Opinión
Cuando “cortarse la coleta” es el premio

Por aquellos tiempos, cuando Valledupar seguía el curso de la historia en medio del embotellamiento geográfico, asfixiándose con el centralismo proveniente de la entonces capital del Magdalena, la vida comarcal era acogedora, sin disimulos ni apariencias diferentes del 'humero' proveniente de tacanes y anafes cuyo contenido gastronómico era sencillo, delicioso y 'erguido' siempre. Proseguía el desfile, tarde a tarde, de Nano'e la Cruz, quien ritualizaba algunas vueltas a la entonces plaza mayor y aparecía de nuevo después de merodear el parque Altagracia y asomarse por la factoría de don Avelino Romero, donde se incubaban los célebres refrescos guatapuri y el genuino pingüino de limón, entre otros.
A escasos pasos, de los portales de Pedro Castro, permanecía mudo durante el día el tradicional teatro Caribe, luego de años en que las bocinas estratégicamente instaladas compartían voces de oro, como la del cerecero Beto Reales y la mágica música de las Antillas. Por la noche, el tropel reinaba. En la esquina, la cárcel del Mamón alojaba delincuentes, algunos avezados, mientras papá Tino González, alternaba sus ocupaciones como director, zapatero, consejero y zar de la guardia española en las festividades de la Virgen del Rosario. Su hijo, Hugo González Montero, heredó esa tradición cultural, las charreteras y el estilo inconfundible para dirigir, en gracia de lo cual fue el primer director del establecimiento carcelario del barrio Dangond, entre 1970 y 1980. Hoy día, ese territorio es parte nuclear del centro histórico de Valledupar, pero en aquella época por esa carrera sexta de este tiempo bajaba, como 'Pedro por su casa', en su jeep primero, luego en el zastava de lujo, el taxista y líder comunitario, sindical y cívico, Efraín Peña 'Meagacho', cinco minutos después que Chorrobalin había pasado, con su cargamento de piedras, enmochilado y con media docena de calillas de tabaco en la relojera del pantalón. Más allaíta, La Garita, en todo su esplendor se sonrojaba por los 'medio paso' cada vez más cortos de las damiselas del barrio el Carmen que excursionaban por los ductos viales rumbo a "la calle del Cesar", recién inaugurada La Viña, la salsamentaria y más, de los Botero.
Belleza, valores y humanismo
Emociona recordar ese paseíllo con mi madre querida acompañándola al salón de belleza. Había uno, de postín, en la entonces calle 12, 16A en la actualidad, de la gran Piva Gutiérrez y el Graciela, de la señora Graciela Raudales, en la cuarta de entonces que es la sexta en el tiempo presente. 'Alantico' de El Mamón, al lado de la casa de la Familia Araméndiz, con las dignísimas Juana y su hermana Graciela.
Mientras mi mamá esperaba ser atendida, mi mente en alegría descubría, escuchaba y aprendía. Por lo general las cerca de dos horas, incluido el turnaje, para la aplicación minuciosa del alicer, el atemperamiento capilar, la sacada y el arreglo de pago, con rebaja incluida, lo aproveché siempre para disfrutar la dedicación de la propietaria al ejercicio ocupacional, a la guianza de sus muchachitos y a la disposición metódica de objetos y tareas relacionados con la marcha hogareña. Una mujer trabajadora, honesta, dedicada, disciplinada y dispuesta a privilegiar el crecimiento sano, vigoroso y con buenas prácticas, de sus hijos. La señora Graciela Raudales, elegante, sencilla, humilde y laboriosa.
La faena del mayor
Primero, fue sagradista, ese espacio educativo de gran recordación intergeneracional, que fue el colegio Sagrado Corazón de Jesús, lo acogió, contribuyó en su educación y le permitió trasegar por el gratísimo Colegio Nacional Loperena, como después en su formación universitaria, siempre con solvencia y cumplimiento.
Tejemos amistad desde la época colegial, pero en 1974 nos vimos casi todas las noches con el amigable Gabriel Fuentes Carrillo, donde Rafa, en pleno barrio El Carmen, sin dejar la carrera sexta que tantos méritos les merecía, animados por el hervor del aguardiente y la letra unificadora de “Reminiscencias”, bella obra musical del abogado Antonio Serrano Zúñiga, incluida en el 'lom ply' Río Crecido, de Poncho y Emiliano, edificamos una fraternidad fundada en el afecto, la solidaridad y el servicio a los demás.
