Opinión
¿Los artistas o sus obras?
Los poetas, amor mío, son para leerlos. No hagas caso de lo que hagan con su vida...
Esta es la frase con la cual Raúl Gómez Jattin termina uno de sus poemas. Bien puede decirse, sin problema, lo mismo de los cantantes o cualquier otro tipo de artistas, incluidos los escritores y los futbolistas (Perdónenme los que no crean que Zidane, Maradona y Ronaldinho son artistas).
¿A qué viene esto, se preguntarán? A un par de artículos que, con una diferencia de un año en sus apariciones, se centran en una discusión en la cual por un lado no se discrimina entre un artista, como ser humano y su obra y por otro lado no realizan una crítica honesta de los contenidos de la televisión colombiana. El más antiguo, titulado: “Necesitamos mejores héroes!”, y publicado el 23 de Diciembre de 2013, es un texto que, aunque aborda un poco más genéricamente el tema de los personajes poco ejemplarizantes de nuestra sociedad, se centra en una crítica poco documentada y sesgada de la persona del cantautor Diomedes Díaz, a sólo pocas horas de su muerte y el segundo, titulado: “No puedo diomedizarme”,en clara alusión a la publicidad de la novela que recién se estrenó, basada en la obra y algo de la vida del mismo cantautor.
Yo no pretendo hacer una apología de la persona de Diomedes, ni del maltrato a la mujer, ni de los malos ejemplos que se le estén dando a la sociedad, como tampoco le achaco a los otros la culpa del estado en el cual están las cosas actualmente. Todos tenemos parte de culpa, bien sea por acción u omisión y no podemos pasarnos la vida señalando lo que nos parece que está mal sin proponer una solución para eso.
No digo que no se necesiten otros modelos a los generalizados sobre los cuales construir las conciencias y las sociedades mismas, para cambiar el estado de las cosas. Lo que no se puede, de ninguna manera, es demeritar la obra de una persona, apoyándose en los errores y defectos que dicha persona pudiera tener. Esas dos cosas deben evaluarse, en su justa medida, por separado. Si no fuera de esa forma, tampoco se podrían llorar con más dramatismo a los escritores, como la autora del primer artículo lo pide, pues estos, se suicidan o destruyen sus vidas tanto como éste y otros cantantes y, de igual manera, tienen una, frecuentemente, incurable atracción por diferentes tipos de drogas.
La autora se despacha pidiendo el mismo dolor por un periodista o un escritor, sin poner un ejemplo claro de un periodista o un escritor que sí merezcan, a su juicio, ese dolor. A varios periodistas se les ha llorado en este país grandemente, pero quizá ella no sepa de Jaime Garzón y Guillermo Cano, por dar un par de ejemplos.
De escritores no sabría darle ejemplo sobre los que se lloraran grandemente, pero sí de esos que tienen los mismos o peores problemas con las drogas que los que tuvo Diomedes y que tampoco sintieron la necesidad de esconderlos. ¿Si una persona no tiene derecho a llorar a un cantautor como Diomedes, por sus errores, tendría alguien el derecho de llorar a Baudelaire, Hemingway, Faulkner, Fitzgerald, Poe, Verlaine, Steinbeck, Bukowski, Capote, Lope, Quevedo, Dostoyevski, Nabókov, Joyce, Beckett, Green y Barba, por dar algunos ejemplos?
Todos ellos tuvieron una estrecha relación con las drogas (y el alcohol es una de ellas) y fueron escritores, reconocidos, importantes, y es precisamente por los escritores por quienes pide la autora, sin detenerse a preguntarse si nos vamos a fijar en los artistas o en sus obras, porque, si nos fijamos en estos artistas nombrados, no debemos, según la lógica de la autora, tampoco llorarlos, ni siquiera leerlos. Soy alcohólico. Soy adicto a las drogas. Soy homosexual. Soy un genio… solía decir Truman Capote: ¿si le parecerán estás declaraciones dignas de admiración y llanto a cambio de las de Diomedes?
