Opinión

La realidad brasileña después de las protestas de 2013

Bruno Lima Rocha y Júlia Klein

22/05/2014 - 11:50

 

La realidad brasileña después de las protestas de 2013

Existe hoy en día en Brasil un cuestionamiento acerca de la democracia brasileña, una especie de "crisis de la madurez" de la sociedad.

Nuestra democracia ofrece, en teoría, la igualdad de derechos y condiciones isonómicas (de igualdad de los ciudadanos ante la ley) para todos y todas. Por lo tanto, la lógica de la alternancia en el poder sería acompañada por un volumen de ventas deseable en el liderazgo, con el fin de oxigenar los representantes y agentes, así como hacer un esfuerzo para deconstruir la legitimidad de las oligarquías de partido. Particularmente, no consideramos que sea inevitable que las élites políticas controlen con mano de hierro a sus directorios.

Para lograr algo de la distribución del ingreso, aunque tímidamente, la dirección del Partido de los Trabajadores (PT) consideró que era necesario aliarse con una parte de la oligarquía. Esto creó un vacío de representación y diez años de parálisis política en el sentido de la presión social. Hoy, vivimos mejor y más desorganizados. Cuando el PT comenzó a parecerse a sus antiguos adversarios, no hubo – y sigue habiendo– una gran decepción en la población brasileña. Esta puede ser una de las causas de las explosiones del 2013, sumada a dos absurdos: la percepción de que mantener la Copa del Mundo sería un error de prioridades y, no menos importante, la composición de los puestos clave del Congreso bajo el control de dos oligarcas de dudosas reputación. Pero 2013 puede ser visto como la apertura de un nuevo impulso político y un síntoma de que algo que se estaba moviendo dentro de la nueva sociedad brasileña.

En las manifestaciones de 2013 vimos que la mayoría de los eventos fueron  protagonizados por estudiantes universitarios, lo que no es raro en América Latina. La novedad es la masificación de estas protestas y la visibilidad de sectores hasta ahora desorganizados y confundidos en medio de la población trabajadora urbana.

En la actualidad, vivir en Brasil implica una doble o triple jornada de trabajo y estudio, a lo que se suma el caos metropolitano con atascos y transporte público de pésima calidad. Quién vive en el país sufre la presión por una educación permanente –educación superior con énfasis en la calificación por parte del mercado de trabajo– y al mismo tiempo, somos una generación de entre 18 y 25 años que vive conectada por Internet.

Con la fragmentación de las clases subalternas, estas personas –estudiantes nocturnos, aprendices, técnicos en formación– son millones, mal pagados y con un nivel de información y formas de conexión con las formas de protesta en escala mundial bastante alto.

Sin embargo, es importante señalar que las protestas en Brasil tuvieron dos factores fundamentales: uno, el alto valor de los billetes de autobús y la percepción de que el Estado en sus tres niveles de gobierno, opera como garantía de ganancias para el capital, incluso si se trata de un servicio público determinado; el otro factor es el repudio a la organización de la Copa Mundial –no contra el espectáculo de fútbol o de la cultura popular– pero sí contra esta forma de hacer negocios turbios con el dinero público y las voluntades impuestas por la FIFA, pasando sobre las leyes del país.

Como el fútbol es el universo donde  los brasileños más se identifican y más se entiendes, el volumen de información crítica extrapoló la acción de propaganda de los medios y el silencio de los grandes vehículos frente a los actos de masas. Esta vez no fue posible para silenciar a los millones de brasileños en las calles.

Las condiciones de vida de los brasileños

En los últimos 10 años, el nivel de vida de los brasileños ha cambiado mucho. En su conjunto, vivimos mejor. Hoy en día, las tasas oficiales del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) indican que tenemos cinco clases sociales, cuya medición la da el factor de ingreso y de renta.

No es un concepto de clase social  sociológico, más bien es mercadológico, vinculado al uso y la posesión de bienes materiales. Se percibe también que la mejora de las condiciones de vida –de la miseria a la pobreza con cierta dignidad, y de la pobreza a patrones de clase media baja (casa propia, un coche, título universitario, tarjeta de crédito, viajes de vacaciones)– no implicó una mejora de los servicios públicos.

