Opinión
Esa violenta música vallenata

Un reciente trabajo académico me llevó a escuchar clásicos de la música vallenata y éxitos recientes. En más de una ocasión, me sorprendí cabizbaja y suspirando al contrastar la transformación padecida por este ritmo musical. El lirismo y el romanticismo contemplativo fueron remplazados por un vallenato chocante, explícitamente violento y más cercano al desafío que al enamoramiento.
No creo que todo tiempo pasado sea mejor y en esta ocasión no me motiva la nostalgia de lo antiguo. Además, porque soy consciente que el vallenato antes manejaba formas veladas de machismo, disfrazadas muchas veces de proteccionismo y galantería. Sin embargo, eso resulta preferible que la invitación al odio y a la violencia recurrente en la denominada nueva ola.
Iniciaré con el más popular y controversial intérprete del vallenato actual, Silvestre Dangond. Su última producción ha sido cuestionada por los elementos bélicos que incorporó en ella y la denominación dada, “La Novena Batalla”. A esto sumémosle canciones que hacen parte de esta producción: “Los tengo de payasos”, “Ni punto e´ comparación”, “Lo ajeno se respeta” y “La varita de San José”. Temas que son una explicita invitación al enfrentamiento o egos heridos que denigran las mujeres. Actitud que mantiene en gran parte de sus presentaciones musicales, en las que lanza improperios contra todo el que considera su enemigo, es decir, contra un número significativo de cantantes. Ya anunció el título de su próxima producción musical, “Invicto”, más de esta lógica violenta.
Silvestre no es el único, son numerosos los exponentes de esta forma nociva de masculinidad. Peter Manjarres, ofrece dosis de esto mismo en canciones como “Te dejé por loca”. Mediante su auto-denominación de “El Caballero”, pretende una manera diferente de ser hombre, buscando comercializarse como la antítesis del interprete vallenato tradicional. Sin embargo, la proclamada caballerosidad es solo un recurso de marketing, más que una característica auténtica.
“El Gran Martin Elías” también hace parte de esta tendencia musical. Canciones como “Ábrete” o “Ese man no te luce” dan cuenta de ese carácter revanchista, egocéntrico y pendenciero. Además de las ya típicas diatribas durante los conciertos contra quien considere su opositor.
Podría citar otros nombres, pero este resultaría muy extenso, así que opté solo por algunos de mayor popularidad actual.
Desafortunadamente, el canto vallenato se ha construido desde un discurso mayoritariamente masculino, las voces femeninas son escasas y no alcanza éxito comercial. Dentro de los referentes actuales de este ritmo, las rupturas con las lógicas descritas son atípicas. Tampoco se vislumbran cuestionamientos públicos desde la sociedad civil frente a la violencia señalada y por lo general, tarareamos irreflexivamente las canciones, minimizando la importancia que tiene la música como elemento cultural configurador de subjetividades.
Resulta llamativo que la mayor o menor agresividad de la música coincida con los periodos generacionales. De lo lirico a lo violento. Ese cambio en la expresión musical que se ha hecho evidente con el paso del tiempo podría obedecer a una reacción producto de las transformaciones en las relaciones entre los géneros. El progresivo empoderamiento de cada vez más mujeres, la incorporación al mundo laboral, las libertades en lo reproductivo, entre otros aspectos, generan una arremetida o intentos por restablecer la masculinidad dominante, que también se evidencia en la música. Como diría Robert Connell: “Una jerarquía que estuviera fuertemente legitimada tendría menos necesidad de intimidar”.
Terminé mi trabajo y termino este escrito con una amarga sensación. Un ritmo musical que me enorgullecía, hoy suele avergonzarme.
Johanna Redondo
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