Opinión
Víctimas y victimarios
Debo comenzar reconociendo que respeto profundamente el dolor de las victimas cualquiera que sea su victimario. Debo decir que me solidarizo con las victimas verdaderas del conflicto armado en Colombia. Debo manifestar que su dolor no sólo le atañe a ellos como víctimas, su dolor desgarra el corazón de todos los colombianos. Debo decir que censuro a los victimarios, cualquiera que sea ese victimario. Debo exteriorizar que repudio y condeno toda acción victimizante contra personas de cualquier condición.
En Colombia, en sesenta años de conflicto armado, hemos pasado por un vórtice de horror que aún no termina. Ha sido tal la pesadilla sanguinaria que aún no sabemos hasta dónde llegarán sus consecuencias. No se sabe todavía cuál será el verdadero alcance del conflicto. No sabemos hasta dónde ha marcado la psiquis de las víctimas y de los victimarios. No sabemos todavía, si tendremos la capacidad vital de resiliencia para superar el horror de esta guerra fratricida. Por eso el gobierno y la guerrilla de las FARC en La Habana manifiestan su intención de reconocer e indemnizar sus víctimas e inician foros para escoger los representantes que viajarán a Cuba a discutir sobre el reconocimiento y resarcimiento que les corresponde por su desgracia de haber sufrido esta guerra demencial.
El país se ha ido victimizando, los grupos sociales y étnicos han sido los primeros, la política de exterminio que el Estado realizó sobre La UP, donde asesinaron a más de dos mil de sus miembros y otros tuvieron que refugiarse en el exilio es un claro ejemplo de la equivocada y demencial concepción de la política de nuestra dirigencia, que ante el temor de perder sus privilegios no se detiene para cometer cualquier atrocidad. Las guerrillas colombianas tampoco han tenido el asomo de racionalidad política, y han caído en esa danza de barbarismo salvaje que degrada al hombre, pues en esta guerra demencial también han apretado el gatillo en forma indiscriminada, no solo matando soldados y policías de la patria, si no también civiles, indígenas, mujeres ancianos y niños. Los paramilitares llevaron la degradación de la guerra a una intensidad de horror que superó con creces las atrocidades demenciales de los chulavitas y que iguala en el salvajismo de sus masacres a lo sucedido en Ruanda. Sus métodos de exterminio escandalizaron al mundo al desaparecer, descuartizar y torturar a sus víctimas guerrilleros, civiles, indígenas, hombres, mujeres, ancianos o niños. El narcotráfico hizo su funesta aparición, primero financiando a los paramilitares, después a las guerrillas y elevó la intensidad del conflicto. Los agentes armados del Estado, ejército, armada, fuerza aérea, policía y antiguo DAS, también se sumergieron en este baño de sangre y muchos de sus miembros enlodaron el honor militar al caer en acciones degradantes de masacres, falsos positivos, seguimientos y chuzadas ilegales, persecución y exterminio de los opositores del sistema político colombiano. Por eso, hay víctimas de las guerrillas, de los paramilitares y del Estado.
Ahora con los diálogos en Cuba se ha alborotado el avispero y se inicia una escaramuza entre las víctimas, sale a flote el enfrentamiento entre las víctimas de las guerrillas contra las de los paramilitares y el Estado y se pelean a grito limpio el cupo para viajar a Cuba. En Cali aparece Eduardo Romano amigo del Procurador y de la senadora María Fernánda Cabal tirando trompadas y agitando consignas en favor de las víctimas de las guerrillas. Lecompte, ex esposo de Ingrid Betancourt, también se declara víctima de segundo o tercer grado de la guerrilla (pobrecito, él no sabe en qué grado está). El ejército y la policía dicen que son víctimas, la guerrilla también dice que lo son.
Esta proliferación de víctimas no es nueva. Los Afrodescendientes reclaman su condición por discriminación racial. Los indígenas por el abandono estatal y la violencia de la guerrilla, paramilitares, ejército y policía. Los gays y demás miembros de la comunidad LGBTI se declaran víctimas del señor Procurador. La mujer lo es por discriminación de género, por maltrato intrafamiliar, es víctima del señor Procurador y otros sectores retardatarios que no les permiten hacer uso del derecho a concebir y abortar. Los estudiantes son víctimas de los profesores. Los profesores son víctimas de los estudiantes y los dos víctimas del sistema. El ciudadano común es víctima de los delincuentes. El paciente es víctima de las EPS. El usuario es víctima de las empresas de servicios públicos. El ciudadano es víctima de los políticos. Uribe es víctima del senador Cepeda y el senador Cepeda es víctima de Uribe. En fin, creo que veremos una nueva generación de víctimas, pues al final todos seremos las víctimas de las víctimas.
Ante este sombrío panorama de víctimas y victimarios, el Estado debe asumir su responsabilidad trazando una política clara de inclusión social, que permita la realización con dignidad de los ciudadanos del común y el goce pleno de sus derechos constitucionales, El gobierno debe propiciar el derecho al trabajo, a la salud, a la educación, a la vivienda, a la paz, con esto garantiza que no haya victimarios y como consecuencia no habrá víctimas, por tanto lograremos, algún día, vivir como Dios manda y ser de verdad una patria amable y acogedora que merezca llamarse Colombia y ser “El mejor vividero del mundo”.
Diógenes Armando Pino Ávila
Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
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