Opinión

Ahí está el placer

Fabio Fernando Meza

23/09/2014 - 10:10

 

De pronto un paisano sale corriendo para el baño que queda en el amplio patio llevando unos pedazos de periódicos en las manos, abre la puerta, se sienta, y siente que el mundo es la cosa más bella. Mata lo que lo estaba matando.

Pero ocurre lo contrario en las personas que viven de prisa y tienen la mente tan ocupada que no disfrutan de ese placer sublime, y, muchas veces, no se dan cuenta que han descargado al estómago y a los intestinos de tan molesta carga por andar haciendo otras cosas a la vez.

En otras ocasiones, los millonarios y personajes famosos demoran días sin visitar ese sitio donde además de desnudar su cuerpo y su alma se dicen sus verdades, y, por primera vez, se dan cuenta de que hace un mes no estrenan zapatos ni ropa interior por andar con la bendita carrera diaria. Como no comen bien, no tienen nada qué evacuar y andan “con el estómago pegado al espinazo” y se sienten orgullosos de sólo ir al baño a echarse jabón y agua. Nada más. Aunque los abuelos en San Fernando, Magdalena, lo dicen de otra manera: “como coma el mulo, caga el culo…”

Algunos extrañan que antes de bañarse no se “añingoten” en esa taza tan reluciente que está tan limpia que es un pecado ensuciarla y todo lo dejan  para después porque no soportan ese olor tan característico, carajo.

La vida ha dado vueltas. Antes, en los pueblos, se encontraba a cualquier persona agachada a la vera del camino y, antes de que se le preguntara, ella decía con toda la candidez del mundo: “estoy aquí despachando una diligencia, compadrito”. Y ni pensar en los palacios y castillos europeos donde los reyes y demás seres de sangre azul lo hacían ahí delante de quien fuera, y el criado tenía que recogerlo y llevarlo allá atrás donde ya la pila alimentada a diario era más grande que la cresta de la iglesia local y el olor insoportable y más, si era excremento de reyes sanguinarios.

El mundo de los famosos y millonarios sería más placentero, y no sufrieran de estreñimiento ni anduvieran siempre de mal genio, si disfrutaran el placer de una buena cagada. Es que muchas veces esa cara agria del ejecutivo es por que puede y no ha querido dedicarle un minuto a evacuar el desecho de lo poco que ha comido porque para él eso es perder tiempo.

Hay que ir a ese sitio tan discreto, tan privado, porque es ahí donde los flatos deben hacerse salir con todas las fuerzas que semejen un temblor de tierra así su propietario tenga que pensar en purgarse apenas salga de allí. Y no llevar revistas ni nada para leer porque eso distrae la atención y no se dan cuenta siquiera cuando el cuerpo acaba con ese incómodo momento para unos, porque otros demoran horas, bien sea allí o en cualquier parte con el riesgo de pisar lo que se ha evacuado a campo abierto, qué vaina.

Hay ejecutivos que se acuerdan que a  las 10  de la mañana tienen que ir al baño por orden médica para tratar de aliviarse del estreñimiento del que cree sufrir y desde allá dentro sigue gritando, dando órdenes, y de paso poniéndosele la cara roja por culpa de un esfuerzo inútil que se le nota hasta en la voz que ordena, y que a veces parece una súplica.

Todo eso para levantarse resignado del bacinete, subirse los pantalones y mirar con resignación que sigue tal cual como lo encontró. Se da 3 golpes en la barriga y hala la palanca del agua para que el ruido convenza al auditorio externo que sabe mejor que él de que no caga.

Muchas personas se sienten ofendidas cuando al coincidir con alguien en el baño ellos no tienen ningún problema en depositar sus 10 kilogramos de desechos, y además, qué vaina, silban alegres, mientras él hace esfuerzos sobrehumanos para al final ver la mierda de un pajarito. Pero existen paradojas, por ejemplo en la pared de uno de los baños de hombres de la Universidad de Antioquia se puede leer: “puedes ser muy hombre pero aquí te cagas”

Otras sienten la envidia del paisano ese, vagabundo, que le dio diarrea por exceso de alcohol y él  jamás sabrá lo que es sentir que se le ensucien los pantalones, no sentir correr pierna abajo ese líquido amarillento no importa que sea hediondo. Pero así es la vida.

Muchos prueban con irse al monte, a la rivera de los ríos, con la mentira de bañarse, porque han escuchado que esa acción estimula al estómago, y lo han verificado en otras personas que antes de meterse al agua se agachan detrás de algún matojo y salen después feliz.

La mayoría de la gente se ven felices es porque demoran horas sentados en ese artificio, pero es que han descubierto que en el sentir salir de su cuerpo lo justo y necesario ahí está el placer, el encanto de la vida, y se lo gozan sin remedio.

 

Fabio Fernando Meza

fafermezdel@gmail.com

Sobre el autor

Fabio Fernando Meza

Fabio Fernando Meza

Folclor y color

Cronista colombiano originario de San Fernando (Santa Ana, Magdalena). En esta columna encontrar textos sobre la música vallenata, su historia y sus protagonistas, así como relatos cortos que han sido premiados a nivel nacional e internacional.

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