Opinión
¿Progreso?
—¿Y por qué se ve esto tan triste?
—Son los tiempos, señor.
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
Las ciudades que alcanzan la categoría de megalópolis, se parecen entre sí. No solo por su infraestructura, sino por la mala sangre que circula en ellas: pocos conocen el nombre de sus vecinos, la solidaridad se restringe a “likes” en redes sociales y las familias se desmigajan.
Ellas son junglas habitadas por personas que desaparecen entre las sombras de bloques de oficinas mientras se trasladan en la viscosidad de ríos de automóviles, pensando al compás de improperios y pitazos, que la felicidad la hallarán en un apartamento de ventanales de piso a techo y closets de pared a pared. No se dan cuenta, sin embargo, que la ciudad los ha consumido, que el apartamento a duras penas servirá para dormir y que los closets se atiborrarán de ropa que no usarán.
Poco a poco, los ciudadanos, los autos y los apartamentos se multiplicarán, y con ellos, los límites de la urbe se dilatarán dejando tras de sí, un sendero de ríos envenados y arenales apocalípticos.
¿Ese es el futuro que queremos?
Bajémonos del carro, dejemos de envenenarnos y de envenenar el planeta. Caminemos, sintamos la brisa jugueteando con el cabello. Desconectémonos de los dispositivos móviles, escuchemos las risas de los pocos niños que aún juegan en los parques. Conversemos con los vecinos. Hablemos con nuestros papás al filo de la tarde. Preguntémosle por su niñez, por su juventud. ¿Cómo se conocieron? ¿Por qué se enamoraron? Volvamos a nuestras raíces. Perdámonos en las profundidades de las pupilas de quien está frente a nosotros. Cocinemos, pintemos, Cantemos. Enamorémonos cada vez que se presente la oportunidad. No tengamos miedo…
Especialmente eso: no tengamos miedo. No asesinemos los sueños por prestar oído a los temores. La vida es una hebra que se corta fácilmente. ¿Qué nos diremos segundos antes de morir? ¿Era necesario el estrés y el sufrimiento? ¿Fue buena elección darle la espalda al cielo y a la brisa? ¿Valió la pena vivir en esa jaula de concreto y smog?
Diego Niño
@diego_ninho
Sobre el autor
Diego Niño
Palabras que piden orillas
Bogotá, 1979. Lector entusiasta y autor del blog Tejiendo Naufragios de El Espectador.
0 Comentarios
Le puede interesar
El desquite de Iberia
Más que admirarla la hemos querido como se quiere a las madres cuya obra de vida es ejemplar, mujeres abnegadas, como la gran Mari...
País sin ciencia, país sin progreso
El pasado 15 de Diciembre a las 5:15 hora local de Pekín, el Yutu o “Conejo de Jade” hizo contacto con la superficie de la Luna,...
La RAE registra nuestro Vallenato
Si usted consulta hoy en la página web de la Real Academia Española sobre la palabra Vallenato, el resultado será: “La palab...
No olvidemos a La Guajira de las cosas buenas
En tiempos de crisis, sequía o caos, no es solución la indiferencia pero tampoco el olvido de lo bueno; es lamentable e inaceptable...
Tres coincidencias en tres heroínas de Colombia
Decía el historiador Germán Arciniegas: “El soldado raso de las marchas oscuras y de las grandes victorias es un héroe cuyo recu...