caqui, alminonado para su segunda postura, con una camisa blanca, con zapatos grulla, de los de antes, fajóna dos colores, negro en un tiempo y pelado, desde el tercer hoyito, como quedó él después de entregar los doce pesos en billetes, un peso en monedas, la peinilla nueva color rojo y la bayetilla, roja también, que Menancio aceptó recibir por el peso restante.

Cuando recibió su reloj, se sintió el hombre más feliz del mundo, ni siquiera prestó atención al instructivo verbal acerca de cómo usarlo, protegerlo y 'ponerlo a andar' en caso de que se detuviera. Apiadándose más, Menancio le brindó un refresco Guatapuri, de los del empresario local Avelino Romero, en la tienda de don Pacho, luego de lo cual, con doble satisfacción, partió raudo a su encuentro definitivo con la buena suerte, materializándose esta, al conocerse con la majestuosa, Julia Murillo, dama de honor, de reconocidos méritos como empresaria, mujer de carácter, servicial y amante de lo bueno. Ante ella, esgrimió los logros inmediatos: primero, la adquisición, a precio de ganga, del Mido Multifort, dicho lo cual lo sacó, con manos temblorosas por el éxtasis que le producía tenerlo, sin caer en cuenta que, eso mismo, lo hizo claudicar, soltándolo sin querer hacerlo, que por fuerza de la ley de gravedad, apenas tocó el piso, se desarmó por completo, ninguna pieza siguió unida a otra, la más cercana le quedó a tres pasos, por lo cual la recogió en el acto, era la llamada "mica" del reloj: en su caso, una tapilla de mentolin invertida, lo que le hizo suponer que ese ungüento también venia de Suiza, pero cuando le explicó a la señora Julia, como, cuando y donde lo compró, el veredicto fue certero, Ñerda, te bautizaron, te dejaste meter el paquete chileno. 

La gesta emancipatoria

Gracias a la buena sombra propiciada por la Ceiba humana que lo 'guareció', creció en la vida citadina, donde brilló siempre gracias a su honradez, a ser un hombre respetuoso, creativo, trabajador y sobre todo, sabiéndose relacionar para bien. Su periplo en Valledupar lo llevó por el hotel Torcoma, donde se hizo querer, pasó a la heladería Bacarat, impulsándose, promoviéndose y destacándose como barman, sin ahorrar esfuerzos ni mucho menos voluntad para hacerse útil por servidor, sirviéndoles a los integrantes de una clientela excelsa, con los cual fabricó recordaciones para siempre. 

Lo recuerdo cuando la heladería operó en el edificio Santodomingo, 'alantico' del parque de Las Madres, mi primo Checha Peñaloza, enamorado hasta el cogote de la hermana de nuestro querido Nuncio Barón Larrazábal, nos invitó, con mi prima Yuya. La atracción principal fue el polvito que después de servirme el jugo de mora que pedí, esparció sobre el vaso el barman fonsequero, con delicadeza extrema y elegancia, con un sabor mejorado y mi primera experiencia con el rebullidor. A pesar de mi preadolescencia, tuve el buen detalle de acercarme al mostrador para preguntar qué polvillo era ese, gustosamente me explicó con términos de rebuscamiento fino, dándole paso a una sutil explicación acerca de la eficacia de las licuadoras Oster, de tres velocidades, la conveniencia de no endulzar los jugos con panela, cosa que no le había preguntado, se explayó en cómo manipular y refrigerar las moras, las principales diferencias con frutas muy nuestras como la algarroba, el mamón, la cañandonga, la guayaba, los mangos, sin dejar de destacar la importancia de usar leche auténtica de vaca, no caiga nunca en el error de usar para un buen jugo la leche en polvo que Julio y el Guarapo, reparten en la Iglesia de la Concepcion, porque después el jugo no sabe bien, ya que esa leche la manda Dios para los pobres, aunque la vigorosidad de ellos es clara muestra de que se trata de un gran alimento. No pasó mucho tiempo para descubrir que usaba canela en polvo como tonificante y descrestador al mismo tiempo.

El salón rojo

Puesto al frente de la heladería Torcoroma, en plan de emular el del hotel Tequendama en Bogotá, activó el Salón Rojo, con atención esmerada, luminosidad colorada e intermitencia lumínica cuando las circunstancias los exigían. Memorable ese espacio por la 'tienta' que le hicieron a Augusto Pumarejo, el hijo central de la siempre recordada María Iberia "La Bella" Ustáriz, a quien le anunciaron una cerveceada el fin de semana siguiente con Charles Bronson, el reputado actor, precisamente en el Salón Rojo, pero se requería un financiador, comprometiéndose Augusto a vivir y pagar esa experiencia inolvidable que se llevó a cabo con la anuencia y la atención formidable del hijo ilustre de Fonseca, deleitándose todos con la representación genuina de Charles Bronson, por el hombre maravilloso de la trece, el magistral Tito Rivadeneira.

