Opinión

La revolución de la nada

Luciano Márquez Guerra

15/07/2025 - 06:20

 

La revolución de la nada

 

Después de dar un paseo matutino entre los stands de la biblioteca, buscando qué me trae la mañana y en qué mundo me adentraré, a campo traviesa lucho por encontrar algo que me conmueva y que despierte en mí ese interés de la vez primera, que ya poco existe.

Tras no encontrar con quién debatir sobre poesía ni tener a alguien que finja saber del tema, deambulo solo por todos los pasillos de una biblioteca escuálida, con libros de renombre, de los cuales seguramente ya he sabido o, al menos, tengo alguna sinopsis guardada en mi cabeza. De repente, encuentro algo que me distrae plenamente de mi misión de hombre abstraído que busca, en un libro, el impacto perfecto para luego desbocarme en palabras a partir de una obra literaria que marque mis próximos días.

Luego de pasar la sección de filosofía —sección que admiro, pero de la cual prefiero abstenerme para no caer en las garras de los ideales de ciertos pensadores (porque, sí, lo reconozco, soy muy débil ante los enfoques que me lleven a deliberar y que me invitan a ver la vida de cierta manera, volviendo todo un caos)— evito que mi vida cambie su rumbo pasivo y llevado por las corrientes de lo común, como los días de café, tráfico y oficina. El caso es que, al pasar a la sección de historia, geografía y política, en medio de un estante lleno de polvo, con mis manos angustiosas por la mugre, encuentro algo que me incomoda.

Jorge G. Castañeda, un intelectual mexicano con asomos hacia la izquierda, hace un recuento profundo, basado en documentación clara y precisa, sobre la vida de uno de los personajes más interesantes y complejos que parió América del Sur —principalmente Argentina para Cuba—. En su libro La vida en rojo: Todo lo que hay que saber, el escritor nos aclara el vivir, el estar, el ser y el morir de Ernesto Guevara de la Serna, quien para muchos fue un héroe, como para otros, un bandido. Lo que sí queda claro es que es el abanderado de las ideas revolucionarias de nuestra aldeíta del sur y quien la incita a rebelarse priorizando su dignidad.

Esas ideas han trascendido a lo largo de los años. Con el tiempo, nos hemos visto inmersos en el debate, como comunidad, entre las ideas revolucionarias y el conservadurismo, asociado a la visión regularizada por lo tradicional, por lo preciso y repelente a los cambios inesperados: todo lo contrario, a lo que enfoca la visión de nuestro amigo Guevara.

Haciendo un poco más pequeño el margen —o, más bien, pasando de lo internacional a la vida local colombiana, precisamente en la costa—, hace unos 20 o 22 años también se levanta un movimiento social que se autoproclama revolucionario o como un cambio. Esta vez el escenario es la música, precisamente la música tradicional y folclórica conocida como vallenato, directamente de la provincia. Este es quien porta el eslogan “Llegó la revolución”, haciendo referencia a un cambio abrupto en el género.

¿Estamos tan descontextualizados los que vivimos en esta parte del mundo, que nos vestimos de rojo y gritamos a todo pulmón “¡Llegó la revolución!”? ¿O estamos tan poco culturizados que solo nos interesa seguir a personas o artistas que no llevan a nada o a más de lo mismo?

Partiendo de toda la cháchara anterior, Guevara, el abanderado de la verdadera revolución socialista, no escatimaría y no le temblaría la mano a la hora de —ya saben qué— enfrentarse a los que se proclaman revolucionarios, pero presumen una vida ostentosa, desigual y, más grave aún, para el Che, serían las relaciones con personajes que son el polo opuesto a la revolución: los abogados Abelardo De la Espriella investigado por nexos con el narcotráfico en el 2014 o Emilio Tapia inmerso en el escándalo del carrusel de la contratación y condenado por este mismo.

Él del eslogan “Llegó la revolución” nunca fue un revolucionario. Seguramente ni conocerá el contexto, difícilmente el término y, mucho menos, el ideal. Lo grave es a quienes nos contagia y a los que nos transmite la idea de una revolución falsa, vacía, vana, encaminada a más de lo mismo y me incluyo porque también he sido participe de estos eventos huecos, carentes de mensajes útiles, de esperanza o críticos, por mensajes llenos de ego que solo busca generar más dinero para el y los empresarios detrás de estos.

Esta supuesta revolución, que ha respaldado a gobiernos autoritarios que priorizan el bienestar de los que ya tienen bienestar y que agrandan la brecha social, no es más que una falsa bandera o gancho ciego para bobos, en donde, lastimosamente, están inmersos los de abajo, que siguen ciegos, topeteando, y que se desgastan diariamente piel al sol, esperando el fin de semana para disfrutar de unas frías y de este emisario de una revolución de la nada, sin espabilar ni pellizcarse de su situación comparada con la de este falso profeta y sus magnates amigos.

 

Luciano Márquez Guerra 

Docente en Artes, Folclor y Cultura

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