Opinión
Latinofobia

En su segundo mandato presidencial, la administración Trump ha lanzado la mayor ofensiva de la historia reciente contra la población latina en Estados Unidos, sin otro fundamento que el odio racial. No existe una justificación objetiva para esta persecución feroz e inhumana contra un colectivo que ha realizado valiosas contribuciones culturales, sociales y políticas a ese país. Aunque el discurso oficial los presenta como criminales, las estadísticas demuestran que los índices delictivos entre los latinos son inferiores al promedio de otras poblaciones.
Las escenas, que evocan los trenes cargados de judíos rumbo a Treblinka, se repiten a lo largo y ancho de Estados Unidos: redadas en lugares de trabajo, escuelas, transporte público e incluso hospitales. Las personas detenidas son subidas a autobuses y aviones, y enviadas a verdaderos campos de concentración modernos, como Guantánamo, El Salvador y Alligator Alcatraz. Este último es un centro de detención de migrantes ubicado en los Everglades de Florida, una zona remota y peligrosa, sin acceso a agua potable y rodeada de pantanos, serpientes y caimanes. Fue inaugurado personalmente por el presidente Trump, lo que subraya su implicación directa en las políticas migratorias más represivas. Durante el acto, además, hizo bromas crueles e innecesarias que agravaron aún más la indignación. “Les vamos a enseñar cómo huir de un caimán si se escapan”. “No corran en línea recta. Corran así”, dijo mientras movía la mano en forma de zigzag. “¿Y saben qué? Sus probabilidades aumentan alrededor de un 1%”.
Uno de los destinos más insólitos escogidos por la administración Trump para deportar latinos ha sido Yuba, capital de Sudán del Sur, un país que el propio Departamento de Estado estadounidense considera inseguro incluso para sus propios ciudadanos. La medida resulta especialmente contradictoria: los deportados fueron señalados como delincuentes de alta peligrosidad, pero al llegar a su destino no fueron recluidos en prisión, sino simplemente dejados en libertad.
¿Cómo explicar este encarnizamiento contra los latinos? ¿Se trata únicamente de un problema de migración irregular? La respuesta es un rotundo no. No tiene que ver con su estatus legal ni con la supuesta criminalidad: la verdadera razón es el odio racial, un fenómeno que podríamos llamar latinofobia. Entonces surge una pregunta más profunda: ¿por qué Estados Unidos odia a los latinos? La respuesta tal vez incomode a muchos, especialmente a quienes viven en América Latina y aún creen en el sueño americano. Aun así, intentaremos responderla, aunque sea en tan solo dos párrafos. Si alguien desea profundizar más sobre estas razones tal vez le convendría consultar obras como Árbol de odio: la leyenda negra y sus consecuencias en las relaciones entre Estados Unidos y el mundo hispánico (1971) de Phillip W. Powell y Latinofobia (Amazon, 2024) de mi autoría.
Aunque parezca inverosímil, casi como una teoría descabellada, lo cierto es que el odio hacia los latinos tiene raíces profundas, heredadas de siglos pasados. Es probable que muchos de quienes lo ejercen hoy no sean conscientes de su origen, pero este desprecio fue sembrado por los enemigos del Imperio español en la época en que este dominaba gran parte del mundo. De esa campaña surgió un cuerpo ideológico bien definido: la llamada leyenda negra. Dentro de ella, el elemento hispano —y, por extensión, lo latino— es retratado como un ser depravado, sucio, inferior, incapaz de progreso y de convivir de forma honorable con otras culturas.
Estados Unidos fue fundado por puritanos, una secta protestante cuya idea de “pureza” consistía en eliminar todo vestigio del catolicismo, y por tanto, de lo hispano. Al expandirse como nación, incorporaron vastos territorios de herencia hispánica que, lejos de ser integrados cultural o socialmente, fueron objeto de un proceso sistemático de deshispanización. En sus primeras etapas, este proceso incluyó linchamientos, políticas de control natal, medidas de tipo apartheid y deportaciones masivas. Lo que ocurre hoy no puede atribuirse únicamente a la insensibilidad de Donald Trump: es, en realidad, la continuación de un proyecto histórico de exclusión.
Amador Ovalle
Sobre el autor

Amador Ovalle
Líneas de fuga
Nacido en San Diego, Cesar (1963), es médico y escritor. Ejerce la medicina en Bogotá, mientras cultiva la literatura. Ganador del concurso de cuento de ciencia ficción “Isaac Asimov” (1996). En 2024, publicó Entre fronteras, finalista en el Primer Premio Internacional de Novela Inédita Palabra Herida.
1 Comentarios
Es interesante tu teoría y podría explicar la animaadversion que los estadounidenses han sentido todo la vida por los latinoamericanos, hoy día rayando en el odio. Me parece un punto de vista completamente nuevo.
Le puede interesar

Ni Santos ni Uribe
Así como se van derrumbando una a una las mentiras con las que los amigos de la guerra buscan asustarnos, a medida en que se van acl...

Marchas, ¿apoteósicas o apostólicas?
Llevamos ocho días escuchando una encendida discusión nacional sobre las cartillas del Ministerio de Educación, discusión ésta c...

El gran negocio del humo
No solo es la calidad del aire en Medellín que ha puesto en evidencia la alta contaminación de las principales ciudades del pa...

Nuestros músicos y las adicciones
Muchos colombianos nos hemos preguntado cual será la causa de que los músicos vallenatos y de algunos otros géneros musicales se...

Ofrenda a Valledupar
Valledupar es la novia de Colombia, es la ciudad más cantada, más celebrada y más reconocida en el ámbito de la música folclórica...