Opinión
¿Democracia? ¡Entonces!

Desde hace muchos años llevo escuchando en el sonajero popular (ahora digital) que Colombia es el país más feliz del mundo; la razón de este podio se debe, entre otras cosas, a que los colombianos somos personas pujantes y resilientes, además de nuestra sólida democracia que nada tiene que envidiarle a naciones políticamente avanzadas, como las europeas (según el arquetipo de democracia que impera en la narrativa moderna).
Durante el auge de las dictaduras del Cono Sur, años difíciles para nuestro continente latinoamericano, Colombia ni siquiera intentó convertirse en un estado totalitario a pesar de las reformas donde se suspendieron las garantías constitucionales y se disolvieron las instituciones democráticas: aún en manos del General Gustavo Rojas Pinilla, el país tuvo una dinámica política decente y de progreso social, ya que por un lado el país avanzó en infraestructura y la mujer por fin pudo votar; posteriormente, más allá de la influencia o la actividad paramilitar que existiera en varias regiones, el país siempre se mantuvo en un camino de respeto por las instituciones públicas, las cuales se renovaron y actualizaron estratégicamente de acuerdo a coyunturas históricas como la Asamblea Nacional Constituyente, la cual formó y moldeó el modelo administrativo y estatal que hoy conocemos.
Desde el nacimiento de la República, el país siempre ha mantenido un respeto por sus dinámicas. Con una que otra escaramuza política y militar, la cual se ha extendido en el tiempo por más de lo esperado, el país y sus instituciones han sobrevivido en “democracia”. Y es que la democracia siempre ha sido lo nuestro, ¿cierto? Elecciones cada cuatro años, “división del poder”, plebiscitos, etc. La constitución funcionando de manera normal y natural como se diseñó en el 91.
Entonces, lo que no encaja dentro del panorama político nacional, dentro del tablero de jugadores claves, como la oposición y el oficialismo, es que los primeros vean como antidemocrático, dictatorial, el hecho de que el gobierno presente a consideración de los ciudadanos (para no recaer en tintes populistas diciendo pueblo), unas propuestas para modificar el ámbito y la dinámica legal y real de los trabajadores en el país. Entonces ahora vienen los medios oficiales, aliados de los dueños del poder y las grandes empresas, a enlodar la Consulta Popular, incluso tildándola de antidemocrática. Desde todas las esquinas de la derecha se ha atacado esta propuesta que, lo que busca precisamente, es fortalecer la democracia mediante la participación ciudadana.
Es evidente que existe un doble rasero, una doble moral politiquera, que llama a la democracia cuando le conviene y cuando no, la trata de menoscabar. Sigámonos jactando de la democracia que gozamos como país. Participemos en la Consulta Popular, si estamos de acuerdo con lo propuesto o no, pero hagámoslo desde un lugar independiente a los altoparlantes de los medios de comunicación. Si hemos sido durante casi toda nuestra historia un hito de democracia, sigamos así, y profundicémosla a través de mecanismos de participación ciudadana como la Consulta Popular. ¿Quieren democracia? ¡Entonces!
Andrés Cuadro
Sobre el autor

Andrés Cuadro
Pensamientos itin-errantes
Andrés Cuadro (Agustín Codazzi, 1993) Escritor caribeño, estudiante de derecho de la Universidad Popular del Cesar; autor de los libros inéditos: La avenida de los vencidos (Relatos); Ensayos de prosa rebuscada (Poesía). De igual forma ha publicado la serie "Vallenato bravo", junto a artículos y ensayos de opinión juvenil. Es miembro fundador del Colectivo Literario El Manjol, donde publicó artesanalmente las plaquettes de poesía "Chinchurrias para el alma"; actualmente trabaja en su libro de narrativa "Pesadillas de un niño cuando se despierta".
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