Opinión

La picaresca política colombiana

Diógenes Armando Pino Ávila

05/03/2014 - 09:00

 

En la semana que pasó, la política colombiana estuvo movida por cuatro hechos relevantes, que a mi juicio, marcan el final de esta primera etapa electoral (senado y cámara).

Primero fue la escogencia de la formula vicepresidencial del presidente Santos, quien escogió a Germán Vargas Lleras, en una jugada cantada desde hace un año cuando Vargas Lleras abandonó el ministerio, todo el mundo sabía que él era el plan B del gobierno, pues si no cuajaba la candidatura de Santos, entonces Vargas Lleras, Transformer, cambiaría de aspecto y se mostraría en su dimensión de candidato presidencial, y si por el contrario, Santos aspiraba, como al fin lo hizo, Vargas Lleras, Transformer, asumiría la imagen de segundón y se mostraría como candidato a la vicepresidencia.

En este juego de Transformers que todos conocían, las únicas inocentes mariposas eran los senadores del partido Liberal, que en su añoranza de poder aspiraban a que la vicepresidencia callera en sus toldas, pues el otrora “Gran Partido Liberal” perdió su potencial de ser alternativa de poder y ahora emula al Partido Conservador en esa vocación malsana de llanta de repuesto. Es que los dos partidos tradicionales ahítos de lentejos se conforman con las sobras del hartazgo del grupo políticos emergentes “La U”, antes de Uribe y ahora de Santos. Estos partidos, otrora grandes partidos, fueron fragmentados por el ansia de poder de Uribe que hábilmente le sustrajo a todos los miembros que tuvieran precio (no valor) y en un juego de adiestramiento conductual los puso a comer en su mano, olvidando Uribe que ese adiestramiento encerraba su propio veneno (cuando no tengas que dar, otro dará y cambiarán de amo). En efecto, “La U” que ahora debería ser “La S” cambió de dueño y Uribe se lamenta de haberles enseñado tantas malas mañas, mientras que Santos, totiado de la risa, les muestra el concentrado que ahora Uribe llama “mermelada”.

El segundo hecho tiene que ver con otra jugada cantada de antemano, el fallo contra la tutela de Petro, el Consejo de Estado primero y el Consejo Superior de la Judicatura después profirieron su fallo inicial negando el amparo que había pedido el alcalde de Bogotá, las dos instituciones siguiendo un libreto puntual de monseñor Ordóñez fallaron en contra de Petro, aduciendo que hay otros mecanismos y otras instancias para solicitar las medidas cautelares. Queda un sinsabor amargo con esta decisión, pues se ve a las claras que la tal defensa de la institucionalidad que pregona el señor Procurador tiene como único sustento el que los cinco últimos Procuradores han destituido a mil y pico de funcionarios de elección popular y, por tanto, si se falla a favor de Petro se vendría en cascada igual cantidad de demandas e indemnizaciones billonarias que afectarían al país. Sigue primando la lógica perversa de que cuando hay muchos crímenes, delitos o faltas, éstas se acumulan para favorecer al criminal (Tapias, Los Nule, Los moreno Díaz, miles y miles de millones de pesos robados y todavía sin fallo, todos sabemos que sus penas serán mínimas o ninguna).

Tercero, la salida fuera de tono de Elías Jagua, canciller venezolano, que dice públicamente que “Uribe es un criminal, asesino y paraco”, estas palabras tan comunes en las manifestaciones políticas del expresidente por parte de los opositores que le lanzan tomate, “molestó” al gobierno de Santos y salió nuestra canciller a pedir respeto por el expresidente.

Humildemente, me hago una pregunta: ¿Debo respetar a mi vecino, aun cuando éste permanentemente me insulte, critique y se inmiscuya en mi vida? ¿Será que el gobierno venezolano no podrá legítimamente decirle “paraco” a Uribe y éste sí tenga permitido decirle guerrillero a Chávez y a Maduro y su gobierno? Será que, en este caso, no cabe la parábola bíblica: Mateo 7, 2 “Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. 13, 12. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Por último, la luminosa idea de nuestro presidente de alargar los periodos de los actuales alcaldes. En algunos municipios, muy contados por cierto, esto caería de perlas pues supongo que la gestión de algunos alcaldes ha sido brillante, pero en la gran mayoría de municipios colombianos estamos con los dedos cruzados para que este exabrupto presidencial no cuaje.

 

Diógenes Armando Pino Ávila


Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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