Opinión
Colombia, hastiada de insultos e irrespetos
“Apenas ocurrió pusieron a circular por internet el video que hace evidente lo que me pasó (...). Ahora insinúan que estoy mal de salud y no estoy preparado para ocupar la Presidencia por cuatro años más”. J. M. Santos.
En época electoral, la propaganda negra adquiere mayor importancia, despierta pasiones e ideologías que no habrían germinado sin su concurso, si se dejara de utilizar en campaña de seguro que se afectaría en parte el sistema político.
El criterio de usarla es promocionado por el tan de moda marketing político, aportando rumores pérfidos rápidamente difundidos en los medios por colaboradores y cómplices, que dinámicamente fundan su efectividad y gratuidad, pues nada le cuesta a la campaña insidiosa atacar al contrincante con difamaciones. Al fin y al cabo, lo irracional es difícil de contener utilizando argumentos racionales.
El manejo de ésta técnica de la comunicación política conlleva a dos resultados paralelos: primero el triunfo relativo consecuencial por el uso de las maledicencias, y otro, el creciente sentimiento de odio y repugnancia en uno u otro sentido, que empieza a ascender en el ciudadano y que termina polarizando emociones con impredecibles efectos.
Normalmente, un rumor positivo lo debate el receptor con dos o tres personas de su entorno, pero aquél con tintes malévolos, fácilmente se transmite a diez, aunándole algún otro ingrediente perverso y distorsionador que centuplica el resultado.
El ciudadano debe entender que difundir, repetir o trasmitir rumores nacientes de dudosa fuente, hablar sin conocimiento del tema, solo contribuye a entorpecer el proceso democrático.
Colombia tiene eruditos y preclaros comunicadores publicistas políticos, revaluados constantemente por expertos asesores cosmopolitas que proponen formulas con resultados a veces sorprendentes para los mismos emisores.
La promoción de enemigos públicos como único producto de un complot de varios, sobre el que debe recaer los errores y fatalidades, para que el público no diferencie entre el rumor y la verdad objetiva, sirve para dar por cierta una información falsa.
El ciudadano pensante está obligado a interpretar la conducta social, como en lo recién sucedido con la cuestión petrista, que tanto desgaste político, incertidumbre, injurias y perturbaciones produjo en las instituciones, altas cortes, magistrados, y pueblo, trascendiendo internacionalmente, con pinceladas tendenciosas impregnadas de creciente pasión y antipatía, rabia e inconformismo, desde la óptica de una publicidad oscurantista.
Por ello, qué bueno sería si los electores lograran cerrarle las puertas al chismorreo político mal intencionado que podría afectar la vida pública de un buen candidato y hacer que el debate dentro del programa electoral se respete y se maneje a la altura que se merece el pueblo de Colombia.
Ahora, el partido CD se propone implementar en su estrategia de campaña no atacar ni el contexto ni los candidatos de otros partidos, promoviendo el respeto que contribuya a dar término a los insultos que tan hastiados tiene a los colombianos, está por verse en esta contienda y mucho más allá, uno llega a imaginar que es como cuando un loco le dice a otro loco: ¡Q´hubo loco…!
Alfonso Suárez Arias
Alfonsosuarezarias@gmail.com
Sobre el autor
Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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