Segundo a segundo, nos propusimos, cada quien en lo suyo, proseguir el recorrido enseñado por nuestros padres, convencidos de que era posible subir de nivel, gracias al conocimiento, a la honradez y a la consistencia. En los primeros días de 1982, asumí como subdirector de la cárcel de distrito judicial de Valledupar, mientras mi amigo, fungía como juez de instrucción criminal en nuestra tierra, luego de iniciarse como juez promiscuo municipal. Su desempeño siguió, como comenzó, con, dedicación imparable, carácter real y sobre todo, con honesto proceder, en la línea del tiempo como juez penal municipal, juez penal del circuito, juez civil municipal, juez civil del circuito, de Valledupar y magistrado del Tribunal Superior de Riohacha.
En julio de 1987, un soñador consuetudinario, amigo entrañable, aprehensor de conocimiento mediante la formación constante, Wadith Jesús Gutiérrez Rodríguez, se propuso renacer la Cámara Junior en Valledupar y lo logró. Mediante quijotesca labor de búsqueda halló un puñado de jóvenes que propendíamos por emular gestas personales y profesionales para contribuir al progreso de nuestra tierra. Así, el 23 de julio, nos reunimos por primera vez, en gracia de la acogida de don Valentín Quintero, en el hotel Vajamar, y seguimos haciéndolo ininterrumpidamente todos los jueves. Elegida la junta directiva provisional, Wadith fue encargado de la presidencia, nuestro amigo juez y líder en ciernes, como vicepresidente de capacitación, el siempre recordado Gonzalo Jesús Sierra Rodríguez, fiscal y más compañeros en otros cargos, gracias a lo cual en 1989, el hijo de la señora Graciela fue elegido por unanimidad presidente del Capítulo Valledupar. Continuó la carrera junior, sin desmedro de su diligente ejercicio judicial, como que en la actual es miembro del Senado Junior.
El Cielo es el límite
Tercero entre sus autores citados, en su labor al frente de la capacitación júnior, Zig Ziglar, fue su preferido, "Todo lo que vale la pena hacer, vale la pena hacerlo mal, hasta que aprendas a hacerlo bien". Aquel libro rojto, con azul y amarillo, fue su compañero los jueves, por cierto, es lo que logrado en su vida, hasta ahora, es la materialización él es cabal demostración de que, "Tu actitud, no tu aptitud, determinará tu altitud".
La vida ha sido su mejor escenario para comprometerse ávidamente a servir a la difícil, pero enaltecedora, causa de la justicia, impartir justicia, a partir de ser justo, desde sí mismo, consigo mismo. Forjador de líderes por su compromiso con el cumplimiento, con la decencia, su manera de ser prudente y la comprensión de imperfecciones como reto en pos de la maestría.
A punto de 'cortarse la coleta', tras larguísima jornada laboral, merece que las actuales y las nuevas generaciones observen sus ejecutorias y comprendan sus yerros, como ejemplo a seguir, en la travesía por el desierto, que son las noches de insomnio, de soledades, pese a la compañía, por las dudas que depara el curso de los acontecimientos, es la incertidumbre de la vida cuando el tiempo apremia, pero por fortuna, los alicientes, perviven, como los estímulos y la satisfacción del deber cumplido.
Gracias al amigo, al compañero júnior, al hombre bueno, al servidor, al abogado recto, Henry Calderón Raudales, quien al retirarse, como durante el desempeño, mostró y demostró que vale la pena el contenido de nuestro Credo Junior, porque,
Nosotros creemos:
-que la fe en Dios da sentido y objeto a la vida,
-que la hermandad de los hombres trasciende la soberanía de los hombres,
-que la justicia económica puede ser obtenida mejor por hombres libres a través de la libre empresa;
-que las s gobiernos deben ser de leyes más que de hombres,
-que el gran tesoro de la tierra reside en la personalidad humana, y
-que servir a la humanidad es la mejor obra de una vida.
Alberto Muñoz Peñaloza
Valle del Cacique Upar
Sobre el autor
Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.
1 Comentarios
Recordar es vivir, gracias por compartir ese evocador escrito y por la alegria que transmite esas cosas del Valle.
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