Opinión
Con este presente, me quedo en el pasado


Con este presente, me quedo en el pasado, aquel donde una canción vallenata era poesía. Y con poesía no me refiero al canto de amor eterno sino a la estética en el contenido del mismo.
Diomedes Díaz, en ‘Fantasía’, hace un reclamo: “Por qué derrochas amores y lujos, por qué provocas tantos desengaños…”, y luego sentencia: “si se te van esos años en fantasías placenteras, se tornarán tus placeres en llanto y tu sonrisa en quimera”. Esos hilos de sutileza tras un desengaño, en el presente se rompen con letras como “te dejé por mala, por loca…”.
Con este presente, me quedo en el pasado, aquel donde el compositor Mateo Torres a una mujer le decía “eres mi hoy, mañana, ayer, el corazón de mi ansiedad, secreto, paz, sinceridad, alma sublime de mi ser”. Y no se trata de romanticismo idealista pero sí de ser realistas que hay letras que nunca han debido salir de la habitación sin ventanas donde fueron concebidas. “De mi lao’ lo que vai’ a llevá’ es tacón, tacón, tacón, tacón”… -agréguenle un par de taconazos más-. Y es que mucha razón tiene el cantante Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta, cuando dice que no hay derecho de quitarle la decencia a las canciones vallenatas.
Con este presente, me quedo en el pasado, aquel de canciones sin palabras rebuscadas, aquel donde la dignidad era huésped en las obras. “Cuando Matilde camina hasta sonríe la sabana”, saludable letra del maestro Leandro Díaz, muy alejada de la saturación que podría ocasionar escuchar “Yo te doy la yuca y tú a mí, la tajá”…canciones que duran un mes y luego desaparecen, como le escuché una vez al compositor Rosendo Romero.
Con este presente, me quedo en el pasado, en ‘La Casa en el Aire’ de Rafael Escalona; en ‘La ventana marroncita’, de Diomedes Díaz; curando ‘El llanto del rey’ de José Alfonso ‘El chiche’ Maestre; entre las ‘Sombras perdidas’, de Rita Fernández; o agradeciendo a ‘Los Maestros’ de Hernando Marín.
Con este presente, me quedo en el pasado, en aquel donde las canciones vallenatas eran crónicas cantadas, aquellas que hacían los compositores de antaño; ‘vallenatos que eran periódicos con melodía’, como dice el escritor Julio Oñate sobre las obras del hombre que un día con una canción le cumplió una promesa a su eterno amigo el pintor.
Herlency Gutiérrez
@HerlencyG
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