La autora, los autores de ambos artículos, ya que ambos hablan de sus presentaciones bajo los efectos del alcohol, quizá ignoran que el ser humano ha consumido todo tipo de drogas por distintos motivos: religiosos, rituales, medicinales, hábitos o costumbres, por distracción, hedonismo o por simple moda y que, muchos de esos para quienes reclama llanto altisonante la primera, las han usado como su medio predilecto para acercarse a las musas, expandir las fronteras de su imaginación y creatividad llegando, en estas condiciones a crear algunas de las más reconocidas y aclamadas obras literarias.
Probablemente ella crea que no se pueden comparar las obras de estos consagrados escritores con las de Diomedes y que, por eso mismo, a ellos si se les pueden perdonar sus vicios y a este no, olvidando, seguramente, que la literatura nació de los cantos, de la música y que los cantos populares son los depositarios de una literatura que, aunque no es usualmente reconocida por la academia es tanto o más importante que la que sí lo ha sido. Para eso sólo bastaría recordarle a la autora de este artículo la métrica de la poesía para que comprenda su entroncamiento con la música y los romanceros y la juglaría para que vea cantos como poemas.
El autor del segundo artículo plantea preguntas poco sensatas como la siguiente: ¿Estará preparado el país para ver en pantalla la exaltación a una persona que hizo parte de un hecho bastante oscuro que los colombianos aun no olvidan? Esta producción apenas acaba de estrenarse y, de lo poco que he visto, se puede deducir que no se trata de una biografía novelada de El Cacique de la Junta, sino una obra de ficción basada en su obra como lo han sido las basadas en la obra de Rafael Escalona y Orozco, Elenita Vargas, Jairo Varela y del mismo Diomedes, realizada antes por Caracol con éxito y sin polémica. Seguramente cree el autor que si ha estado preparado el país para que se exalten a los diferentes niveles de traquetos, las prepagos y demás personajes salidos de las narco novelas de las cuales se ha inundado el país en los últimos años y que no son proyectados como una revisión crítica de la historia reciente del país, sino como una exaltación y más, exacerbación de la cultura de la muerte, el facilismo y la trampa en la cual nos hemos inmerso casi sin darnos cuenta o haciéndonos los gúevones, que es peor.
Estos bloggeros plantean, quizá sin darse cuenta, un tipo de violencia, muy común, que es la discriminación, la de una persona a quien juzgan por sus actos, seguro creyéndose con la altura moral suficiente para ello y la de un país de lectores con acceso a internet y los demás… esos del folclor criollo del cual reniega la primera y del cual olvida las expresiones que se alejan de las cosas que gratuitamente le endilga. Habla ella de maltrato a las mujeres concentrándose en la letra de una canción, que no niego es machista en su posición frente al despecho, pero no se fija o no conoce las muchas letras que Diomedes ha interpretado que honran y alaban a la mujer y las que ha compuesto, de las cuales le aporto sólo unas muestras.
Vengo a decirte en mi canción, bonita,
que mi alma necesita tu noble sentimiento,
porque en la vida hay cosas importantes
que son más elegantes si se tratan con respeto.
(Bonita, Álbum: Con mucho estilo, 1981)
Esa morena que me entusiasma cuando me mira
ha despertado en mí un sentimiento para cantar,
con toda el alma le cantaré a la mujer más linda
en una noche de luna llena en Valledupar.
(Te necesito, Álbum: cantando, 1983)
Muchacha como sería, ay muchacha como sería
para andar contigo, por todas partes
y no dejar de mirarte. Sí, al frente tuyo yo cantaría.
Para darte, por cada verso un besito
y así cantar más bonito, todas las canciones mías,
y de todas, cantarte Te necesito
que es donde siempre te he dicho, que sin ti yo no viviría.
