Opinión
Cuando el fanatismo religioso toca a nuestras puertas
Otra vez la locura, disfrazada de fanatismo religioso, toca a nuestras puertas. Tratan por todos los medios de ahogarnos en el terror de un nuevo imperio. Me refiero a los que creen que las ideas de las personas que piensan diferente deben erradicarse para siempre. Los fanáticos buscan callar las voces que claman por un mundo libre, donde no haya censura y donde todas las ideas tengan un lugar para ser debatidas.
Eso es lo que ha pasado en París, Charlie Hebdo ha sido herido una vez más; sólo que esta vez ha sido en su centro, en el ojo mismo del huracán que desató al ejercer el derecho a la libre expresión. Su director y dos de sus principales caricaturistas, entre otros colaboradores, y dos policías, fueron masacrados en pleno día y en el lugar de trabajo.
Al escribir esto siento como la pena y la indignación invaden cada parte de mi ser. No lo digo sólo como ser humano, también lo digo como francesa. Y es que yo tengo el privilegio de tener dos nacionalidades, una es la francesa, y la otra, por supuesto, es la colombiana. No soy francesa porque me tocó serlo. No soy francesa porque así se me hace más fácil la vida. Soy francesa porque elegí serlo. Decidí integrarme a esta sociedad que admiro y respeto. Hablo su lengua, amo su literatura, su música, su historia, sus catedrales, su pintura, su cocina, su extremado refinamiento, sus ansias de conocimiento, de aventura. Amo su espíritu libre, crítico, contestario, laico. Amo la libertad que se respira en sus calles. También soy bastante crítica cuando debo serlo; sobre todo cuando pienso en el rol que Francia ha jugado en las guerras o en la colonización; entre ellas el terrible pasado de Argelia, entre muchos otros.
Lo que ha pasado hoy es terrible. Como lo han sido los otros asesinatos a los que hemos asistido incólumes al frente de las pantallas del televisor. Pero no nos callarán. La prensa no puede rendirse. La prensa no puede arrodillarse ante el fanatismo y la estulticia de unos cuantos fanáticos que creen que el horror debe gobernarnos y que las ideas extremas deben imponerse por encima del consenso y de la democracia.
Y esto es válido para personajes siniestros como Ordoñez, Uribe, José Obdulio, la Cabal, que de cabal no tiene nada; y por supuesto para personajillos disfrazados de vedettes trasnochadas, como es el caso de los guerrilleros de las FARC; o de los que rara vez salen en los mass-media, como son los del ELN.
Debemos luchar por la libertad de expresión, debemos luchar por un mundo mejor, en el que no haya ningún tipo de esclavitud. No olvidemos que cuando nos doblegamos ante el miedo nos convertimos en esclavos con grilletes atados a los tobillos.
Berta Lucía Estrada
Sobre el autor

Berta Lucía Estrada
Fractales
Berta Lucía Estrada Estrada (Colombia,1955) es escritora, ensayista, poeta, dramaturga, antologadora, crítica literaria y de arte. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado doce libros, más siete escritos al alimón con Floriano Martins (esta escritura al alimón comprende cuatro piezas de teatro, dos novelas cortas y un poemario). Ha recibido seis premios de poesía; tres con obra publicada.
Algunos de sus artículos y poemas han sido difundidos en revistas como Altazor (Chile), Triplov (Portugal), Agulha Revista de Cultura, Revista Acróbata (Brasil), Blanco Móvil (México), Nueva York Poetry, La otra (México), AErea (Chile y España), EntreTmas (Nueva Yoork) y Aleph (Colombia). Es una colaboradora asidua de las publicaciones de la Universidade Estadual do Oeste do Paraná – UNIOESTE y del programa de radio Pegando la Hebra, dirigido por María Vicenta Porcar Pedro (Valencia-España) donde colabora con el aparte Palabra de Poeta y además tiene un espacio llamado Poliedros; dedicado a entrevistas y a la presentación de libros.
Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, portugués, rumano, griego, italiano e inglés.
1 Comentarios
Gracias Jairo, muy buenos sus comentarios; siempre es bueno recordar la historia, eso nos ayuda a entender que el fanatismo siempre ha estado ahí, agazapado y dispuesto a dar su zarpazo. Un cordial saludo, Berta Lucía
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