Opinión
Editorial: Retos de la igualdad de género en Colombia
Recordar los esfuerzos que realizan miles de mujeres para hacer realidad el sueño de una igualdad de género en Colombia y el resto del mundo requiere más de un día. Más de varias semanas o meses al año.
En realidad, debería ser un deber permanente. Los medios de comunicación –y otros sectores que dialogan continuamente con el gran público– tenemos esa responsabilidad de visibilizar el esfuerzo de ciertos segmentos y ayudar a que se establezca un equilibrio.
Tenemos esa tarea de explicar lo que esconde la expresión igualdad de género, dar ejemplos de abusos y de superación, enseñar la vida cotidiana de quienes han emprendido esa lucha, mostrar a qué tipo de obstáculos se enfrentan, para que, progresivamente, se instaure la necesidad y el deseo de mejorar.
Como bien describe el “Atlas mundial de género en la educación” (UNESCO, 2012), “La igualdad de género no sólo es indispensable para proteger derechos humanos y libertades fundamentales que revisten carácter universal, sino que constituye además un poderoso catalizador del desarrollo”.
La igualdad de género supone una lucha a distintos niveles, jurídica y económica, pero también, y quizás sea ésta la más importante, una inversión educacional importante dirigida tanto a las mujeres como a los hombres.
Es bueno saber, por ejemplo, que en muchos sectores de Colombia, niñas y mujeres siguen todavía privadas de una plena y verdadera igualdad de oportunidades educativas. Aunque ha habido progresos hacia la paridad en la enseñanza primaria, esta tendencia se ve frenada en las regiones en desarrollo al llegar a la secundaria.
La educación de niñas y mujeres trae consigo muy diversos beneficios, desde la mejora de la salud materna, el bienestar en los hogares, hasta la reducción de las tasas de la mortalidad infantil y los índices de natalidad, pasando por una prevención más eficaz de la infección por el VIH y SIDA.
Esa educación también se refleja en las costumbres cívicas y el refuerzo de las instituciones. Los países más igualitarios del mundo –los países escandinavos– se caracterizan por ser países más incluyentes donde las políticas sociales llegan a más gente y benefician a toda la comunidad, sin las barreras que pueden suponer una difícil entrada al mercado laboral o una injusta retribución.
Pero tampoco podemos descartar la educación de los hombres quienes, frente a las exigencias de una sociedad en pleno desarrollo, deben impregnarse de nuevos conceptos como el trabajo en equipo y el respeto. Valores esenciales de una sociedad moderna.
Es evidente que, ante el reto de la igualdad de género, todos debemos actuar sin reticencias, confiando en que las victorias de la mujer son las victorias de toda la sociedad.
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