Opinión
La traicionitis es contagiosa
“Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro”. G.Clémenceau, político francés.
La traición es el antivalor ético, moral y jurídico, más intimado en la dinámica social y política del Estado, desde sus mismas fuentes de formación y su inserción en el sistema democrático, como herramienta para allegar al poder, sostener la autoridad e influencia y proporcionar esas facilidades que permiten desde el beneficio personal hasta el encumbramiento social.
Desastrosamente, el empoderamiento de los antivalores en el diario accionar, concurrentes con la traición, como la corrupción, la misma violencia y la connivencia con el crimen, hace que se faciliten operaciones exitosas para unos y funestas para el pueblo como el narcotráfico o el enriquecimiento ilícito.
Hablar de traición es inmiscuirse en un amplio espectro de realidades dentro del desarrollo del Estado y de la misma sociedad, solo la ética puede atribuirse el señorío para recusarla cuando son escandalosos sus resultados, que en algo difieren de la deslealtad, la que peligrosamente se le arrima, pero separada por una débil frontera fácilmente vulnerada por un amigo, porque la traición es la consecuencia de una acto desleal malintencionado de un amigo, un enemigo no acciona traición nunca.
Los partidos políticos de tendencia izquierdista asentados en el espectro latinoamericano consideran al primer mandatario colombiano referente de preferencia a seguir, aun a sabiendas que es la encarnación radicalmente opuesta a las reformas estructurales planteadas en el ámbito comunistoide, mientras la comunidad interna le considera el traidor del legado político e ideas planteadas por su antecesor.
Desde aquél 10 de agosto de 2010, que Chávez visitó a Santa Marta y a la Quinta de San Pedro, se ha interpretado como el hecho más traicionero a la misma institucionalidad colombiana y a un sentir del pueblo, por una facción política que ha querido afincarse en un caudillo para establecer el referente de seguridad y protección ciudadana invocada y promulgada constitucionalmente. Y aquí cabe entonces debatir si un presidente debe ser cuestionado en su lealtad por ciudadano alguno que reclame ser su superior o, simplemente, es un asunto de conciencia que le obliga a ser leal con el pueblo que le eligió.
Asimismo los actos que ejecutan los servidores públicos en ejercicio de sus funciones después de haber sido elegidos por un pueblo y que se manifiestan consecuentemente disimiles de lo planteado en la campaña electoral, ¿se les podría considerar en algún momento ¡Traición!, si no satisface las expectativas de algún grupo particular que esperaba solo acciones favorecedoras para ellos?
¿Cómo determinar que la patria es la más sentida por los actos que apuntan a traicionarla? Mucho se especula con los actos de personajes tildándoles abiertamente de traidores a la patria, Piedad Córdoba ha atacado la institucionalidad, a Uribe se le consideró por impulsar el TLC, Santoyo (el general) traicionó su institución militar, Santos instituyó una relativa amistad con narcoterroristas en el afán de un quimérico acuerdo de paz, ¿qué se podría pensar de los soleados generales que últimamente aparecen involucrados en delitos, secuestros, retenciones indebidas o bochornosos actos de corrupción?
Aquí, el ciudadano debe replantearse entonces, si las impopulares operaciones terroristas de las Farc se enmarcan dentro del ámbito de traiciones a la patria, vistas desde la conceptualización que solo los amigos traicionan o es el ejercicio de un enemigo del pueblo que solo amerita respuestas contundentes tendientes a vencerlos en el ejercicio de una soterrada guerra fratricida.
A todo esto, la más precisa recomendación a los colombianos es un mandato popular: “Al perro traicionero no le vuelvas el trasero”.
Alfonso Suárez Arias
@SuarezAlfonso
Sobre el autor
Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
1 Comentarios
No estoy de acuerdo con el concepto de traición del autor. Alfonso Suárez sustenta que Piedad Córdoba y Uribe son traicioneros (la primera por atacar la institucionalidad, el otro por por impulsar el TLC). Ellos sólo son los representantes de una ideología distinta: eso no hace de ellos unos traicioneros. El peligro está en que pensemos que todos debamos seguir las mismos ideas y que no podamos expresar un punto de vista diferente. Presentar la traición como lo hace el autor -es decir como una marcha obligatoria hacia una dirección y una estigmación de las ideas- es recrear la caza de brujas que ocurrió en EEUU en los 50 y que también se ha fomentado en Colombia.
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