Opinión
Diáspora y génesis afrocaribeñas: religiosidad musical
Según el Diccionario de la música, histórico y técnico”, de M. Brenet (Barcelona, 1946), el baile “Calenda”, de origen negro africano, aprendido por los españoles, era muy favorecido posteriormente por los criollos en toda América.
En los nombres de danzas y canciones hubo muchas diferencias y confusiones de un siglo a otro. En España, siglo 18, “el fandango”; era el mismo “congó ” en Cayena, y “calenda” en las islas de Barlovento.
En las bienaventuranzas y reuniones devotas, la música era bien acogida. Recordemos a la gitanilla Graciosa bailando ante Santa Ana en una obra de Lope de Vega. En el Pórtico de la Gloria, en la Catedral de Santiago de Compostela, se encuentra una guitarra. Un tamborcillo se empleaba en los templos españoles y su presencia era requerida de modo especial en determinadas festividades religiosas, pese a la expresa prohibición de la jerarquía católica : “ . . . que no se hagan altares en casas particulares, ni nacimientos, en que intervengan músicas, bailes, concursos de gentes y de otras indecencias, pena de excomunión mayor y diez ducados a los transgresores…”.
Era moneda corriente de la época que en materia de religiosidad junto a la Iglesia oficial, existía una reverente piedad de tono casero, espontáneo y flexible. Por devoción se instalaron muchos altares en las viviendas privadas humildes, pero también habría ostentosas capillas en mansiones, donde el tedio no se disipaba solo con rezos, sino que los elementos musicales estaban presentes y se utilizaron para colorear estos momentos espirituales, sin la aprobación de la curia oficial.
Encontramos en “También se divierte el pueblo, recuerdos de hace tres siglos”, de Deleito y Piñuela (Madrid, 1944): “Bailan en sus iglesias y procesiones, y las religiosas no olvidan nunca bailarla en Nochebuena ante los ojos del pueblo, pero sin intervención de hombre alguno. Tradición arraigada en España y que se importó a las Colonias, donde se olvidaba el enclaustramiento del convento al repiqueteo de panderos y castañuelas del fandango, la jota o el jaleo”. Agregamos que en la época actual tiene un sentido diferente con pérdida de su antigua esencia musical.
Vigente desde México hasta Cuba en el siglo XVII por los antecedentes de bailes y canciones con notas profanas que, a más de la función religiosa, y aun por encima de ella, contenía social trascendencia, ofreciendo a la gente moza “…una oportunidad para hablar a sus anchas, para bailar y enamorarse”, según hallamos en “Los altares de cruz” de C. Poncet (La Habana, 1928), y que amplía en descripciones el padre Labat, respecto de la “calenda”, que llamaba la atención “en lo atrevido de los gestos, en su licenciosa coreografía entre los límites de la exageración y del escándalo”.
De antiguo, la guitarra española de cinco cuerdas se empleaba para acompañar, un tañer rasgueado por falta de técnica que posteriormente en el siglo XVI sería de mayor afinación con músicos de la talla de Luis Milán y Luis Narváez, empleando también la bandurria, variante de ella, con esquemas formales característicos de los acompañamientos musicales puestos al servicio de la décima espinela o de bailables como la cuarteta y la seguidilla que se iban renovando con fuerza bajo las más variadas influencias, y de especial atención por parte de Felipe III, y sucesores Austrias, que lo cultivan personalmente como atestigua el Cancionero de Sablonara, de música profana, en recopilación hecha por el copista de la Capilla Real de Madrid, hábito de siglos en la Metrópolis que influenciaría a las Colonias, en constantes y estrechos nexos con el sur de la Península y las Islas Canarias, lo cual fortalecía el desarrollo unitario de la lengua castellana en plena época áurea de la literatura hispánica.
Jairo Tapia Tietjen
Sobre el autor
Jairo Tapia Tietjen
WikiLetras - In Memoriam
Codazzi, Cesar (1950-2018). Columna en memoria de quien fue un destacado colaborador de PanoramaCultural.com.co. Bachiller Colegio Nacional A. Codazzi, 1970. Licenciado en Filología Española e Idiomas, UPTC, Tunja, 1976; Docente en Colegio Nacional Loperena, 1977-2012. Catedrático Literatura e Idiomas, UPC, Valledupar, 1977-2013. Director Revista 'Integración', Aprocoda-Codazzi, 1983-2014; columnista: Diario del Caribe, Barranquilla, El Tiempo, Bogotá, El Universal, Cartagena, El Pilón, Vanguardia Valledupar: 1968-2012. Tel: 095 5736623, Clle. 6C N° 19B 119, Los Músicos, Valledupar- Cesar.
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