Opinión
La moral de la triple militancia política
"Las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse." (Francisco Pi y Margall).
Militante político es el personaje social integrante de una comunidad que intenta defender una ideología o pensamiento interpretativo del desarrollo social, junto a propuestas y candidatos nutridos por la filosofía del partido sobre temas económicos, políticos y sociales.
Se le reconoce como partícipe de esa minoría organizada y disciplinada de un partido, que dirige y adoctrina a la gran mayoría en el acontecer político.
El artículo 107 de la Constitución Nacional de Colombia reglamenta lo referente a la militancia partidista, entendiéndose que un ciudadano no puede pertenecer simultáneamente a más de un movimiento político con personería jurídica.
¿Cómo explicarle entonces a un ciudadano del común, que su gobernante fue elegido bajo el auspicio de los ideales de un determinado partido político que él mismo creó (de la U.), ejecuta su mandato bajo la filosofía de otro que ni siquiera es legal en el contexto social colombiano (Socialismo siglo XXI), se registra de candidato a la reelección con el aval de otro (Liberal), y se identifica con quien le acompañará como candidato a la vicepresidencia (Cambio Radical)?
Más que encontrar razones para acusar la transgresión de una norma, es caracterizar la irreverencia social al pueblo, con la multiplicidad de facetas o formas de actuar de un personaje que revela con desparpajo el descredito al que se somete como producto de faltar a la ética y la moral.
Los reglamentos internos de los partidos políticos tienen autoridad para sancionar a quienes fallan a éste, en reiterados y variados casos, militantes en tiempos pasados con férreas convicciones se trasladaron a su partido antagónico por conveniencias propias o negación de avales y así, transitaron de uno en otro, para hacerse elegir, tal como en la pasada contienda electoral.
El debate está próximo con aquellos congresistas que electos no obraron según lo indica la ley electoral, además de la frustración y engaño al que sometió a su elector.
El tema es motivo de interpretación, para no confundirlo con el trasfuguismo político que ha permitido a los congresistas internarse en las filas de movimientos distintos a aquel que representaban en el momento de ser elegidos.
La elucidación se basa en la perversidad con la que actúa el representante elegido, engañando con unos argumentos de los cuales desiste para ondear en otro escenario, acomodándose a intereses generalmente económicos y personales, más no generales como lo establece la misma Constitución.
De éste actuar se derivan procederes no muy asertivos de políticos que plantean disidencia, alianzas y coaliciones, con el único objetivo de mantener una hegemonía numérica y fortalecida en la repartija de mermelada sin importar ya la desilusión del elector, sino la foto del abrazo que sella un pacto convenido para su provecho.
Con la próxima campaña electoral para presidente, el ciudadano conocerá una vez más de estas hábiles maniobras que, obviamente, darán resultados, concurrirán a justificar el ejercicio pensante de las altas cortes, la especulación dicharachera popular y dejarán distintos matices en la misma ciudadanía con la reflexión de lo que realmente sucede cuando vota democráticamente por una causa y elige otra de condición diferente.
Alfonso Suárez Arias
@SuarezAlfonso
Sobre el autor
Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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