Opinión
Diáspora y génesis afrocaribeñas (VII): El danzón
Las palabras rítmicas conformadas por los propios elementos percutivos, el mismo principio de acentuación, influenciados por las formas del habla, hacen que se pueda danzar con ellas.
En terreno virgen sin mayores obras musicales de elevado arte tonal, se desarrollan libremente los valores populares. Música determinante en el trópico con los tambores en primer plano, que no son ruido, como decía el investigador Fernando Ortiz en su obra sobre la música afrocubana: “[…] son planos percutivos distintos perfectamente equilibrados, donde cada elemento sonoro produce un esquema rítmico independiente”.
Al siglo XVII se le llamó “el siglo del cuero” por la abundancia de su uso y una naturaleza pródiga en elementos, a lo que se agregan cascabeles, maracas en madera, concha o de güira de los indígenas, y otros instrumentos típicos aborígenes y negros.
Predomina la tendencia hacia la percusión y no el canto, con circunstancias culturales y étnicas procedentes de diferencias dialectales, grosso modo, en Cuba e islas aledañas: yoruba, procedente de Nigeria, y los de procedencia bantú como los congos, dando como resultado al factor rítmico en sus primitivas manifestaciones, que hacen que la danza se manifieste por tres vías diferentes: a) la del ritual religioso; b) la del espectáculo teatral; y c) la de la creación colectiva, que con la personalidad propia del criollo, abrazada a la gallardía señoril y la picardía de las letras, los bailes y danzas, con influencias africanas en su viva plasticidad y rítmica desaforada, como en el poema de Nicolás Guillén :
Te voy a beber de un trago, / como una copa de ron; / te voy a echar en la copa /
de un “son” , / prieta, quemada en ti misma, / cintura de mi canción
Concordante con el vestuario distintivo de clases acomodadas, cultivando tipos de danzas con las tres principales formas: “danzas de cuenta”, con ceremonias y buena sociedad, y “danzas de cascabel” a las descompuestas y populares, acompañados de bandurrias y guitarras, coplas, panderos y sonajas. La tercera eran danzas mixtas que acompañaban a las procesiones en las grandes fiestas religiosas, hermanando elementos coreográficos populares, más mesurados, con otros de las graves danzas de Corte con niños, disfraces coloridos y de animales representando símbolos de los vicios, para ambos sexos; zapateando como en los tablados de los corrales, recorrían las calles, bailes y danzas prohibidas desde tiempos de la Inquisición y restituidas por Felipe IV.
La contradanza europea había sufrido un proceso de criollización paulatina, la cual conforma la danza cubana de mayores libertades expresivas, basada en lo coreográfico, en la pareja enlazada, de influjo negroide en su ritmo, y al extender su parte bailable se le da el nombre de “danzón”.
El 1° de enero de 1879 en el Liceo de Matanzas, Cuba se estrena “Las alturas de Simpson”, homenajeando el popular barrio matancero, con la orquesta típica de viento que dirige el cornetinista Miguel Faílde, se estrena este nuevo género musical de gran y ponderado hallazgo artístico. Su rápido desarrollo dio cuatro danzones pioneros: “El delirio, La ingratitud, Las quejas y Las alturas de Simpson”.
Su formato, fenómeno de lógica evolutiva, es una síntesis de elementos antecedentes que se encuentran a un nivel superior: introducción, parte de clarinete, introducción repetida, y trío de metales, con una orquesta de viento con trombón de pistones, cornetín, figle, dos clarinetes, dos violines, güiro, timbales y contrabajo.
Otros creadores continúan su evolución, introducen pasajes de obras clásicas y aspectos interpretativos como agregar una parte final coreada por la orquesta como Raimundo Valenzuela, E. Guerrero y Félix Cruz, con sus danzones: “Negra tú no va a queré, Otro golpe de fambá, y Usted la tiene”.
Más adelante, José Urfé, en 1910, introduce en su parte final un montuno de son, como en “El bombín de Barreto”, para iniciar una nueva etapa en este género en lo formal y estilístico, destacándose, entre otras, orquestas como la de Domingo Corbacho, Enrique Peña, Gabriel Cisneros y José Belén Puig; aparece en escena el pianista Antonio María Romeu, junto al flautista Leopoldo Cervantes, ampliando la estructura formal, con la coda final, y nuevos instrumentos y mayor libertad expresiva del solista, conformando la génesis de la llamada “charanga”, destacándose autores como Octavio Alfonso, R. Reverón, A. Valdés Torres, P. O’Farrill, Tata Pereira y el timbal de Rafael Campos, en una inacabable pléyade de figuras musicales cubanas.
Al decaer el danzón en los años veinte, el Son gana el gusto popular. El matancero Aniceto Díaz, conforma una modalidad que fusiona el danzón y el son, llamado “danzonete”, con el esquema: introducción, parte de violín y trompeta, repetición de la introducción, canto en tiempo de bolero-son, y finaliza en ritmo de guaracha-son, como aquella que alude el coro en:
Danzonete, prueba y vete, / yo quiero bailar contigo / al compás del danzonete …
Jairo Tapia Tietjen
Sobre el autor
Jairo Tapia Tietjen
WikiLetras - In Memoriam
Codazzi, Cesar (1950-2018). Columna en memoria de quien fue un destacado colaborador de PanoramaCultural.com.co. Bachiller Colegio Nacional A. Codazzi, 1970. Licenciado en Filología Española e Idiomas, UPTC, Tunja, 1976; Docente en Colegio Nacional Loperena, 1977-2012. Catedrático Literatura e Idiomas, UPC, Valledupar, 1977-2013. Director Revista 'Integración', Aprocoda-Codazzi, 1983-2014; columnista: Diario del Caribe, Barranquilla, El Tiempo, Bogotá, El Universal, Cartagena, El Pilón, Vanguardia Valledupar: 1968-2012. Tel: 095 5736623, Clle. 6C N° 19B 119, Los Músicos, Valledupar- Cesar.
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