Opinión
El mérito inconcebible de la envidia

El zumbido prudente de una mosca azul hubiera producido un bullicio insoportable, tal era la dimensión del silencio reinante en el escenario. El salón de eventos del hotel Chicamocha estaba a reventar, líderes de la mayoría de ciudades capitales y de municipalidades en plan de serlo, tenían asiento, a través de cientos de jóvenes entre los 18 y los 40 años, ávidos de, conocimiento, casos reales de superación personal, apuestas exitosas en la travesía ineludible de la mediocridad a la búsqueda de la excelencia mediante el mejoramiento continuo.
Minutos antes de aquel medio día de octubre, compartimos ascensor con el entonces candidato presidencial, Horacio Serpa Uribe, quien se encontraba alojado en el hotel, luego de lo cual llegamos al 'caucus' de candidatos, a la junta directiva nacional, de la Cámara Junior de Colombia. El ambiente era festivo, pero tenso, como si se incubara algo ajeno a lo consuetudinario, barras avivaban sus preferidos, sin ofensas ni estridencias. De pronto, un pereirano de carácter, hizo uso de la palabra refiriéndose al árbol del uva debajo del cual no nace ni crece nada, ni siquiera los rayos del sol penetran el enjambre tejido por 'el hojerío', tampoco los animales se acercan, pese al sombrío, en gracia de la frondosidad, la vida le huye. Tal cual ocurre con algunos dirigentes, jefes y/o 'lideres' que no forjan a otros, debajo de ellos nadie se queda y si permanecen es por descarte, miedo o mediocridad. Quienes así proceden van por la vida con aires de superioridad, menosprecian a quienes consideran débiles, maltratan a quienes detestan por cualquier razón injusta. Entre más elogios reciben más acentúan su injusto proceder, por eso pocas veces se les respeta por convicción, por el contrario, se les aparenta respeto por temor, para evadir enfrentamientos por la prepotencia nacida en la frustración".
El auditorio seguía mudo mientras el destinatario de la diatriba, para quienes apenas nos asomábamos al mundo júnior como que asistíamos por primera vez a una convención nacional de la organización, aquello no parecía una amenaza de caos, pero el presidente en ejercicio siguió adelante luego de agradecer la intervención. Todo siguió su curso, horas después fue elegida la nueva junta directiva nacional y por la noche alternamos en la fiesta. Teniéndolo cerca le pregunté por su manejo de la situación, habida cuenta que se comentaba que la descripción del interviniente se refería a él, que por qué nada había dicho al respecto, me enseñó con su respuesta. "La mayor parte de su exposición fue una generalidad, aunque daba la impresión que era a mí a quien describía, pero una a dos razones me hicieron vibrar de gratitud por reconocerme en ellas, de manera que al agradecer la intervención lo hice de verdad y ya estoy trabajando en mí para incorporar cambios positivos en la falla mía que descubrí, no puedo controlar lo que él dice, pero si puedo controlar y dejar de hacer, lo que no estaba haciendo bien". No lo volví a ver ni él volvió a la organización.
El curso de la envidia
La Biblia señala la envidia como pecado grave cuyo nacimiento surge de un querer resentido por lo que otros poseen, que intoxica el corazón, propicia la discordia y siembra el odio. Algunos ejemplos bíblicos muestran la envidia como sentimiento letal, en el caso de Caín quién mató a su hermano Abel por pura envidia; el rey Saúl envidiaba a David por su popularidad; líderes religiosos explotaban de envidia del éxito, el poder y la misericordia de Jesús. Precisamente, Proverbios 14:30 enseña que, Un corazón apacible infunde vida al cuerpo, pero la envidia corroe hasta los huesos. Mientras, 1 Pedro 2:1 indica, Por lo tanto, desechen toda clase de maldad, todo engaño e hipocresía, envidias y toda clase de calumnias.
La psicología considera que para que aflore la envidia, deben concurrir tres condiciones primarias, que alguien ajeno tenga un bien, condición o logro alcanzado; que ese bien, condición o logro alcanzado sea objeto de deseo; que produzca una sensación de molestia interior, frustración, dolor o sufrimiento al compararse con quien lo tiene.
La envidia brota, en ocasiones, como producto de un chisme, de una calumnia, de un comentario realizado con fines protervos, para 'reinar' quien lo hace.
El compositor y acordeonero vallenato, Dagoberto "El Negrito" Osorio, vertió en su obra, La Envidia, grabada por El Cacique de La Junta, Diomedes Diaz, enseñanzas nacidas en su conversión cristiana, con conocimiento de causa:
La envidia es un mal sobre la tierra
la envidia es un mal sobre la tierra
Dios mío dame paciencia
con tantos envidiosos
porque cuando la persona es buena
porque cuando la persona es buena
si ven que uno prospera
se ponen trabajosos;
y viven buscando la manera Señor
la forma de hacerle daño al otro
pero Dios protége el alma buena mi Dios
y domina bien los envidiosos,
si lo ven que está progresando
buscan la forma de acabarlo
si usted es pobre y hace platica
ya les da como rasquiñita
si tiene un negocio con clientes
ya le ponen el otro al frente
y si usted no da lo que tiene
ya lo tratan de mala gente;
y si compra un carro
ya les da envidia
si usted come bien
ya les da envidia
si maneja plata
ya les da envidia (…).
Y la respuesta
El verdadero líder no persigue, aclara lo que tiene que ser aclarado, enseña con el ejemplo, forma con carácter, consistencia, orden, organización y prioriza según el caso. La calidad del líder esencial es medible en los seguidores destacados que son mejores a partir del ejercicio experiencial bajo su guía, tal es el caso de un hombre que sin títulos universitarios, pero con gran sentido común, reciedumbre, sabiéndose rodear y mediante el ejemplo, la buena dirección y su actitud diligente, edifico un emporio de pujanza, liderazgo radial, social y empresarial, como lo es Radio Guatapuri, en tratándose de Manuel Pineda Bastidas, su fundador y forjador.
Después, gracias al empeño de Vallenatos asociados, la personalidad, erguida e imantada, de la Cacica Consuelo Araújo Noguera, continuó el auge de la emisora y elevó los estándares más significativos, pilares indiscutibles del éxito que nadie discutiría.
En otro plano, la permanencia en la cúspide de un mástil viviente como Poncho Zuleta, de egregia extirpe, ejemplo admirable de liderazgo esencial como compositor, cantante, intérprete connotado de la música vallenata tradicional, cultor colombiano para disfrute nacional e internacional, muestra memorable de trabajo arduo como ganadero y juglar sin rodeos, constituye una envidiable oportunidad generacional que enorgullece el alma de quienes hemos tenido el privilegio de disfrutar su extensa obra musical, emprendedora y narracional.
¡Honor a quienes honor merecen!
Alberto Muñoz Peñaloza
Sobre el autor
Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.
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