La clase media estabilizada tiene plan de salud, paga la escuela privada y tiene casas con vigilancia privada o servicio de limpieza. Es doblemente tributada y no ve a la clase alta ser tributada o perder los márgenes de ganancia o tener sus inmensas fortunas tributadas. Pero todavía en la base de la pirámide social, necesitaremos más de dos décadas para tener un país menos injusto y al menos con condiciones materiales dignas para todos.

Entre los desafíos más grandes (sociales, políticos y económicos) que Brasil tiene que hacer frente, destacamos:

- Otra forma de financiación estatal, deslastrando nuestras finanzas públicas con el refinanciamiento de la deuda pública, basada en el crecimiento de las tasas de interés básicas. Además de eso necesitamos ahorro interno y una mejor distribución de impuestos, donde los tres niveles de gobierno (federal, estadal y municipal) tengan una distribución de impuestos equivalente;

- Una revisión inmediata del refinanciamiento de la deuda de los estados y municipios para la Unión, y también de la deuda federal a pagar con otros parámetros. Hoy en día, este desplazamiento se come casi la mitad de los fondos federales, y por lo tanto nuestra capacidad promedio para dirigir la inversión estatal es del 18%, cuando en la mayoría de los países BRIC es el 25%;

- Una reforma política en la que el votante puede presentar proyectos de ley, que tenga la posibilidad de recogida de firmas para llamar a referéndum, donde esté prohibido el financiamiento privado de las campañas políticas. Podemos avanzar en la democracia electrónica y la experimentación de participación directa;

- Obras de saneamiento básico sin fin, y asegurar el cumplimiento del presupuesto asignado por la Constitución de 1988, para la salud y la educación;

- Un marco normativo para los medios de comunicación, que divida el espectro en tres destinos: los medios de comunicación públicos; los medios estatales y los medios privados; completar la reforma agraria y el reconocimiento inmediato de las reservas indígenas y las tierras de Quilombo;

- En lo social, tenemos mucho que aprender, pero destacamos dos problemas fundamentales: la superación del analfabetismo funcional y revisar la historia del país. Tenemos que hablar de la herencia maldita del colonialismo, ya que Brasil se construyó desde el genocidio y la esclavitud.

Las protestas de 2013 y las elecciones presidenciales

Las protestas de 2013 no se dirigieron exclusivamente contra la presidenta Dilma y mucho menos contra el patrimonio lulista. Lula sigue siendo el líder más popular en la historia del país, y le es muy agradable a la clase dominante ya que promueve un pacto de clases donde ni el andar de arriba pierda privilegios ni el andar de abajo se sienta inmóvil o desasistido.

El desafío será superar la reelección en segundo turno frente a la candidatura de Eduardo Campos y Marina Silva (PSDB - partido RED sin registro). Estos candidatos provienen de dentro del gobierno y no tienen la gestión de la marca de Fernando Henrique Cardoso (privatización y el desempleo, a pesar de la estabilidad económica). Por eso aparece la presión de los medios de comunicación por el fantasma de la inflación.

La lucha contra la inflación es un trauma de la sociedad brasileña y en su nombre se puede promover un apretón de salarios y comprimir la economía real a favor de los banqueros y los especuladores. Otro problema de las protestas es que la realización de la Copa del Mundo es una obra de la “era Lula” y combatir la realización de este evento acaba siendo atribuido a un combate al gobierno Dilma. El escenario está abierto, aunque siga siendo Dilma la favorita a la reelección.

Este año no va a ser tranquilo para el país, aunque tal vez no tengamos la masificación de las protestas de 2013 Si tuvimos más muertes a lo largo del año –lo que siempre es probable en términos de Brasil– y represión policial, podemos pasar por una conmoción nacional.

El 2014 ya está caliente, tanto en términos de denuncias de corrupción de altos mandos del gobierno – lo que para nosotros es trivial–como por la muerte de un camarógrafo en las protestas en Río en febrero de 2014; o con la intensificación de la revuelta popular en Río en contra de la política de "pacificación" en los barrios marginales sin el debido respeto por los derechos civiles de la gente de las colinas.

Hasta el final de la Copa Mundial, Brasil aún no entrará en campaña electoral de forma plena y tendremos siempre la posibilidad de la intensificación de la lucha popular.

 

Bruno Lima Rocha y Julia Klein

blimarocha@gmail.com

 

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