Opinión
Un mango y una jarra con agua por cien gramos de oro
Luis, un joven de 18 años. Sus padres, dos afortunados que heredaron tierras en el Cesar y La Guajira. Todas sus tierras eran apetecidas por las calidades que ofrecían.
En el 2012, año de nacimiento de Luis, María, su madre, comenzaba a sufrir delirio de persecución, consecuencia del susto vivido en una finca cerca a Manaure. Decidieron vender todas las tierras, vislumbrando que a Juan Manuel Santos le quedarían grandes las cosas.
Aprovechando la calidad y evitando la desvalorización por especulación, las ofreció a los terratenientes de su círculo social. Recibieron buenas ofertas, pero la subasta la ganaron empresas mineras al triplicar las propuestas. Don Mario, el esposo, pensando solo en el signo peso, no despreció ninguna y las vendió todas.
El dinero lo invirtieron en CDT, y se dedicaron a vivir de la capitalización mensual. Decidieron no volver a trabajar y vivir como buenos pensionados.
Con el paso del tiempo dejaron de ser útiles para la sociedad y se sumergieron en una falsa tranquilidad, que después de siete años los hizo caer en el alcoholismo y enfermedades degenerativas, producto de la depresión y del no hacer nada. Todos los ingresos percibidos eran consumidos en lujos, viajes y restaurantes.
El alimento se encarecía año tras año y ya no consumían frutas como en sus tierras. Ni siquiera podían disfrutar de los mangos de los palos sembrados en bulevares, en las avenidas de Valledupar; porque habían dejado de dar frutos por la recolección indiscriminada, aún estando biches.
Quisieron volver a comprar tierras, para cultivar su propio alimento, pero la mayoría, explotadas por las minas ya no eran útiles; otras estaban sembradas con palma o produciendo para el exterior y las pocas que quedaban valían 100 veces más que cuando ellos vendieron.
Al reconocer el error, aumentaron sus penas, hasta tomar la decisión de dar punto final. Como ya no estarían, arreglaron todo para garantizarle bienestar, protección, asistencia y educación a su hijo, hasta sus 18 años.
Siendo las 4:30 pm del 2 de octubre del año 2030, después de recibir su herencia, Luis solo pide deleitarse con un fresco mango manzana y empinarse de una jarra con agua pura, extraída de un manantial, y para ello esta dispuesto a pagar hasta 100 gramos de oro o su equivalente en pesos.
Que no le pase a usted, ni a sus hijos, ni a la descendencia de sus hijos, ni a la descendencia de los hijos de sus hijos, ni…
Armando López Sierra
@arjalosie
Sobre el autor
Armando López Sierra
Corazón guajiro
Nacido en Maicao (Guajira), el 30 de Octubre de 1979. Ingeniero de Sistemas, escritor, compositor, conferencista, investigador, docente, un enamorado de la vida, defensor de las buenas obras, auspiciado por Dios. Cofundador del grupo cultural Raul Gomez Jattin de la Universidad Popular del Cesar. Finalista en la primera versión del concurso de cuento corto “En el Cesar todos estamos en el cuento”. Ganador del Primer Premio de Crónica Ciudad de Valledupar 2012, categoría B. En su columna “Corazón Guajiro” busca dar un aporte desde sus experiencias, sus creaciones, sus reflexiones y su entender sobre la cotidianidad de la vida y todo lo que a su alrededor puede tejerse y acontecer.
0 Comentarios
Le puede interesar
Editorial: El archivo de Gabo y la memoria de Colombia
Nuestro Gabo nacional es y será un hombre universal. Su vida en Europa, su exilio y fallecimiento en tierras mejicanas, su obra desc...
Retoños de Esperanza en el departamento del Cesar
El pasado jueves 23 de enero tuve la oportunidad de participar en la presentación del proyecto “Retoños de Esperanza: Historias...
Santa Paz
El 23 de junio de 2016 es un día para recordar y enmarcar en la historia de Colombia, puesto que después de más de cinco décadas ...
Mula muerta de la guerra
Como para volvernos locos de alegría, Colombia entera quiere la paz. Los del Sí queremos la paz, Los del No también, las victimas qu...
Si las mujeres se atrevieran
Históricamente, la mujer ha sido la principal musa que hemos tenido los vallenatos para componer nuestras canciones, aunque se diga ...