Todo un recorrido de amistad, trabajo y dedicación, teniéndose que amoldar a caracteres diferentes, dóciles los unos, rebeldes los otros, sin amansar los más, con un común denominador, la gozadera, el goce y el bailoteo: Eduardo "El Cota" Murillo Daza, El Chino y Eibar Murillo, Orlando Barranco Quiroz, Jorgito Avendaño, Pacho Martinez, Valerio Mejia, Jorge Luis Murgas, el gran Dago de Colombia, Paco Monsalvo Castilla, y pare de contar.

La humanización del servicio

Luego de la vecindad, volvimos a encontrarnos en el ejercicio laboral, él como vigilante en la Lotería del Cesar La Vallenata, donde se esmeró por ser un celoso cuidador de lo público, con probidad, buenas maneras y enérgico proceder. Servicial en lo posible, paciente ante la adversidad, riguroso en el cumplimiento del deber y conciliador cuando le correspondía enfrentar individualidades difíciles. Había que verlo mantear el juniorismo exacerbado de Marcos Movilla, cuando le ganaba al deportivo Cali el equipo de su preferencia; toreó con inteligencia el control interno estricto de Jaime Mafiol Baute, con consideración exclusiva a Armando Aguilar, sustentándolo en que, "al pobre Mando le hicieron lo mismo que a mí, nada más esperaron que llegara de Belén, uno de los pueblos de la Ciénaga de Zapatosa para meterle el paquete chileno, también lo tumbaron con un reloj, pero lo de él fue peor, se trató de un 'cambiazo'; se llenó de ilusión con la posesión de Iván Murgas Namén, como jefe de la Oficina del Medioambiente en la Alcaldía, entusiasmado por el proyecto de restauración de la cría de besote en la zona hídrica del puente Hirtado y el rescate de limpia-casas, machorritos y  cucarrones con instalación de zoocriaderos en lotes, sótanos y azoteas de edificios; jamás procedió como le aconsejaba su ímpetu cuando, de lunes a viernes, antes de las 12:45 horas al salir, Migue Daza, no sólo se le encaramaba al sofá verde sino que le apagaba el televisor, en plena lectura de titulares del noticiero del medio día; guardó prudente silencio cuando Analdito les daba el número de su celular, que en realidad era el control del garaje, a las chicas del sector, en fin, fue un hombre servicial que supo lidiar con los distintos temperamentos, incluido el carácter indomable del jefe Elisauth; hasta noviembre de 2003, cuando inició de manera formal el proceso de liquidación de la empresa. En gran medida su comportamiento cada vez fue mejor, en gracia de su acercamiento  e ingreso al camino neocatecumenal de la Iglesia Católica, congregándose como siempre en la parroquia de la Concepción, entidad para la cual siguió en servicio, luego de la liquidación y supresión de La Vallenata.

Ese hombre bueno, cuyo corazón, energía y sueños puso al servicio del amor por su esposa querida Dominga Yepez de Moya -su Minga amada-, y de sus hijos, Álex,  Eivar, Ricardo y Tania,  a quienes amó,  cuidó y los hizo depositarios de todo lo de él, consolidado en su amor incondicional, oceánico e invariable. A quienes fuimos sus compañeros, sus amigos, su familia, nos regaló el flujo incesante de su fino sentido del humor y la fuente inagotable de un anecdotario que, en cuanto a mí se refiere, tengo el deber moral y el compromiso con su memoria, de compartirlo en la medida de lo posible. El 26 de diciembre de 2024, atendió el llamado de Dios, pero apenas acabo de enterarme, por eso, más que llorarlo, rememoro su estancia existencial con los versos de Geño Mendoza, fonsequero como él, que cuando se los mencionaba sonreia sin sonrojo ni sentimentalismo,

"Tu vida ha sido grande tu conducta es ejemplar

las cosas humillantes no han pasado por tu mente

oye Chema Bermúdez cuanto me haces recordar

consejos de mi padre que siempre tengo presente; (…)

el Festival del Retorno

que ha impresionado padrino

te bautizaron de nuevo

de nuevo el pueblo eres hijo". 

 

Alberto Muñoz Peñaloza

Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza

Alberto Muñoz Peñaloza

Cosas del Valle

Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.

@albertomunozpen

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