Opinión
Otras patrimoniales (I): Festival Nacional de la Tambora
Finaliza el mes de septiembre, en el cual, por disposición del Decreto N° 853 de 1998, debe celebrarse el segundo domingo de dicho mes el día del Patrimonio Cultural en todo el territorio nacional. Por iniciativa de la Fundación AVIVA en Valledupar, y con notoria influencia en el ámbito local, esta celebración se prolonga como caso de excepción en el país durante los treinta días del mes de septiembre, configurando así un escenario de actividades culturales previstas en torno a la noción del Patrimonio, que ya se han institucionalizado en el panorama cultural vallenato.
Hablando pues, de otras noticias patrimoniales, debo decir que estaba en mora de publicar esta columna especialmente dedicada al Festival Nacional de la Tambora, celebrado en el municipio de Tamalameque, entre el 12 y 15 de septiembre. Como parte de mis oficios dentro de la consolidación del Plan Departamental de Música del Cesar, pude asistir a uno de los eventos -diría yo- que mayores posibilidades de proyección tiene dentro del concierto regional y, mejor orientado, puede ser una vitrina perfecta que muestre a Colombia otra de nuestras expresiones raizales que constituye verdadero Patrimonio Cultural Inmaterial: el Baile cantao’ o Tambora.
El departamento del Cesar alberga tres realidades musicales de carácter patrimonial. Se podría hablar de una cuarta si las músicas ancestrales indígenas estuvieran reconocidas de tal forma que se las pudiera identificar, estudiar y catalogar, pero en definitiva me refiero al vallenato -que no necesita presentación-, a la tambora y a las bandas de viento.
Mientras las bandas de viento tienen presencia en todo el territorio cesarense, el vallenato y la tambora son géneros más focalizados: el vallenato hacia el norte del Departamento, por el centralismo que ejerce Valledupar no sólo por ser la capital sino por la trayectoria del Festival de la Leyenda Vallenata; y la tambora, sobre todo al centro del Cesar, en una porción amplia de la geografía nacional en que confluyen las tradiciones folclóricas del sur del Magdalena y del centro y sur de Bolívar.
Para la antiquísima población de Tamalameque, con sus gentes amables y hospitalarias; con su rica tradición oral de ascendencia indígena y africana; con su “Llorona loca”, en fin, con todo lo que le pertenece y distingue, celebrar una fiesta como la que vi en apenas dos días, debería significar amén de una provechosa fuente de ingresos para el Municipio, la mejoría de sus condiciones de vida y por qué no decirlo, una oportunidad de hacerse notar ante todos los colombianos. Porque ver a una multitud abarrotar una plaza, bailando al son del llamador y la gaita; ver la cadencia de innumerables morenas que hipnotizan al visitante con el vaivén de sus caderas; y ver a varios folcloristas y documentalistas, haciendo noticia de este expresivo festival, creo que entusiasma a cualquiera.
Numerosos grupos de toda la depresión momposina se dieron cita en aquella emblemática tarima “Pacha Gamboa”, llamada así en honor de una de las bailadoras más insignes de la región, para disputarse el galardón que exalta el donaire y la pericia en la danza sensual de sus cuatro aires característicos: tambora, guacherna, berroche y chandé. Petrona Martínez, como invitada especial, y los Gaiteros de San Jacinto, animaron una velada plena de encanto y alegría, y por todas las calles se sentía un nosequé, que convidaba a dejarse llevar por aquel efluvio de exuberancia.
Sólo los zancudos -que son como zancudosaurios- y un comentario constante entre los asistentes más académicos del Festival, me alertaron a ratos de que algo causa mella entre los admiradores del evento. Desde que Diógenes Pino Ávila y otros soñadores, se dieron a la tarea de fundar el Festival Nacional de la Tambora, el certamen se celebraba en diciembre. Desde hace algunos años, la fiesta se trasladó a mediados de septiembre.
Al parecer se quiso convocar mayormente a la colonia mequense que asiste devotamente, como en todos nuestros pueblos, a la fiesta religiosa local. No obstante, mientras el retorno de los hijos dispersos no es decididamente notorio, se ha sacrificado el aporte de la academia: la asistencia de antropólogos, sociólogos, filósofos, artistas, estudiosos de la cultura popular, y de personajes que con su sola presencia contribuyen a la difusión del Festival como evento y de la tambora como manifestación sociocultural objeto de estudio.
Consecuentemente, la ausencia de investigación y producción bibliográfica sobre una de las manifestaciones más ricas del folclor nacional, conlleva ineludiblemente a la desidentificación con aquello que genera y constituye sentido de pertenencia. De ahí porqué muchos habitantes de Tamalameque se quejaban con inocultable molestia de que, junto al resonar de los mambacos en el parche, en aquel lugar que ellos llaman “el recinto sagrado de la Tambora”, y donde solo este género musical podía alentar y escucharse durante esos días, se tenga que oír los alaridos de Silvestre y aún peor, el estropicio del reggaetón.
Después de apreciar a tantos niños danzantes emulando a los grandes bailadores del Festival, creo que hay tambora para décadas. No en vano se está concretando el Baile cantao’ como un eje del Plan Departamental de Música para la Convivencia, que articulado con la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura y bajo su orientación, busca y promueve la apropiación de prácticas musicales dentro de un marco incluyente que permita fortalecer tanto el disfrute de los distintos géneros musicales como su proyección dentro de un ámbito cultural. De no ser así, si nosotros no velamos por nuestro Patrimonio Cultural material e inmaterial, otros no vendrán a preservarlo.
Armando Arzuaga Murgas
Sobre el autor
Armando Arzuaga Murgas
Golpe de ariete
San Diego de las Flores (Cesar). Poeta, investigador, gestor y agente cultural. Profesional en Lingüística y Literatura por la Universidad de Cartagena. Formador en escritura creativa. Premio Departamental de Cuento 2010. Miembro del Café Literario de San Diego. Coordinador del Centro Municipal de Memoria de San Diego-CEMSA. Integrante de la Fundación Amigos del Viejo Valle de Upar-AVIVA. Colaborador habitual de varios medios impresos y virtuales.
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