Opinión
Descaro, cinismo e insolencia
“En el siglo XXI no se necesita ideología, todo es por dinero”.
Con cierta informalidad comparecen vivamente en el desarrollo social y político de una nación estos elementos característicos del hábito conductual de gobernantes, grupo o comunidad, bajo unas circunstancias muy particulares acordes con la época o con los mismos sucesos, que les activan, pues su acción y resultados, se conoce tanto como la antigüedad de la humanidad.
Siempre se ha enfrentado a la verdad contra la mentira, sinceridad vs hipocresía, dominio contra liberación, en un sinfín de paradojas que ilustran la realidad en un pueblo, partido político, líderes o compatriotas, subyugados a un poder dominante, legitimado por propia voluntad, aquiescencia o complicidad.
No necesariamente las tres actitudes actúan simultáneamente, cada cual puede manifestarse por su lado, solo que particularmente en éstos tiempos y en éste desgobierno se engrandecieron en una maniobra de unidad nacional, para dar relevancia a los resultados y a la práctica de la corrupción que deja muchos beneficios en los haberes personales de diligentes y displicentes participantes de modales prototipos de contratación estatal, para definir el concepto de la paz en Colombia, entre tantos arquetipos puestos en boga.
Descaro de aquel que se presenta nuevamente ante el amigo traicionado o enemigo con poder para obtener prebendas por su servilismo condicionado.
Cinismo al aseverar que se camina por la vida cuando se responde a la compra de rutas y conciencia.
Insolencia de quien exige la paz cuando actúa cínica y descaradamente contra la oposición y el mismo Estado.
El impacto sufrido por la base de la sociedad colombiana ha sido brutal e irritante ante la desvergüenza de individuos, primeramente considerados dentro de ese convencionalismo aceptable de sociedad en desarrollo y ahora sumisos ante una lisonja con mermelada capaz de obnubilar su reputación, buen juicio y raciocinio.
El ejercicio de poder, actualmente profesado desde la cúspide de nuestro ordenamiento Estatal, en su más preclara manifestación está modificando esa primaria estructura social, que aun favorecida por la soterrada hipocresía era parte de las costumbres sociales permisivas y en algún modo tolerante hasta algunos niveles de la misma corrupción, siempre que fuesen observados aceptables y en su justa proporción, tal como lo expresó en su momento un intelectual ex-presidente, hoy condenado al ostracismo ecuménico por su irreverente comportamiento personal e intranscendental.
Es un hecho el mandamiento de condenar dentro de la dinámica evolutiva social, al acostumbramiento y utilización de dobles expresiones confundidas entre la falta de respeto y la insolencia para dar sustento formal a las acciones gubernativas defendidas por la traición, perfidia, ingratitud o el debido acatamiento a la ley.
Mucho de temor se empieza a presenciar ante la construcción desordenada de una nueva estructura social apuntalada por el lenguaje de la desfachatez, la inmoralidad o la desvergüenza, nacido y alimentado por ese monstruo degenerado del comunismo internacional, en su intento de atragantarse a la democracia y vomitar un país plagado de execrables parásitos burgueses engordados con migas de la emergente oligarquía.
En ese orden de presentación de sucesos y trascendentales discursos discriminatorios y excluyentes de cualquier opositor o culto impugnador de groseros actos administrativos, no se sabría definir, si los resultados presentados por las comisiones de la Habana son verdades a medias, mentiras disfrazadas, hábiles sesiones de maquillaje o una simple y descarada burla cínica e insolente a nuestro proyecto democrático y de soberanía popular.
Alfonso Suárez Arias
@SuarezAlfonso
Sobre el autor

Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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