(Sin ti, Álbum: Brindo con el alma, 1986)
Además de éstas, hay muchas más canciones en las cuales él le canta a las mujeres y de las cuales, en procura de la brevedad, sólo enumeraré unas cuantas: Cariñito de mi vida, Tres canciones, El alma de un acordeón, La carta, Tu serenata, Te quiero mucho, Una de mis canciones, Cantando, Ayúdame a quererte, Rayito de amor, El cóndor herido y un largo etcétera.
¿No son más importantes estás manifestaciones de amor, cariño y respeto que sus descaches en el tratamiento a las mujeres? Yo no pido que se olvide la memoria de Doris Adriana, ni que se minimice la tragedia que esto significó para su familia y allegados, sólo pido un poco más de juicio en las investigaciones de los temas a tratar y mesura a la hora de emitir juicios de valor sobre una persona o un colectivo.
En cuanto a la falta de juicio en la investigación me quiero detener en la imprecisión sobre la autoría de la canción: La falla fue tuya en el primer artículo, no por la imprecisión como tal, ya que la composición es de Omar Geles, no de Diomedes Díaz, sino por lo que en el artículo está a su alrededor: Atacar una cultura y una sociedad. La cultura vallenata y la sociedad colombiana. Esa sociedad a la que la autora pertenece y de la cual parece ser un miembro promedio, como los que la autora recrimina por su poco interés en el género femenino, siendo que gran parte de este desinterés es alcahueteado por las mismas mujeres desde la misma crianza que han dado a sus hijos, tradicionalmente.
Finalmente, al autor que no quiere diomedizarse y a los demás que estén en su misma tónica les recuerdo que no podemos estar equiparando al autor con su obra, trampa en la que caen la mayoría, sino todos los críticos de los diferentes tipos de arte (como en el caso de Maradona) y por el cual, recurrentemente, terminan prestando más atención a la vida del autor que a su obra que es lo que finalmente importa. ¿O, ustedes de qué se fijan, qué valoran a los artistas o a sus obras?
Luis Carlos Ramirez Lascarro
Sobre el autor
Luis Carlos Ramirez Lascarro
A tres tabacos
Guamal, Magdalena, Colombia, 1984. Historiador y Gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena. Autor de los libros: La cumbia en Guamal, Magdalena, en coautoría con David Ramírez (2023); El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica, en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza (2020). Autor de las obras teatrales: Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), Monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien lo representa. Ha participado en las antologías poéticas: Poesía Social sin banderas (2005); Polen para fecundar manantiales (2008); Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Tocando el viento (2012) Antología Nacional de Relata (2013), Contagio poesía (2020) y Quemarlo todo (2021). He participado en las antologías narrativas: Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021). Ha participado en las siguientes revistas de divulgación: Hojalata y María mulata (2020); Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023). He participado en todos los números de la revista La gota fría: No. 1 (2018), No. 2 (2020), No. 3 (2021), No. 4 (2022) y No. 5 (2023). Ha participado en los siguientes eventos culturales como conferencista invitado: Segundo Simposio literario estudiantil IED NARA (2023), con la ponencia: La literatura como reflejo de la identidad del caribe colombiano; VI Encuentro nacional de investigadores de la música vallenata (2017), con la ponencia: Julio Erazo Cuevas, el Juglar guamalero y Foro Vallenato clásico (2016), en el marco del 49 Festival de la Leyenda vallenata, con la ponencia: Zuletazos clásicos. Ha participado como corrector estilístico y ortotipográfico de los siguientes libros: El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), en el cual también participé como prologuista. El artículo El vallenato protesta fue citado en la tesis de maestría en musicología: El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017); Los artículos: Poesía en la música vallenata y Salsa y vallenato fueron citados en el libro: Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020); El artículo La ciencia y el vallenato fue citado en la tesis de maestría en Literatura hispanoamericana y del caribe: Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021).
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