Opinión
Lecturas que narran el paso de una tragedia

En ocasiones, mi tranquilidad es perturbada por el recuerdo de aquellos pasos que corrían apresurados, huyendo de un monstruo desbocado que se alimentaba de sangre y de dolor, llamado violencia; y cuyas cicatrices han quedado grabadas en lo mas profundo de nuestras almas.
Escribo sin el derroche gramatical y ortográfico que caracteriza a nuestro rico idioma. No es mi interés sazonar los más oscuros episodios violentos que una vez intranquilizaron a gran parte de una Colombia que vivió en la ruralidad. Hoy sirvo de manera cruda a través de mis letras, el paso de una tragedia que quedó documentada dejando una huella indeleble en las vidas de quienes sufrieron aquel brutal castigo.
Si bien ha quedado registrado en los libros y en la memoria histórica de nuestro país, que todo inició por el justo reclamo al derecho de la tierra. De ahí en adelante se sumaron una lista de exigencias, las cuales terminaron en desgracia. La barbarie que se cometió la madrugada de ese fatídico seis de diciembre de 1928, en lo que conocemos como la masacre de las bananeras, ocurrida en Ciénaga Magdalena, en donde las demandas obreras fueron respondidas, y reprimidas a disparos de rifles que acabó con la vida de mas de tres mil personas, y que a día de hoy algunos políticos desmienten, queriendo negar la existencia de aquel cruel episodio.
De ahí en adelante, el campo colombiano solo ha respirado violencia. Los convulsionados años cuarenta que dio inicio a los periodos de mayor sufrimiento que han perdurado hasta nuestros días. Fue así, que las cúspides de la Sierra Nevada de Santa Marta fueron dominadas por hábiles colonos, procedentes de aquellas regiones del interior del país, donde la muerte se desplazaba por las trochas y los ríos servían de autopistas por donde flotaban cadáveres. Llegaron y se asentaron; domaron sus montañas, dominaron sus ríos y moldearon las colinas que cambió la jungla por pastizales en donde se emprendió un nuevo comienzo.
La felicidad duró poco. Lo que costó años de esfuerzos quedó tirado sin el valor si quiera a la vida, al deseo de construir familias y el desprecio de quienes podían parar la tragedia y nada hicieron para detenerla. Ranchos abandonados, en cuyo interior quedó el viejo platero que colgaba los platos de peltre, la vieja totuma y cuchara de madera, el calabazo donde se preparaba el suero, son la huella más disiente de aquel horror que vivieron los campesinos. Las ollas y calderos tiznados con la mancha del residuo de la última comida, se mantiene como un mudo testigo que se niega a desaparecer para que no olvidemos lo que allí ocurrió.
Trozos de juguetes descoloridos por el sol y el sereno, son todavía los testigos que afirman que mis letras no mienten, y que dan cuenta que allí aun permanece el rastro de una familia que una vez habitó aquella choza, en la que la felicidad duró poco. Muñecas y triciclos, son el rostro de una niñez feliz que le borraron la alegría a través de la violencia. Botas de caucho, machetes oxidados y pedazos de corrales que se ocultan en medio de la maleza que crece como si tuviera la intención o el desespero de sepultar para siempre, los vestigios de quienes huyeron y los que perecieron por culpa de aquel monstruo que se niega a desaparecer de la vida de los infortunados que no tuvimos más opción que vivir en la Colombia rural y profunda.
Si recordar es vivir, prefiero no recordar para no continuar siendo víctima de aquel tormento. Con manos temblorosa, y la voz del alma que se entrecorta, son la prueba irrefutable que allí algo terrible ocurrió. Seguiré caminando en la búsqueda incansable por encontrar la justicia; ésa que se esconde como el trozo de loza que, en medio del rastrojo, se niega a ser descubierta, sea por complicidad o por miedo, algún día tendrá que sobresalir para que testifique y condene a los responsables de aquella tragedia.
Nerio Luis Mejía
Sobre el autor

Nerio Luis Mejía
Pensamientos y Letras
Nerio Luis Mejía es un líder comunal, defensor de los Derechos Humanos, quien ha realizado de manera empírica un trabajo de investigación acerca de las causas que han propiciado -y siguen alimentando- el conflicto armado y social colombiano. Mediante sus escritos, contextualiza las realidades territoriales.
0 Comentarios
Le puede interesar

Difunto enamorado (III parte)
Los días pasaron y Maye empezó a sentir poco a poco la presencia de Chan. Todavía rondaba por el pueblo aquel cuerpo que había dej...

Agua y vivienda para el desarrollo
En esta ocasión, quiero referirme en mis líneas a una buena gestión que se está realizando desde el gobierno nacional, específicam...

Valledupar recupera la memoria, la razón
La esperanza es un trozo de reposo. Se convierte en el pecho en un fuego inocente que crece hasta volverse llamas rojas en el cielo d...

No aprendí nada y aprendí mucho
Fui un mal estudiante en la primaria y un alumno fatal en el bachillerato, en la primaria recorrí todas las escuelas del pueblo, i...

Hay que repensar los festivales
Acaba de efectuarse la versión 36 del Festival Cuna de Acordeones de Villanueva Guajira y los informes, comentarios y balances que m...