Opinión
Editorial: La cultura y el concepto de crisis
Siempre encontrarán a un conocido que les recuerde las dificultades a las que se enfrenta el artista, las complicaciones y faltas de apoyo que padece el gestor cultural, el aislamiento o la negligencia de la cual es objeto el profesor, o incluso la incomprensión y el desinterés de los funcionarios instalados en ministerios, gobernaciones y alcaldías.
El mundo cultural vive históricamente rodeado de obstáculos a los que tiene que encarar, conocer, aprehender para luego, encontrar soluciones y así sublimar el entorno. Su discurso decente de largo plazo, su apasionamiento por lo cercano y su entrega por la tierra se ven, en muchas ocasiones, mermados por las necesidades o codicias del momento, los presupuestos inexistentes o los discursos vacíos de intenciones.
En eso consiste la ardua labor de un profesor, un gestor cultural o un artista: encontrar el atajo para llegar a expresar u organizar lo que siente que debe ser presentado a la sociedad. Y si bien los discursos tienden a defender la idea de que la crisis de valores o de interés en el mundo de la Cultura les impide hacer lo que les dicta el corazón, la historia muestra que son extremadamente pocos los momentos en los que la Cultura ha sido apoyada oficialmente y sin discriminaciones.
El arte se crece gracias a esa lucha dialéctica que debe mantener con el entorno. Y para ilustrar esta idea, nada mejor que citar al escritor y filósofo Umberto Eco quien, en una reciente entrevista con el diario español El País, señalaba la importancia de ver la crisis como un proceso de revoluciones internas, un concepto que describe las luchas constantes para la permanencia de la memoria, la alegría, la sensatez y el diálogo.
“La cultura es una crisis continua. La cultura no está en crisis, es una crisis continua. La crisis es condición necesaria para su desarrollo”, fue lo que dijo Eco Umberto en esa entrevista y, obviamente, eso implica a todos: desde el gestor cultural hasta el escritor, cineasta, pintor o bailarín.
Para todos aquellos que tienen un proyecto en las manos y que se enfrentan a la desidia de unos dirigentes o la frialdad de unos empresarios, es bueno preguntarse qué puede mejorar, qué debe hacerse de otra forma, armarse de paciencia, y siempre recordar que las situaciones de apuro son también momentos u oportunidades para cambiar la forma de proceder.
Cervantes escribió la novela que lo inmortalizó en la prisión. Eso no es una fuente de motivación para el que goza de libertad, pero sí para el que cree que está en un atolladero, porque siempre se puede revolucionar el entorno.
De la misma forma, la palabra crisis ha sido repetida en múltiples ocasiones para describir la situación actual del Vallenato (con el riesgo de deformar el significado de “crisis”). Pero miren el contexto en el que se encuentra este género y comprobarán que nunca ha habido tantas oportunidades e iniciativas para trascender y defender el género (partiendo desde el ministerio de cultura y llegando a infinitas fundaciones locales o regionales). La crisis puede entonces residir en la mirada de quiénes lidian a diario con el Vallenato, o simplemente ser una estrategia para llamar la atención sobre ciertos asuntos.
El profesor de literatura Óscar Ariza Daza hizo durante el II Encuentro Nacional de Investigadores de Música Vallenata una pertinente reflexión sobre este tema: “El vallenato no está en crisis. La crisis está en la mente de los que lanzan esos comentarios”.
En términos generales, podríamos concluir que trabajar en la Cultura supone observar el mundo con una mirada confiada e invitar a las miradas desconfiadas a hacer lo mismo. Es dialogar con el que no escucha con la esperanza de que haga lo contrario. Es sentir que queda una oportunidad hasta en el más oscuro de los horizontes.
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