Opinión
Mis últimas letras

Nadie escribe lo suficiente en su vida como para considerar que ha llegado la hora del retiro. Sin embargo, hay momentos que lo llevan a pensar que los motivos que lo empujaron a escribir no alcanzaron sus objetivos.
Escribir no es solo sentarse frente a la computadora o esculpir la hoja de papel con el cincel de la pluma; es elevar los pensamientos en una combinación perfecta entre mente y cuerpo. A medida que lo haces, en medio de la concentración, sientes que viajas a lo más profundo de ti en la búsqueda de expresar, de dibujar con cada letra los sentimientos que se ocultan en tu interior.
Un escrito es más que letras: es un retrato vivo donde se calca el alma del autor, donde la imaginación toma vida y se replica con cada lectura. Por eso pienso que la inmortalidad del ser humano está en lo que hace; para el escritor, en sus letras. Siempre me preocupo de que cada historia escrita tenga nombre, para que quien se atrevió a contármela sienta que fue escuchado, y que su voz también se imprime en un proceso que se crea en la imaginación de quien, con libreta en mano, la moldea con su pensamiento.
Por muy agudos que parezcan los suspiros de quien está a mi lado contándome su historia, los escucho con la fuerza que sale de su interior. Percibo los olores, los colores que recrean aquellos momentos vividos por los protagonistas. Siento el ruido del viento, el olor de la lluvia, la humedad de su piel. Por ello no soy indiferente: mis letras no son simples símbolos dibujados sobre un papel, son la expresión de las almas que buscan la luz que las ayude a salir de la oscuridad sembrada por el olvido.
La naturaleza también se expresa en mis escritos. Contienen el canto de los pájaros, el ladrido de los perros, el baile de las mariposas y el paso de los caballos que corren presurosos por los angostos caminos. El saludo del jinete, la pregunta del campesino en medio del cultivo, la humilde mujer que me regala un pocillo de café entre sonrisas. Entre ruidos y aromas nacen las crónicas que me niegan el abandono de la escritura. El follaje de los árboles trae consigo la frescura que exige la imaginación; en las flores del campo. veo la esperanza de quienes moldean a pies descalzos los caminos, de quien barre con escobas de palitos el frente de su casa.
Este escrito no es una despedida; es, tal vez, la manera más sencilla de recrear lo que siento cuando escucho y escribo cada historia. El silencio es mi mejor amigo y compañero; mis pensamientos, mis confidentes y arquitectos de la obra de mi imaginación. No solo escribo con la tinta de mi pluma: también dibujo con el polvo que se levanta en verano, con el barro que se esculpe en los pantanos en invierno y con el color de las flores en primavera, que dibujan la sonrisa que el viento frío no logró llevarse. Mis letras las concibo como una gran antorcha que me guía en medio de la oscuridad; son el abrigo que me protege de la tétrica soledad que, a veces, me visita como queriendo marcar mi destino.
Mis últimas letras siempre serán las que leas, las que se reflejan en las pantallas de quien saca su tiempo no solo para leerme, sino también para comprenderme. Porque los sentimientos no siempre permanecen escondidos en lo más hondo de mí: los dejo escapar como un suspiro que despacio sale para conquistar las almas de quien me lee.
Nerio Luis Mejía
Sobre el autor
Nerio Luis Mejía
Pensamientos y Letras
Nerio Luis Mejía es un líder comunal, defensor de los Derechos Humanos, quien ha realizado de manera empírica un trabajo de investigación acerca de las causas que han propiciado -y siguen alimentando- el conflicto armado y social colombiano. Mediante sus escritos, contextualiza las realidades territoriales.
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