Opinión
Intimidades de los festivales

Son tantas cosas las que ocurren en los festivales vallenatos de nuestra región, unas bonitas y otras que no son tanto. Muchas actitudes negativas se han venido convirtiendo en hábitos, buena parte en razón a que los concursantes son casi los mismos, los jurados y los organizadores también. Hay algunos festivales que no llevan muchas versiones, pero un buen número de quienes participan vienen directamente de otros festivales y aplican las mismas estrategias, tácticas y mañas.
Los festivales vallenatos son un mundo aparte, allí se puede apreciar la solidaridad de los seres humanos, como cuando los ganadores hacen las consabidas colectas para reunirle el pasaje de regreso a otros compañeros, esto ocurre casi en todas esas festividades.
Los músicos festivaleros viajan de pueblo en pueblo y la gran mayoría se conocen entre sí, conversan a diario, muchas veces duermen en los mismos hoteles, eso hace que, muy frecuentemente, hagan pactos como el repartirse los premios por partes iguales entre finalistas o el de hacer una bolsa común entre los del pódium y luego distribuirla entre ellos, en igual proporción.
Lo de la bolsa común para luego redistribuirse los valores de manera distinta a como son entregados por los organizadores ha venido fortaleciéndose, especialmente en aquellos festivales que acostumbran a pagar los premios en tarima.
También se han creado unas mafias entre los mismos concursantes, en las cuales se destacan unos lideres y expertos en componendas o lo que llaman “Calanchines” que se encargan de investigar qué resulta mejor, si hacer propuestas indecentes a los organizadores o a los potenciales jurados.
Resulta increíble que, a veces, los mismos cinco finalistas, desde antes de iniciar la final de un concurso, ya saben y están de acuerdo acerca de cómo va a quedar el pódium. Entonces, guardan silencio solo porque se sienten impotentes y porque conocen que, si denuncian, igual es posible que no pase nada, mientras que, entrando en la negociación, les corresponde algo en la repartija y no enfrentan a las mafias para tener opción más adelante de estar en esa rosca.
En lo que tiene que ver con los miembros del jurado, en los pueblos se conforman dos bandos, el primer grupo son aquellos nativos o habitantes del lugar que, con los años, se han venido consolidando como expertos en calificar en festivales, aunque en la mayoría de veces no son músicos y no saben ni silbar, no distinguen un merengue de un paseo rápido. Sin embargo, guardan la esperanza que en el concurso de canciones costumbristas los designen a ellos como todos los años. Estos ya conocen a los participantes del pueblo y algunos gestionan sus coimas con meses de antelación.
El otro grupo de jurado es el que llega invitado por los organizadores. Muchos de ellos ya saben en qué categoría van a calificar y tienen tiempo y espacio para conversar con los participantes, muchas veces se alojan en el mismo hotel y, cuando termina el evento, hacen parrandas para celebrar que todo haya salido como planeado.
Pero también hay quienes no le juegan a nada de esas triquiñuelas, estos festivales son como el mundo del que habla Calixto Ochoa en su canción, hay de todo.
Colofón: El próximo sábado 2 de agosto a las 2:00 pm tengo el gusto de invitarles al Centro Comercial Guatapurí en Valledupar para que nos acompañen en el lanzamiento oficial de la cuarta versión del Festival “Un Canto al Río”, tendremos canciones dedicadas a nuestro bello río, regalos y sorpresas y presentación de los ganadores de años anteriores.
Jorge Nain Ruiz Ditta
Sobre el autor

Jorge Nain Ruiz
Vallenateando
Jorge Nain Ruíz. Abogado. Especializado en derecho Administrativo, enamorado del folclor Vallenato, cantautor del mismo. Esta columna busca acercarnos a una visión didáctica sobre la cultura, el folclore y especialmente la música vallenata. Ponemos un granito de arena para que la música más hermosa del mundo pueda ser analizada, estudiada y comprendida.
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