Opinión
Editorial: El papel crucial de la mujer en las letras
La historia de la literatura caribeña y cesarense ha reflejado hasta ahora una escasa presencia de la mujer como sujeto literario.
El espacio ocupado por la mujer, tradicionalmente limitado a las esferas del hogar y la familia, ha hecho que sus creaciones literarias no tengan el mismo reconocimiento, o simplemente no trasciendan más allá de los pequeños círculos de lectores.
Como bien pudo expresarlo la licenciada de literatura, Melfi Campo Torres, durante la serie de conferencias organizadas en el Banco de la República de Valledupar, la aparición de la mujer en el horizonte literario fue tardío –se habla de los años 80 y 90–, y sin embargo, su irrupción fue determinante para su desarrollo.
Con la poesía de Clemencia Tariffa, los cuentos de Zamira Hernández y Ledys Jiménez, y las novelas de Mary Daza Orozco, las letras del departamento del Cesar maduraron notablemente en hondura y sensibilidad expresiva, en crítica y temáticas, y sobre este asunto queremos justamos insistir en este editorial.
Considerando la literatura como un modo de retratar una sociedad y una época concreta –y no solamente como un medio de entretenimiento reservado a algunos círculos–, la aparición de la mujer supone también la ruptura de un equilibrio y de unos tabúes ancestrales.
Con la irrupción de la voz femenina en un entorno tradicionalmente masculino, nuevos temas vieron la luz y ayudaron a concienciarnos sobre las lagunas y los atropellos de nuestras sociedades. Así es cómo pudimos acercarnos a esos temas que no tenían habitualmente espacio en las publicaciones, como son la maternidad, la familia, la feminidad, la libertad, la comunicación, el concepto del poder y muchos otros temas.
De repente, entendimos que el lenguaje podía ser agresivo o insultante, que la sexualidad era compartida, que el silencio podía herir incluso más que las palabras, y que no existía un género que tuviera un monopolio sobre cómo debía leerse la historia.
A lo largo del siglo XX, mujeres como Gabriela Mistral, Pearl S. Buck, Virginia Wolf o Isabel Allende han ayudado a que la mujer ocupe un espacio en las librerías y bibliotecas, pero también y sobre todo, en las conciencias.
Del mismo modo, la escritora Mary Daza lo hace con sus libros en Valledupar y el Cesar. Gracias a “Los muertos no se cuentan así” (1991) conocimos lo peor de la violencia en Colombia narrada desde la perspectiva de una mujer, y con “Lo que tú quieras” (2013) descubrimos un relato que desnuda la intolerancia de una comunidad ante la homosexualidad, tema que pocas veces se menciona en las novelas locales.
A todas esas mujeres que se dedican a plasmar sus historias en un papel, que se atreven a narrar lo que hasta ahora no parecía tener importancia, a las que han decidido seguir el camino de contar historias, dedicamos un sincero mensaje de aliento y agradecimiento.
PanoramaCultural.com.co
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