Opinión
Editorial: Tiempos para la confianza

Después de unas elecciones en las que el tema de la Paz ha sido el principal motivo de discusión, y de dos victorias consecutivas en el Mundial de Brasil, Colombia se abre a un nuevo paradigma: el de superar unos atavismos y unos equilibrios caducados.
En las urnas ha vencido la campaña de la confianza frente a la del miedo. Un discurso de futuro frente a una reacción impulsiva y resentida. Se ha visto que la paz tiene sus enemigos, pero que sus defensores son más numerosos y que han entendido el momento histórico.
Y mientras tanto, los futbolistas han mostrado el camino de la ejecución. En el terreno han dado espacio al trabajo en equipo, a la creación de oportunidades, siempre poniendo en adelante el juego en ataque. En otros términos, han expuesto a plena luz del día esa confianza creciente y, sobre todo, una mentalidad ganadora.
Estas son muestras evidentes de que Colombia goza de un buen momento, y de que se pueden superar situaciones y paradigmas en las que predomina habitualmente el divisionismo y el recelo, pero no son las únicas.
En las últimas semanas, los indicadores económicos de Colombia han apuntado hacia un crecimiento que beneficia a la industria y la creación de empleo. El País de Cali anunció en junio del 2014 un crecimiento del 6,4% en el primer trimestre (lo que supera las previsiones).
Más allá de este aspecto económico hemos de mirar el lado humano y cultural: es decir, lo que gana Colombia con una Paz que reconcilia a todos. Ése es el paso a seguir para que Colombia florezca nuevamente y hable con una sola voz, al mismo tiempo que reinvierta en Educación, Cultura y Salud.
Como bien expresa el escritor Santiago Gamboa en su ensayo “La paz y la guerra”, crear una sociedad nueva donde la paz y la justicia sean valores palpables requiere su tiempo, fe y paciencia, pero los beneficios son innegables.
“Si la paz no es un estado natural, aunque sí un fin deseado, quiere decir que es el resultado de un largo proceso de civilización, con todo lo que esto conlleva. Un niño no decide naturalmente resolver sus conflictos con el diálogo, sino a la fuerza. Civilizar o educar a ese niño es depositar en él una serie de contenidos que la humanidad, a través de una larga historia de desastres y oprobios, considera que son razonables para la vida en común”.
PanoramaCultural.com.co
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